Sueñe
Publicado en Jul 07, 2014
Venga usted a ser la dama que necesito esta madrugada, tan tierna, tan puta, tan tímida, tan perversa; enseñe sus sellos y colmillos. Deje que su belleza se confunda con el espectro de mis deseos. Necesito lujuria, la quiero obscena y poética, diabólica y santa. Luz oscura. Acuéstece en mi cama, levante su vestido y déjeme jugar con los dulces frutos de su carne. Desabotone lentamente su blusa, sea libre. Libérese. Pienso en sus pezones duros y rosáceos dibujados a contraluz en la pared, una sombra del rosal silvestre, el hechizo del verso. Déjeme ayudarle a deslizar con toda propiedad sus calzoncitos al suelo. Contemplaré en la más deleitosa agonía su pubis caliente. Venga, pues, a ser la dama que necesito y cláveme un beso en los labios, muérdame la barbilla. Aráñeme la espalda, guíeme y déjeme guiar. No necesitamos amor, esas son invenciones de publicidad. Lo que necesitamos es la carne viva, su cuerpo abierto y mi lengua buscándolo. Déjeme avanzar en laberintos musicales con mi lengua traviesa, chuparla, beberla. Inflamar mis pulmones con su delicioso olor. Saborear. Sabrá que mis manos son mías porque la sujetaré con fuerza, la azotaré, la apretaré mientras recorro su cuerpo y lo beso. Venga a ser esa dama que no ocupa garantías más allá de las que el orgasmo da. Me alimentaré de cada poro de su cuerpo, jugaré con su luz. Si me deja, bañaré con mi transparente saliva sus muslos, sus rodillas y pantorrillas. Besaré sus pies y continuaré en el ritual del deseo. Necesito a una dama como usted, tan libre, tan fuerte, tan disoluta, para demostrarle a la vida que lo esencial es una colisión de astros. Lo esencial es ser azarosos y libres, caóticos y perversos, precisamente como lo es el universo mismo, somos hijos incestuosos del cosmos. Déjeme escribir mis mejores poemas utilizando a su espalda como lienzo e inspiración, firmaré en sus nalgas a nombre de mi locura. Usted sabrá que la vida es un desfile de placer cuando la penetre, cuando mi miembro se hinche apretando sus paredes vaginales. Contraído. Quiero que cierre los ojos e imaginé mi virilidad entre sus piernas, arremetiendo minutos, después horas y al final infinitos. Muchas veces. Imagine, por favor, su cuerpo caliente y sudoroso, sus pechos rebotando a cada sentón o a cada embestida. Imagine la animalidad, la anarquía. Y mientras la penetro con goce absoluto y voluptuosidad, jugar con su pubis, halar su cabello, apretar su cuello; que mis manos la moldeen. Necesito a una mujer como usted para que tome la forma de la perversión que la contiene. Tan guarra. Tan religiosa. Tan vil. Tan hermosa. Si usted me deja la fornicaré hasta romper los moldes de la eternidad, de la humanidad, de la ilusión. Gemirá estrellas y yo contento. Venga, pues, e inventaremos galaxias nuevas a través de su cuerpo, a través del arte de los cuerpos fusionados. Levante su vestido. Sueñe.
— Getzemaní González Castro
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