Mis ojos no reconocen mi habitación:
Veo siluetas en cada esquina y vértice.
Los engaños se levantan en mis párpados
y se desgajan en su forma inclinada.
Estoy en los corredores de una duda
donde no sé si he o no amanecido.
Siento formas advenedizas en mi frente
que se deslizan hasta palparme el regazo.
Hay centellas caudalosas a granel
y algunas llamas prendadas de las cortinas.
Hay una hilacha de olor a sueño combativo
que insiste en su canción desentonada.
Acontece que en mis noches de ebriedad
puedo pronunciar sinrazones totales.
Mi cuerpo es un completo desecho
al que se le han asignado dolores muy precisos.
Veo elementos que luchan sacudiéndose.
Veo trechos que no tienen salida.
Trato de incorporarme y no lo logro.
Mi cama es una piedra y una carcel
y mis almohadas cristales en pareo.
Como la de las muchachas que servían los tragos.
Recuerdo que bebí de todo y gasté bromas
y hasta recuerdo que salté de una tarima a una trama.
y fuí sobre el granaje de rutas impostoras.
Oí mujeres mustias practicando su ayuno
y hombres llorosos transmutando sus penas...
Recuerdo haber quebrado rejas atemperadas
y haberme resistido a cualquier ordenanza.
Yo me sustentaba en mis latidos
y seguía en flagrancia como un prófugo.
Toqué muros, toqué hiedras,toqué silencios.
Acudí a las instancias de mis propios manantiales
y traté de abolir algunos sustantivos.
Tenía yo la fuerza de un relato grotesco.
Venía de mis propias repeticiones plenas.
Traía las llaves de todos los presentes
y el tiempo se aceleró en mis cálidas sienes.
Recuerdo que tropecé y caí en una anécdota
me golpeé los premolares amalgamados.
Pero me rescató un trance ciego que pasaba
y me metió en esta cama de bravas varaduras
en la que todavía no logro salir de lo fantástico
y el sabor de la hiel cunde en mi boca.