Me dedique a buscar a Andrew por semanas, sin éxito.
Había abandonado su trabajo en una tienda de dulces, había salido a toda prisa de su apartamento, nadie sabía nada de él... Se había ido.
Para mí era evidente que se estaba escondiendo. Temía que lo encontrara.
Después de unas semanas logré encontrarlo, oculto en lo profundo de un barranco. Avanzaba con cuidado para que ningún ruido me delatara.
Lo encontré en el suelo, acurrucado junto a un arbusto. Dormía profundamente.
Me acerqué a él y le susurré al oído:
-¿Creíste que no te encontraría?
Andrew abrió los ojos de golpe y se incorporó. Retrocedió unos pasos y dijo:
-No, por favor no. No me hagas daño. No quiero morir.
-Debiste pensar eso antes de asesinarme.
Caminé hacia él y continué:
-Debiste pensar que podría volver para vengarme.
-Les advertí. Les advertí desde antes. Y les advertí ahora. Brady y Julieta se irán lejos y nunca los encontrarás.
-No me subestimes, niño.
Él retrocedió e intentó huir pero yo lo agarré de un brazo y lo lancé lejos.
Luego lo inmovilice contra un árbol.
-¿Algo que quieras decir?-pregunté.
-Perdoname- dijo.
Decidí ser compasiva con él y terminar pronto. No era más que un pelele cobarde que no sabía negarse a lo que no le convenía. Así que, primero lo golpeé con una rama en llamas, después lo clavé al árbol y lo deje allí hasta que la sangre de sus heridas se coaguló.
Luego lo solté, le metí un palo afilado por el recto y lo empalé.