La estrella mas brillante.
Publicado en Jul 28, 2014
De nuevo no podía dormir. Pese a haber sido un día pesado, una jornada de esas que a uno lo dejan sin ganas más que de acostarse y dormir por lo menos 12 horas.
Pero no podía. De nuevo esas estrellas en su ventana aparecieron sin aviso. Quería creer que era lo normal. Estrellas en pleno verano, algo normal. Se acomodó de nuevo y se tapó la cabeza con la almohada. A los 12 minutos volvió a abrir los ojos imposibilitado de pegar los ojos. Se volvió hacia la ventana. Las estrellas brillaban más aun. El reloj marcaba las 2 a.m. De nuevo el insomnio. Se levantó. Se calentó un poco de leche con miel y se la tomó como un condenado a muerte. Volvió a la cama. El mismo ritual: arregló las sabanas salidas, las frazadas, los almohadones, encendió incienso y se acomodó lentamente, apagando la luz por enésima vez en la noche. Llevaba en esa pelea ya 6 horas. 6 horas que debía estar durmiendo y no dando vueltas e ideando maneras de cansar a su cerebro con historias inventadas sobre lo que haría al día siguiente, sacando cuentas para llegar a fin de mes, ideando las próximas vacaciones.... Las estrellas parecían brillar mas aun. Se rascó la cabeza. Le dio calor, se destapó y finalmente encendió un cigarro. Se quedó convencido de que esas estrellas estaban brillando demasiado. Y también de que no estaban ahí hace 3 días atrás. El cigarro se consumió demasiado rápido para su gusto. Y se fue a lavar los dientes sin encender las luces. Volvió, pero ahora al sillón, donde se sentó y acomodó para ver si al menos el sueño llegaba de ese modo. Y de vuelta a lo de soñar despierto. Pasaban los días, los meses y los años en su imaginación, pero no llegaba el sueño. Le dio tiempo hasta de llegar a su cumpleaños del año siguiente planeando todo casi minuciosamente. Pero el sueño no llegaba. Y afuera esas estrellas parecían extrañamente estarlo llamando. Los gallos cantaban. El perro salió a ladrar casi con miedo y él se acomodó en el sillón. Hacía dos días atrás, también, que unos borrachos se habían metido al patio de la casa buscando refugio quizás para qué, y el perro los correteó a mordiscos y gruñidos, él había salido con la pistola en la mano pero ya el ultimo borracho saltaba la reja desesperado y llorando con un pedazo de su pantalón menos. Ahora tal vez se trataría de los mismos tipos. O de otros. Pero no esperó a que el perro hiciera lo suyo. Tal vez ahora vendrían mas que antes, así que volvió a sacar su arma y se puso un chaleco oscuro por si acaso. Salió al patio, los gallos cantaban, el perro se había vuelto a su rincón a dormir, y caminó un poco más hasta el centro del patio. Las estrellas brillaban por miles allá arriba. Recordó un viejo sueño de niño, cuando despertaba en el suelo después de caer de la cama. Una luz que lo cegaba, los gritos de sus padres... Se fregó lo ojos, el sueño llegaba al fin. Y se devolvió a la casa. En eso estaba cuando, sin saber porqué, volviose sobre si mismo para mirar a las dos estrellas que desde la casa parecían mirarlo, ahí estaban, titilando casi violentamente. “Optokinesis” se dijo sonriendo, y se dispuso a volver, cuando de golpe, las dos estrellas comenzaron a agitarse y a agrandarse como en medio de un colapso cósmico y a una velocidad apabullante, hasta volverse dos enormes focos que lo apuntaban a menos de 10 metros, iluminándolo como a un conejo y paralizándolo también. Al instante siguiente, solo quedaba en el patio la pistola que llevaba en la mano. Y los cantos de los gallos lejanos. Y las dos estrellas, ya no se encontraban en el cielo. Nunca mas.
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