En la Niebla
Publicado en Jul 15, 2014
1.-Andante
En la niebla, busco con ansias a “Tranquilidad”, después de su prolongada desaparición. Sin lugar a dudas, no existe mejor recompensa que volver a verla: sus ojos tornasolados, la blancura de su piel y poder besar sus labios secos, donde después tendrá lugar un suspiro suyo, que simultáneamente, imitaré. En la niebla, veo a una silueta masculina. Se ve su sombrero de copa y aparenta llevar un abrigo largo. Me recuerda a “Tranquilidad”, solía vestirse de caballero elegante, similar a un pianista y compositor francés, para ir a los teatros y a otros lados, donde apreciábamos juntos la música y las artes, de un modo misterioso, ella jamás comentaba, pero sus ojos siempre reflejaban el gusto o el disgusto. Este lugar es digno de una obra, tan oculto y a la vez tan visitado, tan olvidado por el miedo y sus consecuencias. En la niebla, hija de la mañana, miro hacia el firmamento, mas solo veo parte de la espesa. Me atormento prensando en “Tranquilidad”, no descansaré hasta saber dónde está. - ¡Hijo, ¿dónde te metiste?!- la voz de mi padre me persigue en esta nebulosa -¡Vuelve a casa ahora!- retumba su orden en mí, como el golpe de la cuchara en la olla. Perdóname, pero a “Tranquilidad” es a quien necesito ver y de quien depende mi existencia. Mis piernas, a toda velocidad, citan a mis idas con el amor de mi vida, nuestros pies acelerados por el cambio del semáforo, corre, no me debe atrapar, él no sabe lo que hace, no tiene idea de que una persona depende de mí, que si yo no actúo, nadie más lo hará y si lo hace, terminará fallando. Si estuvieras a mi lado, “Tranquilidad”… Finalmente, llego a un punto muy alejado, pero la niebla sigue siendo presente, dispersa en todos lados. Con su enorme manto, cubre todo el lugar, pero no me priva de las formas de los árboles y de los arbustos, que tan misteriosos y sombríos se ven, quien sabe lo que oculten tras esas simples figuras, puede que realmente no sean árboles y mi mente solo se limite a interpretar, las probabilidades son tantas... Estrellas, se veían cuando entré a este lugar. Ya no escucho a mi padre, tampoco a ningún tipo de ser, sea humano o no. Mis ojos vigilan el alrededor, que ningún conocido o desconocido me vea. A estas horas, es muy poco probable que otra persona esté presente, nadie va tan temprano a un cementerio forestal. Al mismo tiempo, que mi temperatura corporal asciende, el astro rey se asoma con natural lentitud, mi paso va al mismo ritmo, igualmente la desaparición de la niebla. Me siento un poco más calmado, pero no debo cesar, mi amada me necesita urgentemente. Cuando yo era preso de alguna pena, ella siempre estuvo presente para espantarla con su luminosa presencia, lamentablemente, no sé si pueda espantar a esta niebla de una vez Poco a poco el paisaje se vuelve más nítido, los árboles tienen ya pocas hojas y un poco de escarcha cubre el pasto, estamos próximos al invierno. Ningún alma se asoma, ni una lápida, ¿en qué lugar del cementerio me he metido?, puede que una parte muy alejada, lo suficiente para que las señales de gente sean nulas. Me encantaría estar con ella en este momento, me gustaría poder estar bajo uno de esos árboles, arroparla con mi abrigo grande y pesado, besar su rostro frío y que ella me responda con un abrazo cálido. Me falta su cariño, pero me sobra el motivo de esta expedición, no hay cosa más grata que ir en busca de un ser amado, un ser amado de verdad. En la niebla, ¿qué niebla?, ya no está, bienvenido sol, con tus tenues y cansados rayos, ayúdame a encontrar el camino correcto. 2.