Desde afuera ellos siempre observaban su ventana. El aire columpiaba la cortina de encaje y la noche era de terciopelo, terciopelo negro, no azul marino. Se preguntaban por la naturaleza de la luz roja que irradiaba la pared de cantera, se preguntaban por los gemidos, las obscenidades, el golpeteo de los resortes de la cama, el estruendo, y llegaban a la conclusión de que había que indagar antes de sacar conjeturas acerca de lo que sucedía en esa habitación.
Cuando la abdujeron estaba desnuda, siempre dormía así. Ninguna emoción les produjo observar el cuerpo largo, marcado por las huellas del ejercicio, los pies delicados y angostos, los pechos vastos, un deleite insano y maternal. Entraron en su mente y a bocajarro lanzaron la pregunta:
—Dinos, mujer, ¿Qué es lo que te hace gritar de esa manera?
Ella, impedida para hablar respondió en su pensamiento:
—Es un orgasmo, señor.
—¿Y gritas por dolor o gozo?
—Por ambos.
—Tendrás que ser más específica y darnos una explicación amplia y suficiente.
La mujer sonrío porque le preguntaban sobre un tema que bien conocía, no sólo les iba a dar una explicación amplia y suficiente sino una detallada descripción sobre el asunto.
—Un orgasmo, señor, es quizá la sensación más edificante que existe en la medida de tiempo y espacio que conocemos los terrestres; es una asonada que convulsiona su mundo interno y lo pone al revés, cuando logra experimentarlo trasciende la miserable condición humana y uno se piensa creación divina. Su corazón se detiene y entonces se da cuenta que al mismo tiempo puede ser una partícula de polvo o un gigante colosal.
Los hombrecillos alrededor de la mesa se miraron extrañados tratando de descifrar esas palabras, no es que les faltara inteligencia, todo lo contrario, esa luz verde que irradiaban sus cuerpos era la incontenible genialidad que los caracterizaba, pero demostrado está que no siempre los genios tienen orgasmos.
—No es simple— prosiguió la mujer- pero puedo darle ejemplos. Hay muchas maneras de lograrlo, también podrá encontrar un montón de textos y clasificaciones en el Internet, yo le voy a contar sobre los que conozco: El orgasmo vaginal, es como un temblor de tierra de baja densidad, es de hechura simple, pero muy satisfactorio, es un placer incipiente que se experimenta al ceder la calentura, un fragor entre las piernas que, sin embargo, no resulta demoledor, digamos que se puede mantener hasta cierto punto la lucidez, tiene todo de carnal y poco de místico, no obstante junto a la persona correcta pudiera alcanzar dimensiones gloriosas.
—¿Estás diciendo ,mujer, que el orgasmo es una cuestión de amor?
—Sí, pero de amor propio, difícilmente lo conseguirá sino se ve a sí mismo como una criatura sensual y maravillosa, como un ejemplar único y su propio objeto de deseo. Esta idea me sirve para explicarle el orgasmo clitoriano: la conmoción más egoísta y morbosa que se pueda experimentar, es una pausa a los conflictos morales y sistema de creencias; el más femenino, el más insolente, el más delicado; labios rosados soltando sus lágrimas felices; como si el cuerpo tuviera una segunda boca para liberar el grito de las entrañas. Tan versátil que puede ser un asunto individual, compartido o colectivo.
—Al decir colectivo, mujer, ¿Te refieres a la promiscuidad?
—Me refiero a la libertad, a la capacidad de elegir, de ejercer el libre albedrio y el término viene perfecto para hablarle del orgasmo que se obtiene por coito anal: tiene usted que sentirse muy seguro y emancipado para entregarse a él, para probar el deleite que muchos consideran incorrecto, oscuro, incluso humillante y hasta cierto punto lo sería si su autoestima no está bien puesta; primero es como un dardo envenenado, un dolor afilado que se expande por las nalgas, por la espalda y la médula, tal vez ese malestar extremo sea luego lo que detone una sensación bárbara que hace olvidar todo lo aprendido, que pasa por alto cualquier idea conocida del placer, es puro dolor como una caída libre a un abismo insondable; puro deleite; gozo genuino el saber que existe en el mundo un cabrón que pueda poseerla de esa manera y hacerla sentir venerada al mismo tiempo. Perdone, señor, el lenguaje inapropiado que usé en esta descripción, pero era necesario para ser más concreta.
—Tus disculpas no tienen trascendencia, nuestro interés sólo está relacionado con la naturaleza física de lo que describes y sus repercusiones en el cosmos, porque claro está que ese estallido que llamas orgasmo no es más que la liberación de energía, un evento físico que sucede en sus cuerpos tan vulnerables como desechables, una especie de combustible para mantener al mundo girando.
—Tal vez nuestra naturaleza blandengue nos reduzca a ser un simple combustible de la creación, pero le juro, señor, que a cambio se nos otorgó la oportunidad de disfrutar el Nirvana; más de una vez el sol se ha derramado sobre mí desde el primer orgasmo de punto G que sacudió mi cuerpo y partió mi mundo en dos. Las palabras se agotan para describirle esa sensación, pero piense en aquello más sublime, lo más anhelado y deseado que habite en su mente; aquello que no ha sido tocado por el desconsuelo, y se rebosa de dicha y es la misma vida palpitante como asistir a su propio alumbramiento, eso, elevado a la décima potencia es un orgasmo de punto G; una alegría sin parangón que lo hace ver el mundo en una dimensión ignota y lo obliga a reconciliarse con todo lo adverso.
Los hombrecillos se miraron y antes de poner su mano sobre la frente de la mujer para volverla a dormir se aseguraron de guardar esas palabras en un recipiente, pues provocaron en ellos una emoción que estaba a medio camino entre un espasmo en el vientre y unas ganas infinitas de llorar.