El ángel de la muerte
Publicado en Jul 14, 2014
Tenía 23 años el día que la muerte me alcanzó.
Mi nombre en vida era Danielle. Era estudiante de biología y cursaba el último semestre de la universidad. Trabajaba en un centro de investigación de la vida marina y estaba a nada de obtener mi titulo universitario.Un futuro brillante se abría ante mí...hasta la última vez que fui a una fiesta. Mi amiga Julieta había pasado por mí y me convenció de acompañarla a una pequeña reunión. -Anda, vamos- dijo-. Será divertido. Ojala la hubiese ignorado, pero accedí y llegamos a un salón pequeño con varias personas y música a buen volumen. Nos divertimos, no voy a negar eso. Nos divertimos tanto que cuando el novio de Julieta, Brady, nos propusó ir a su casa, acepté casi de inmediato. Así que fuimos, y ahí encontré la muerte. En el funeral, mi ataúd permaneció cerrado, ya que mi rostro había quedado desfigurado hasta límites inimaginables. Fue una sensación espantosa presenciar el sufrimiento de mis seres queridos desde la oscuridad del más allá. Y me llené de rabia al ver a mis asesinos con mis padres, fingiendo una tristeza que no sentían. Entonces, de la nada, una fuerza invisible me jaló lejos de ahí y llegué a un recinto en penumbra. Cuando mi vista se acostumbró a la tenue iluminación, vi a una anciana sentada frente a un escritorio. Escribía en un pergamino con la vista fija en él. -¿Cúal es tu nombre?- preguntó. -Danielle- respondí. -Pues ya no más. Ahora serás Eivana, el ángel de la muerte. -¿Qué? La anciana levantó el rostro y me miró con severidad. -Eres la parca, niña. Acostumbrate a ello. -Pero acabo de llegar, ¿cómo se supone que haga eso? -Eres joven y bella. Puedes volver al mundo de los vivos con un aspecto diferente y matar a unas cuantas personas hasta que aprendas por completo el proceso de la muerte. Yo seré tu guía. No podía dar crédito a lo que oía. ¿Es posible aprender a ser la muerte? -Lo primero que debes hacer es presenciar tu propia muerte. Mirarla en el papel de espectador. Después de estas palabras, la anciana se levantó y tuvo la decencia de presentarse: -Mi nombre es Cerilia- dijo-. Ven conmigo. Se dirigió a un hueco en la pared, y yo seguí tras ella.
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Marìa Vallejo D.-
Me gustan estas historias, pienso que la muerte es un cambio de vestido y regresar se puede.
Te felicito.
Saludos