- Molto Adagio Mis pasos están a un ritmo pausado, ya que la vista está más despejada y la gente aún no aparece. Recuerdo cuando fui muy feliz al conocerla, desde el primer día que nos encontramos, fue de modo accidental, ella iba caminando al registro civil y yo al médico, cuando nuestras miradas se encontraron y palabras intercambiamos, no dejamos de vernos todos los días lunes, aunque luego comenzamos a opacarnos y dejar de encontrarnos, para volver a la estabilidad. Tendía a ser un ciclo infinito, cosa que ocurre muchas veces en las relaciones, especialmente en esta, mi primera relación y ella, mi primer gran amor. Al conocerla mis padres, la adoraron profundamente, invitándola muchas veces a la casa, pero extrañamente, los padres de “Tranquilidad”, la dejan de lado y ella ellos. Curioso, a mí me pasa lo mismo. A ella le atormenta su hogar como yo el mío. “No es tan extraño que nos ocurra”, me decía, “porque estamos en una edad que no toleramos mucho la tutela de nuestros padres”, yo pensaba y le respondía “también es por nuestros temperamentos” Tenemos la idea de casarnos y ser felices eternamente, estar juntos hasta la vejez, siempre hablábamos de eso en nuestros encuentros, necesarios para nosotros como algo vital, ya que comenzamos a depender de nosotros, ella de mí y yo de ella. Lamentablemente, nos dejamos de ver misteriosamente, cada vez que llamaba a su casa, no estaba, cuando conversaba con sus amigos, nadie sabía de ella. Mi existencia se volvía cada vez más menuda y difícil. “Tranquilidad” se volvió el pilar de mi equilibrio y mi felicidad. Sin ella, todo se volvió negro y frío, ya no era nada igual y ya la motivación de vivir desapareció. Cuando más comencé a degradarme, a querer perecer de inmediato, llegó una carta de un remitente desconocido. Mis ansias, decían que debía ser “Tranquilidad”, desmenucé el sobre, pero el texto, escrito con dolor plasmado en cada palabra, me volvió un erizo de puntas alargadas: “Si estuvieses aquí, mi soledad no me rasguñaría, mis pensamientos no me torturarían, ni un tercero desconocido me violentaría. Me duelen las piernas y los brazos, me siento débil por la falta de alimento y de sol. Te mando esto en una ‘salida a respirar’, por no decir un intento de huída. Sé que esa frase no tuvo sentido, pero tiene mucho menos el lugar donde estoy. Si puedes…sálvame” No decía el añejo papel el escritor ni nada por el estilo. Aunque mi alma me gritó el nombre de “Tranquilidad”, mi mente me sugería paciencia, porque algo más podría pasar. El único dato que tenía era el estado deplorable de mí amada, narrado como un suceso natural… ¡Oh, “Tranquilidad”!, cuando vea al hombre que te ha hecho daño, yo le haré sufrir todo lo que a ti te hizo sufrir, no merecer que te dañen, que el resto sufra, no me importa, al contrario tú, que debes estar siempre feliz y reluciente. Mis sueños me comunicaban con ella, me transportaban a sus pensamientos tristes y desolados, deseosos de libertad y con un nuevo orden en su cabeza, esa experiencia le hizo madurar lo suficiente para que todos sus monstruos internos desaparecieran. A veces, mi adorada no sabía qué hacer, no sabía si era mejor estar ahí o estar con sus padres, ya que su dolor físico se volvió semejante a su dolor espiritual que llegaban a confundirse el uno con el otro, no tenía ni idea si sería mejor volver con su familia y sentir como los días se vuelven pesados y funestos. Conociéndola, le resultaba difícil la carencia de amor, sobre todo, en ese momento de existencia, pero a mí más, sin ella, yo soy nada, soy peor que la escorie, no soporto pisar la tierra sin saber un solo día que está haciendo o como se siente. Me llegó un escrito suyo, diciéndome que escapó con victoria, su libertad estaba asegurada, pero para que su secuestrador no tuviese que recogerla en lugares obvios, fue al cementerio y estaría ahí por un par de días, en el peor de los casos, se debería extender su estadía ahí, si ve que yo no acudo al lugar. Esa era la idea más descabellada del mundo, claramente por la desesperación de salir de un agujero y de volver a caer en él, en cualquier instante, según su mensaje, aguantaría ahí sin comer y sin beber por una semana en lo posible. Así, frente a ese escrito, me alisté para huir de casa a la mañana siguiente y buscar a “Tranquilidad”, costara lo que costara. Bien temprano, desaparecí de mi hogar y al parecer, supieron de mi paradero por las cartas de mi amada. Después de tomar diversos medios de transporte, paré a lugares equivocados, y después de mucho preguntar y repreguntar, llegué a las seis de la mañana, aproximadamente a mi destino, el cementerio