Venga
Publicado en Jul 07, 2014
Venga, señorita, que le voy a enseñar que todo lo que le han enseñado es una farsa. Soy de quien sus papás le dijeron que huyera. No creo en Dios, en la Naturaleza, ni en el Estado. Aunque en realidad son eufemismos de una misma basura. Soy asquerosamente libre. Soy todo lo que sus padres le quisieron evitar al mandarla a una escuela de monjas. Soy cínico y perverso, una ensoñación del diablo. Me presento para que no crea que soy un desconocido. Siempre estuve ahí, soplando palabras sucias atrás de su oído, acariciando sus noches. Soy un espejo, Madame, sólo vivo para reflejar sus más oscuros deseos. Esos que no le ha confesado ni al sacerdote, ni a su mejor amiga. Así que obedezca sin poner objeción. Me parece absurdo que el que quiere vivir experiencias nuevas se cierre al eterno eco del ahora. Abra sus piernas, levante su falda y déjeme ver su pubis pronunciado. Los pliegues, el color, el olor, deje que mis sentidos se inunden. Desabotone su blusa, despacio, un botón tras otro, muestre sus senos orgullosos, sus pezones grandes y rosáceos. Areolas como aureolas. Meta dos dedos en sus labios gruesos, hermosos, chúpelos, lámalos, haga una orgía con su propio sabor. El oscuro objeto del deseo, la luz. Luego mastúrbese, para mí, abra sus piernas y déjeme ver su peludo pubis, su encantadora humedad. Meta sus dedos más hondo, más dedos, todo. Baile para mí, abra con sus manos sus nalgas. Muestre tu ano, ese agujero sagrado, esa cuna de mis más insomnes deseos. Juegue con su clítoris, mueva sus nalgas sobre mi virilidad, sienta mi dureza. No le sorprenda si la sujeto por el cuello y la hago mía. Siéntese aquí, en mi regazo, no deje de moverse mientras me da un apasionado beso en los labios, con lenguas danzantes cual son cubano. Sienta mis manos debajo de su vestido, buscando como un niño en la oscuridad, palpando sus curvas, sus pliegues hipnóticos. Tocándola. Mis dedos apretando sus nalgas y mis labios besando su boca, su cuello, su oreja, su quijada. La recargo hacia atrás para besarle los pechos. Que sepa que usted es la fuente de mi inspiración, la falta de recato, el mensaje prohibido al otro lado del espejo, la delicia. Y así lo sienta con mi verga penetrándola de lunas, estrellas y ocasos nuevos. Drogas y música. Espuma sobre la superficie del tiempo. La penetro mientras le aprieto las nalgas y la volteo para penetrarla, de nuevo, por el ano. Empalándola con fuerza y sadismo. Que usted sienta mi hombría creciendo en sus paredes, mientras le retuerzo los pezones y le jalo el cabello, que sienta mis nalgadas duras. Quiero alimentarme de sus lágrimas, recogerlas con mi glande y penetrarla, de nuevo, con esa mezcla en la punta de mi miembro. No me importan nombre ni apellidos, seguros sociales o matriculas, vengo a darle placer y dolor, la mezcla, lo que usted ha pedido al cielo. Sienta mi verga atravesándola, partiéndola en dos. Usted grita, gime, la amordazo y continúo sin descanso. Mi cinturón en su cuello. Dándole. El vaivén como una revelación de mundos posibles, endorfinas en donde el placer y el dolor son uno y el mismo: esa confusión orgásmica. El choque de meteoritos, el big bang, la nada estrellada contra la nada, inventando el goce en sus labios, la erección, el fuego siempre vivo.
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