Una vez más, la naturaleza, ese tal "sí-mismo", el yo detrás del yo, el animal que la razón se esfuerza en domar. El inconsciente irrumpiendo en forma de sensaciones, siempre reaparece. Y la razón, ese frágil yo consciente, se ha de esforzar para tomar una decisión irrevocable: ceder o luchar.
(Siento una fuerza que reclama lo que su poder le da derecho a poseer, lo quiere todo, y aunque sopesa riesgos, los asume.)
Demasiada complejidad para dilucidar un camino, pues son casi infinitos, y no todos convergen, ni tan sólo una vez. Por suerte mi educación me ha dotado de un método de bloqueo y canalización (mucho sufrimiento ha creado, hasta crear una bestia), civismo y moral. Sirven para reprimir los instintos y pasiones. Ahora bien, ¿es posible mantener el civismo rehusando de la moral?
Me impongo a mi mismo mediante motivaciones y sentimientos, estos son consecuencias del exterior de mi 'ser'. Sin embargo son procesados por algo que escapa a mi decisión consciente, esto es porque en mi mente se mezcla todo cuanto se percibe. Según su influencia, se mantiene intacto, cae en el olvido, queda irreconocible, etcétera. Digamos que se hacen copias, combinaciones. El cerebro es una extraordinaria máquina de simulación; de ahí la imaginación, la ilusión, los deseos más allá del momento, el miedo... Todo a partir de la memoria, somos memoria. La parte más consciente podría no ser otra cosa que la simulación de la realidad como simulación, por ello podemos pensar y rebelarnos contra nuestra naturaleza, que obra siempre en benficio propio y es fuerte.
Por último, el altruismo, el querer hacer el bien a los demás, y no el mal, es mi recurso fuerte para ser más humano. Aun cuando la bestia pudiera no ser una opción tan terrible... Han de coexistir, del equilibrio entre ela razón y el animal nace el hombre fuerte y verdaderamente autónomo. Dios de sí mismo, verdadero humano, o algo más.