forestal. Como las puertas estaban cerradas, busqué un lugar apropiado para poder introducirme en él, encontré un hueco muy grande tras mucho andar, entré y lo primero que encontré fue un árbol. Y sigo en este lugar buscando a “Tranquilidad”, caminando junto a la ligera luz del sol. He estado caminando seis horas sin descanso, digo ese dígito porque caculo que debe ser mediodía, por la posición del sol). No he comido nada, ni siquiera he dormido (o puede que sí, desperté dos veces tirado en el suelo, mirando el cielo y preguntándome: “¿dónde estoy?”). Admito que como todo ser humano, el apetito comienza a ser voraz, a tal punto de imaginar un abundante desayuno (el cual no tuve), de modo casi masoquista. Lo único que debo hacer ahora es aguantar las ganas de comer, tengo a una doncella que salvar, eso es más importante que llevarme un bocado a la boca. De un momento a otro, mi metabolismo da señales de existencia, al entrarme ganas de eliminar sus residuos. Corre el riesgo de que alguien me encuentre en mal momento, en el que le haga caso a mi organismo. Pero supongo que lo puedo aguantar, de niño solía hacerlo mucho cuando estaba en el colegio, “Tranquilidad” hacía lo mismo y siempre le resultaba, a mí también. Paso cerca de un arbusto, que termina siendo una fuerte de olores muy desagradables y sin querer, mi vista se topa con una mano sin dueño y mi camino siguió, olvidando el escalofriante detalle. Mi estómago cruje por el hecho de estar vacío. Siento olor a pan, que tengo que ignorar, por mi bien, ahora, ¿por qué huele a pan si estoy en un cementerio?, atisbo y veo a una familia comiendo emparedados que humean. Vuelvo a inspeccionar, uno de los hijos (el más pequeño, por lo visto), me logra divisar, se acerca a mí y me entrega su pequeño alimento, se fue antes de que le diera las gracias. Cuando me digno a ver a sus padres... ya no están y el pequeño tampoco. Esto puede que sea una señal, Dios está conmigo. Tras comer el minúsculo manjar, sigo adelante. Agradezco mucho a ese pequeño, aunque no creo que aguante el resto del día. Mis pies siguen su misión, ya son más de la una de la tarde, según mi reloj de bolsillo. Mis pies palpitan, así que caigo en el suelo, con sueño y cansancio. “Tranquilidad”… las cosas que hago por ti… Lo único positivo del momento es que veo una lápida a través de mis lentes, luego de tanto árbol y verdor. Mi cercanía a tranquilizar mi alma es cada vez mayor, con las posibilidades de ver a mi amada. Al estar en el césped, cerca de la tumba, me doy tiempo para reflexionar sobre lo que estoy haciendo: ¿Mi relación con ella será tan eterna como siempre lo hemos planeado?, claro que debe serla, si yo me estoy arriesgando por ella, creo que nadie más tendría el valor para ir a buscar a su mujer. Un hombre cualquiera en mi lugar, simplemente llamaría a la familia para saber noticias suyas, pero yo encaré al mundo para ir a buscarla, he dejado a mí familia. Además, los padres únicamente llamaron a la policía, pero, ¿por qué siempre buscan en los mismos lugares?, por tontos, por estar presos en la desesperación y no reflexionan que ese tipo de gente se mueve por todos lados, como cucarachas bajo una casa elegante, conviviendo de modo invisible con la gente, aprovechándose de ella y llevándose a gotas cosas importantes, a mí gota importante. Que imbéciles, me dan risa... Asimismo, “Tranquilidad” no creo que desee ser rescatada por su familia, en especial por haber sido raptada en su alcoba, mientras estaba sumida en un profundo sueño. Claramente fue culpa de ellos. Decido levantarme cuanto antes, dejando de lado la fatiga y el cansancio. Si las podía olvidar mientras estaba con “Tranquilidad”, ¿por qué no ahora? A medida que mi dirección y mis pasos son uniformemente constantes, más lápidas aparecen, junto con gente, flores lágrimas, nostalgia, recuerdos y color negro. Recorro el lugar con el mismo fin que las otras personas, aparentemente, a veces me meto en un velorio, acompaño a la gente y esquivo a quienes me preguntan: “¿quién eres?”, “¿cómo y cuándo conociste al(o la) difunto (o difunta)?”