Quién sigue ahora es la otra mujer que estuvo allí el día de mi asesinato.
Su nombre es Raven y, contra todos mis pronosticos, es enfermera. Todas las noches pasa por una calleja solitaria y oscura que da a una fábrica metalúrgica abandonada. Será ahí donde voy a acorrarla.
Mientras espero a que salga del hospital donde trabaja, reflexiono un momento sobre lo que sé de ella. Pienso en lo que podría usar contra ella: su miedo a los insectos o los aspectos desconcertantes de su trabajo, vistos desde un ángulo macabro. O podría usar el atuendo tradicional de la muerte, aunque no me guste. Usare eso, creo que podría funcionar.
La veo salir, despidiendose de sus compañeros mientras se dirige a la calleja. Hora de actuar. Raven pasa junto a dos sujetos, a los cuales manipulo para que la sigan. Ella los mira, desconcertada de lo que hacen y empieza a correr.
En el momento que da vuelta a una esquina para salir de la calleja aparezco yo, con la famosa guadaña en la mano y la larga túnica con capucha.
Raven me mira aterrorizada y grita:
-¡Teníamos un trato!
¿Un trato? ¿De que habla? Yo no hago tratos con nadie. Me acerco a ella y la veo correr hacia la fábrica.
No tiene a donde ir, mas que al lugar que he escogido para su muerte, así que avanzo con lentitud. A donde quiera que voltea, Raven me ve. A donde quiera que vaya, yo la sigo. Entonces ella cae al suelo y yo me acerco mientras ella se levanta.
Al verme, retrocede. Vuelve a caer al suelo y sigue retrocediendo mientras camino hacia ella.
-¡Teníamos un trato!- vuelve a gritar-. ¡Te entregué a otra!
¿Entonces ella sacrificaba a otros para no morir? Qué repugnante.
-Eres despreciable- dije.
Me retiré la capucha y sus ojos se desorbitaron de terror al ver mi rostro.
-No- dijo-. ¡No puedes ser tú! ¡Estas muerta!
Retrocedió aún más, justo hasta donde quería que llegara, y la inmovilicé en el suelo. Raven comenzó a gritar y empezaba a molestarme. Su muerte, al igual que la mía, debía ser horrenda y silenciosa; así que metí una mano en su garganta, atravesé piel y musculo y arranqué sus cuerdas vocales.
Ella se crispó de dolor y apretó los puños. Hice aparecer una pequeña fogata y calenté en ella la hoja de la guadaña hasta que quedó al rojo vivo. Hecho esto la enterre en el pecho de Raven y la abrí en canal de un tajo. Luego seccioné los tendones de sus miembros y le hice tragar una teja derretida.
Justo debajo de nosotras estaba suspendida una gran cacerola de metal. Me aparte de Raven y solte la cacerola, pero antes de que le cayera encima la derretí y el metal ardiente le cayó, chorreando y causando quemaduras tan graves que el hueso quedaba al descubierto en algunas partes. Ahí la dejé, y murió dolorosamente con el metal líquido derritiendo su piel.

Al llegar a la oficina, veo a Cerilia escribiendo en su escritorio.
-¿Ya masacraste a Raven?- preguntó.
-Ella dijo que tenía un trato- dije.
Cerilia levantó la mirada.
-Sí, conmigo- comentó como si nada.
Parpadeé. Estaba sorprendida.
-Antes de tí, yo era la Muerte- explicó Cerilia-. Hice un trato con Raven por que me pareció justa. Pero después comenzó a corromperse y violó nuestro acuerdo de dos formas.
-¿Cuales?
-La primera: comenzó a incluir a otros en sus rituales. El primero fue Brady, y él incluyó a Rafael; después incluyó a Julieta y Raven incluyó a tu siguiente víctima, Andrew. La segunda forma es más sutil: se dejó llevar por su envidia al elegirte a ti. Y por eso tú fuiste elegida como mi sucesora.
-No lo entiendo. ¿Fui elegida por que Raven me mató por su envidia?
-Fuiste elegida por que en vida eras justa, objetiva y tuviste una muerte cruel. Ahora ve y consume tu venganza para que sigas con tu trabajo como se debe.
Antes de retirarme pregunte una última cosa:
-¿Puedo hacer tratos así?
-Si tú quieres- dijo Cerilia-. Pero, dado lo que pasó, ya no es recomendable.
Entonces, con esa cuestión resuelta, me fui.