Marcha el cielo,
cada nube se muere en unisón con él,
el sol se aparta,
para que iluminen las estrellas,
que lentamente se apagan, y corren por el universo,
pues se marcha el cielo,
el mar pierde su azulado color, y la tierra se desvanecerá,
el suelo comienza a hundirse bajo mis pies,
y ¿me hallo temeroso?,
extraño, me siento alegre,
quizá se pierda el mundo entero,
y una sonrisa se esboza en mis labios,  
y camino, camino, con dificultad en la tierra desquebrajada,
se han acabado las luces,
acabo de marcharse el cielo, el cielo de mi anterior mundo,
y aquí ya no queda nada,
¿me hallo sin esperanza?,
si, mas aún camino alegre,
ha perecido mi mundo,
y una risa se escucha en el eco del vacio,
no queda nada de mi ser,
de mi alma misma, y camino sonriente,
¿debería entregarme a la desesperación?,
a ese circo mundano de la desolación,
quizá, pero no por eso dejo de sonreír y alegrarme,
ahora perece el mundo,
y cada alma viviente en el,
pero yo, yo no puedo morir,
pues antes debo vivir,
esto no es sino la libertad
de mi torturada alma terrenal.