. Todos son iguales, hay gente que llora, hay quienes conversan, evocando constantemente a quien pereció y cómo llegó a abandonar la Tierra. Entré a tres velorios seguidamente, en cada velatorio que me cruzase, finalmente, decido ceder en estas visitas innecesarias. Caminar tantas horas me deshidrata, mi única solución es encontrar una manguera abandonada o un baño, la primera puede que sea la más probable, ya que, generalmente, los baños siempre están muy lejos de lugares como estos, y si no lo están, deben tener un estado desaliñado y sucio. No debo terminar como una pasa, no hay cosa más importante que los líquidos, la comida va después. Mis ansias me exaltan cada vez más, necesito agua pronto… ¡Una manguera! Miro a todos lados, nadie se percata de mí, tomo la manguera y al primer sorbo, me siento observado, giro mi cabeza y un guardia tiene sus ojos de tumba, por no decir, su dura mirada, fijada en mí, al lado suyo hay un par de personas, que ya vi en los velorios que visité. En unos instantes, huyo despavorido del lugar, el guardia me persigue. Miro hacia atrás y ya no era uno el que me sigue, ahora son tres quienes me pisan los talones. -¡Solo quiero agua, dejen de seguirme!- les grito con mucho pánico. Sin darme cuenta, los pude divisar a lo lejos, muy agotados. Sin darles más importancia, sigo mi camino. Las horas se vuelven largas y petulantes, siento que me gritan cosas pedantes, me molestan y se ríen, ¿Es el efecto de la insolación, deshidratación, algo fuera de lo normal o todo a la vez que no me hace pensar coherentemente?, efectivamente es la última opción, sumada a la ausencia de “Tranquilidad”, la única persona que es capaz de estabilizarme a las perfección. El hambre vuelve gracias a la energía derrochada en huir, mi estómago comienza a tener dolores que lamento. El sol ya parece estar pronto a caer, veo a lo lejos un entierro. Creo que la lección del velorio no me sirvió mucho, voy igualmente y contemplo el rostro de la persona muerta, nadie sabe quién soy, pero a nadie le importa, el muerto es lo más destacable, ya que se ve a un joven rubio y bien vestido, es más, este muchacho podría ser perfectamente mi hermano mayor, debe tener unos dieciocho o diecinueve años, no más, tiene los ojos cerrados para siempre y su expresión parece ser de un malestar intenso. Entre la gente, veo a quienes deben ser sus padres, ya que sus facciones son parecidas y sufren mucho más que el resto. Me desligo de la escena, me perturba mucho y pienso en ella mientras deambulo, ¿qué se sentirá la muerte de un hijo a una edad donde, por naturaleza, son felices, jóvenes y con una vida por delante? , ¿qué sentirán los padres al ver que su vida fue tan corta y realmente, no alcanzó para mucho?. Me imagino mi muerte, en el caso de que pronto ya no esté, me imagino a “Tranquilidad” como una viuda, vestida de negro, abrazándose y negando la compañía del resto. Amor, eso no va a pasar, yo moriré a tu lado, al mismo tiempo, en la misma cama, respirando y sintiéndonos en nuestros últimos minutos de vida, en el cual nos besaremos y no nos separarán nunca más. Por fin, después de horas, me detengo a contemplar el atardecer, ¿dónde estarás a estas horas, “Tranquilidad”?, he caminado entre todo tipo de tumbas lápidas y demás. Aún no te encuentro. Paso por un sector del cementerio, donde se hacen ceremonias budistas, con mucho remordimiento, agazapé las ofrendas de estatuillas, con forma de dioses, a mi boca, mi fatiga tuvo consuelo, hasta que vomité por el estado de los sustentos añejos y secos. En mi rumbo, buscando comida, encuentro a una pequeña niña, bastante misteriosa y blanca, esta me regala una moneda, puede que me considere un mendigo, así que en mi intento de corregirla, desaparece tan espontáneamente como apareció. No he tenido buena suerte y ahora tampoco, pero al menos estoy vivo y puedo contemplar el atardecer y despedirme del sol, saludar a la luna (¿ya dije que “Tranquilidad” es mi luna?, es igual de blanca que ella, pero se parece más a su fase menguante) Bienvenida seas, luna. 3.