Aquí está mi yo contemplativo.
Voy resumiendo mis inseguridades.
Los pájaros descarriados pasan en desbandada
y a su aleteo rápido tiembla mi corazón.
La verdad es que he vivido poco
y ya mi vida va llegando a su término.
Mi alma todavía tiene poquísimos surcos
y sentimientos inadecuados la asustan.
No estoy acostumbrado a vidas paralelas
ni a vivir de sobresalto en sobresalto.
Soy un ser sencillo y vagamente temeroso:
Soy todavía virgen tierra desarada.
No voy en griterías ni milicias
y no me suscribo a la politiquería.
Pocos amores han dejado sus huellas
en mi casi medio siglo exorcizante:
Tiempo de vértigos en que viví tranquilo
y mi alma jamás sintió grandes arrojos.
Me he manejado entre límites discretos
y puse prudencia y distancia a la locura y al amor.
Espero, cariño, que puedas entender mi timidez
y las corrientes de dudas que a veces me exploran y socavan.
Te agradezco que hayas aparecido en mis golfos ígneos
y desde la arbitraria inmanencia de lo ingénito.
Ten paciencia conmigo: Ayudame a controlarme.
Quizá eres la redentora que tanto necesito
para llenar de calma mi fingida adultez
y dejar las prisiones en que encerré a mi alma.
Más no intentes cambiarme de un sólo golpe frío
o daré por terminados mis saludos y los tuyos.