LOS ACLITOS TRAVIESOS
Publicado en Sep 10, 2009
Su escondite favorito era el sótano. Cuando se correteaban dentro de la parroquia, el sacerdote solía castigarlos aunque sus padres se enteraran más tarde de su mala conducta. Jugar a las escondidas era tan especial y divertido sobretodo porque se exponían al regaño severo del sacristán si eran descubiertos.
Camila, Lucio, Ramiro y Daniel no se andaban por las ramas, ni se dejaban intimidar por Chuchito, como nombraban cariñosamente al hijo de Dios; a su corta edad eran muy traviesos, pero durante la misa dominical, se sentían orgullosos de pertenecer a los acólitos de la Iglesia de los Milagros. Don Anselmo se encargaba de tocar el campanario tres veces durante el día, así que aprovechaban para planear sus fechorías luego de la bendición a los devotos y la rigurosa entrega de las dádivas, donde los billetes de mayor denominación desaparecían siempre de forma misteriosa. Además, habían muchos rincones donde podían ocultarse mientras se entretenían olvidándose de sus obligaciones; desde el suntuoso atrio hasta el confesionario hecho con madera de roble, pasando por el púlpito y los altares menores dedicados a los santos. No obstante, para ellos el sótano era un sitio diferente, ya que según decían las malas lenguas del pueblo, hace muchos años había desaparecido una niña, a la que veían rondar por allí con su imagen eterna como un espíritu sin descanso. Cualquiera pensaría que eso les daría un tremendo miedo, pero les ocurría exactamente lo inverso; pues de algún modo, intentaban comunicarse con ella para invitarla a jugar en tanto que don Anselmo hacía repicar las campanas y la gente se iba congregando a las afueras de la iglesia.
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Claudia Riquelme
Mis estrellitas y cariños,
LaNegra
doris melo