-Andantino Ella sale del velo eterno del sol, es su igual. Tan dulce y clara. Sus rayos femeninos me llenan de esperanzas y felicidad, porque ciento que pese a haber recorrido la mitad del cementerio durante todo el día, en la otra parte debe estar ella, esperándome ansiosa. Amada mía, pronto te tendré en mis brazos de nuevo. Avanzo sin problemas entre las penumbras con suma felicidad, es tan deliciosa y fresca, me encantaría que mi cuerpo estalle y que mi alma corra hacia ella, que vuele hasta encontrarse con la suya. Mi viaje se vuelve perturbado. Vuelvo a sentir que no estoy solo, veo una luz en el piso, debe ser una linterna y un guardia detrás. De nuevo arranco velozmente, a la vez que observo cada detalle del lugar para encontrar a mi novia, nada se me escapa ante mí visión. Me pregunto constantemente donde se encuentra, siento que no sigo adelante, puesto que todas las tumbas son iguales y que solo logro avanzar cuando ella está a mi lado, en el mejor de los esfuerzos lograría retroceder. Increíblemente, el lugar ya comienza a transformarse, el aspecto cambia. Sin darme cuenta, he llegado a un lugar desconocido, lo suficiente para que el guardia no sepa donde estoy, pese a que no me persiguió. Estas tumbas parecen tener varios años, son lo bastante grandes para no dejar ver a una persona por más alta o ancha que sea. Ahora, con la paz suficiente para no trotar, me siento glorioso y muy merecido de respeto por emprender esta hazaña, como si al encontrarla, el mundo me lo agradeciera de un modo muy especial, no con alabanzas, fama o dinero, si no, con un simple “gracias”, debe ser mi destino estar junto a ella por toda la eternidad y por esto, Dios me hace estos hermosos favores. Aún así, ciento un ruidos, preparados para escabullirme, de retracto, es un simple gato. Encantado con el minino, por su blanco pelaje, me acerco a él, al parpadear, este se esfuma... Si vieras esto, “Tranquilidad”, que siempre te acercabas a los gatos y a todo tipo de animales, como los insectos que tanto detesto, que se manifestaban sobre mis hombros, en mi sombrero o en mis piernas, y que siempre espantabas para que nos fuese factible seguir besándonos y amándonos. El semblante de la luna es equivalente al de ella, es igual, sin expresión, totalmente neutra y blanca, a la vez seria, pero sabía cómo sonreír cuando le abrazaba o besaba sorpresivamente sus labios o sus claras mejillas, cosa que hace el mismo efecto en mí su cariño. Por la estación, la niebla aparece prontamente, volviendo a envolver con timidez el ambiente, tan paulatinamente como desaparece, aparece. No hay tul más admirable que este, que da paso al rocío en la mañana, o a la escarcha. Hace mucho frío, me sobo los brazos, mi abrigo no puede contra él. Para aterrorizar el momento, a veces se ven figuras asexuadas paseando, no me asustan los espectros, dan mucho más temor los vivos, ya que uno sabe de qué son capaces. Me comienzo a fijar en las tumbas, en los escritos y hay uno que dice “Con cariño, de tu familia”, me imagino que aquí enterraron a un abuelo. Va a sonar algo cruel, pero a esta familia que da cariños, parece que son tan falsos como hipócritas, no es solo por el comentario, si no por el estado de la tumba, muy desolada, sin flores ni presentes pequeños. Al seguir adelante, me fijo en la tumba vecina, tiene el mismo apellido que el otro, y tiene un comentario igual. Parece que al envejecer la gente, solo se le recuerda como un bebé digno de ser ignorado, ya que necesitan cuidados que la gente no está dispuesta a dar, y si los da, los va a aparentar. El respeto se va perdiendo poco a poco, primero los ancianos y luego el mundo entero, donde ya nadie se escucha y solo aprecian su ombligo como única nación de su universo entero, para luego reclamar que los “otros” a él no lo aprecian. Llego al lado de otra tumba, es pequeña, casi como una caja de zapatos, parece visitada hace poco, ya que se ve pulcra, adornada y floreada, me acerco a leer, es de un bebé que murió el mismo año que nació, hay un dibujo infantil pegado, dice: “Para mi hermanito que está en el cielo”. Este mensaje me conmueve, luego miro de reojo un mensaje en la lápida: “Hijito mío, pese a que tu