Los lagos se reordenan.
Las montañas llamean.
Los árboles acontecen y se pulsan.
La luz nace y sacude las aceras.
Las renovaciones despiertan de su sueño
y las hadas retornan a sus cuentecillos.
Las nubes arrastran a la fría niebla.
Mi condición se rehace pura esta mañana.
Siento mi suave ser que se construye
desde vórtices límpidos y silentes.
Veo los ombligos de las chicas.
Oigo la cháchara permanente de la urraca.
Mis decisiones hoy acontecen sin tregua
y mi corazón es melífluo y vagaroso.
Mi alma correcta sabe que soy brevedad
y que no debe derivarse a las maldades.
El Sol es una dádiva en mi rostro
y soy feliz sobre mis céntricos íjares.
Hoy mis pasos tienen su propia jerga
que huye del acervo de las turbas.
Camino sobre troncos derramados
y entre trances que aún no se despiertan.
Los árboles son expresiones de la fijeza
llagadas por el tiempo inamovible.
Veo mariposas que se celan
y hojas que se jactan de su verde brillo.
El viento me describe entre sus líneas...
Siento que mis pasiones se han reorganizado
y guardado en áticos inmemoriales.
Me pierdo por caminos tutelares.
Piso bicocas y añicos de tajamares rotos.
Las ramas se infieren y se enrocan
y se muestran perdidizas y prestadas.
Hoy tengo mi máxima alegría:
La del niño que acaricia a su canario.
Es un día fijo que me abarca completo
y liquida mis dudas contumaces.
Acontece que vivo y voy en lo movible
respirando la paz de las auroras.