Claro Amanecer
Publicado en Jul 25, 2014
Hoy, me he levantado, tomado mis pertenencias.
Aún es de madrugada. Anhelante, espero la salida del sol que iluminará mi ruta hacia la paz, es un camino largo, pero el paisaje satisfacerá mi vista, que ociosa, buscará algo que la deslumbre. Suspiro. Y con el viento se va mi aliento de vida, también. Antes de las 5:00 am, tengo todo en un bolso, mi único compañero de verdad. En silencio pacífico, e impaciente, huyo de mi hogar, mi único hogar en 14 años, y emprendo camino... Un paso, una calada a un cigarillo que guardé de forma cuidadosa en mi bolsillo junto a sus compañeros, cruelmente obligados a ser empaquetados en una pequeña cajetilla de mala muerte. Otro paso, otra calada. Tres, cuatro... 6:00 am en punto, el sol comienza a alzarse, perezoso, y el frío enorme del invierno naciente no es ayuda para quién tiembla, como yo. Pero no he detenido mis pasos, detenerlos solo serviría para pensar en el retorno. Lanzo el cigarro al suelo, y de nuevo, pienso. La madre Ana debe estar ya en pie, junto a las hermanas Teresa y Sofía, preparando el desayuno para José, María, el pequeño Pedro... El hambre invade mi estómago, y como único sustento posible, decido entrar a una gasolinera con cautela y sutilidad. Robo un caramelo de chocolate, y apresuro mi salida del lugar. Corro. Huyo hacia la frontera. Aunque nadie me seguía, aunque no había amenaza, el miedo se hizo mi mejor amigo, y sigo corriendo. Caigo. Me levanto, vuelvo a caminar. El dulce, he decidido guardarlo para más tarde. Otro cigarrillo. Otra colilla que luego de un rato cae, muerta al piso. Finalmente he llegado. Abro el paquete, y saboreo lentamente, gozando del sabor del chocolate amargo. La envoltura se arruga en mi mano, y es encerrada en mi bolsillo izquierdo. Mis dos opciones: Continuar. O volver. 8:00 am en punto, el sol está ya fuera, recordándome mi objetivo, suspiro Y sonrío. El amanecer era claro, y la ternura de su apenas notable calidez caía en mi piel. No quise pensarlo más, o iba a arrepentirme. Y uno no puede arrepentirse una vez que ha tomado una decisión. Miro: hacia abajo, lo que es la ciudad, ahora, tan minúscula que podría ser levantada en la palma de una mano. ¿Y hacia arriba? Un cielo que, por más alto que uno fuese, aunque subiera al monte más empinado, era inalcanzable. Decidí mirar solo hacia arriba, arriba solamente. Sujeté firmemente mis pertenencias, ya inútiles. Sonreí nuevamente... Y salté, a ese vacío tan profundo, pero, con la vista hacia el cielo, anhelando algo mejor en mi otra vida. Sonreí por última vez. |
Guillermo Capece
es un muy buen escrito, donde el personaje, aunque no este claro el motivo de su sufrimiento, el momento, su desicion definitiva, esta muy bien encarada, muy bien escrito; narrás con facilidad.
saludos
Guillermo
LadyAnonima. (K de A)
Saludos: Lady.