estadía en el mundo fue corta, extrañaré por siempre los tres meses que compartimos juntos, tu nacimiento, tus sonrisas y todo el amor que te entregamos. Tu familia te extrañará”. Hay un enorme aprecio a lo nuevo y se da el olvido a lo viejo, si ese bebé hubiese seguido su transcurso de vida, si hubiese envejecido, ¿comentarios tiernos también se escribirían?, la siguiente lápida es de una persona que vivió ochenta años, no hay comentario escrito alguno, pero hay flores de todos los colores presentes, fotos y también un obsequio, una caja con una cinta. Con mucha curiosidad, abro el paquete y dentro hay... un oso de peluche. Inmediatamente la cierro, un nieto, posiblemente, la vuelvo a cerrar y a amarrar el nudo, hay una tarjetita al lado, la leo y dice: “De tu hijo R..., con amor para papá”. Ahora puedo ver que el mundo no está perdido, pero de todos modos, ¿cuántos son los que realmente hacen el bien?, son tantos como los que realmente hacen el mal, luchan silenciosamente entre un mar de gente que no se da cuenta. Me detengo a contemplar las tumbas, hay una que es tan grande como una habitación, entro y veo una lápida muy grande, la cual se ve entreabierta, me llama mucho la atención y en vano intento de cerrarla, escucho un grito. Como gato asustado, largo hacia el exterior, miro hacia delante y una persona, en frente de mis ojos grita, me cubro los ojos, que susto, ¡dejadme en paz!, mis manos se retiran de mi faz y ya no hay fantasma... Finalmente, llego al frente de unas rejas muy altas, cerradas por una cadena su candado, doy un paso adelante y… 4.-Presto -¡Amor, aparece!- grito y ajito las rejas ¿Dónde estás, “Tranquilidad”?, en el suelo hay manchas de sangre y su collar tirado y con la cadena rota, tengo miedo. Sin recibir respuesta alguna en un ataque de tristeza y terror, forcejeo las cadenas y terminan cayendo, abro la reja y entro con rapidez, examino todo el lugar agitado, es el sector más antiguo del cementerio, ya que todas las tumbas son imponentes, muy adornadas con estatuas y cruces de grandes proporciones, llenas de polvo, años y vejez. Si “Tranquilidad” estuviese acá, analizaría meticulosamente cada monumento y con gran entusiasmo diría: “tiene estilo gótico, me recuerda a esas fotografías de Notre Dame” Mis ojos muy ansiosos, rastrean todo -¡Habla, dónde estás!- Vuelvo a gritar, me siento muy angustiado, ¿dónde se encuentra?, comienzo a llorar sin darme cuenta, no hay remedio, tengo que seguir buscando, ¿y si el secuestrador se la volvió a llevar?, ¿o este me quiere atrapar?... ¡Rata asquerosa, asquerosos pensamientos, déjenme! Sigo andando muy sobrecogido por todos los lugares posibles, esperé tanto tiempo para volver a verla, no es posible que esto esté ocurriendo. Se supone que yo iba a rescatarla, a ser el héroe de su vida, esto no puede ser real, jamás debió ocurrir. Comienzo a sudar fríamente, mi mente comienza a tener interminables diálogos que me entristeces totalmente. La necesito, no quiero seguir viviendo sin ella, me prometió que nos amaríamos hasta el fin de nuestras tristes y estúpidas vidas. Me juró que íbamos a casarnos, que tendríamos una familia... ¿Cómo Dios deja que esto termine así? Llego al lugar que debe ser el otro extremo del cementerio, el sitio más alejado. Lleno de estés, descanso bajo una inmensa tumba que tiene en su punto más alto una figura de un ángel sin alas, pareciera estás lamentándose de mí, de que mi empresa no tuvo sentido algo, comienzo a enloquecer, me tiemblan las manos y los brazos, estoy desesperado, siento como el mundo se me cae encima, tengo tantas ganas de gritar, matar, llorar hasta que se me sequen los ojos, ¡me han quitado a la única mujer que me ha amado de verdad en todo este maldito mundo! -¡Devuélvemela, rapta a mi madre, a mi hermana y a todas las mujeres del mundo, no me importan, devuélveme a mi amada!- En mi frenesí, golpeo con fuerza la tumba, siento un leve estruendo y el ángel cae directo hacia mí, sin que lo piense extiendo mis brazos... No recibo a una estatua... está huesuda, fría, blanca... y muerta
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