TEORIA
Publicado en Sep 08, 2014
Debías saberlo, colecciono tus fotos, tengo cientos, miles, las subo a photospace y es como guardar tu cuerpo en una cámara criogénica, para hacerte vivir después de un tiempo, como antes. Sin ninguna duda eras una belleza, temporal, momentánea, inestable, como quieras llamarla...por eso guardo tus imágenes, trato de transformar aquello hasta convertirte en una historia repetida, que al fin de cuentas no es otra cosa que una realidad interminable.
Comencé aquella tarde después de las clases de Anatomía, cuando nos encontramos de casualidad en Lorenzo de Garaicoa y Luque, te invité a una cerveza, ¿recuerdas? Fuimos al hotel nuevo como a diez cuadras que divisamos mientras buscábamos uno que se ajuste al presupuesto. Mientras acomodabas tu mochila de actriz y te desvestías de ese jean viejo y desaliñado que te encantaba y de ese calzon de muñequita más que de mujer de 23. Sin darte cuenta hice algunas tomas con una desactualizada canon de 2 megapixeles y 3x de zoom optico. Te juro que tenía otras ideas cuando las tomé, quizás crear un blog porno, de esos donde las chicas salen con el rostro oculto y titularlo: mis ex-novias o algo así. Esa tarde hicimos el amor como animales en celo y al final, en el último duchazo dijiste te amo, sentí escalofríos. Tal vez fue en ese momento cuando cambié de idea y decidí crear un album privado donde guardaría todos tus instantes, tus respiraciones, miradas, movimientos musculares, tips y hasta las palabras recortadas en pequeñas vocalizaciones que estarían grabadas en algún lugar de la web. La segunda vez fue en el teatro La Mueca, mientras elaborabas un monólogo original, olvidé insertar la memoria en el aparato y no pude hacer más que 30 tomas, pero salieron geniales. Tu pelo ensortijado parecía formar letras, palabras y frases mientras ondulaba y se desplegaba en cada uno de los movimientos de ese cuerpo que al momento no era tuyo, era del público, de los ojos, de las neuronas que procesaban tu imagen hasta convertirla en pequeñísimas cantidades de sustancias químicas, neurotransmisores e impulsos eléctricos. Debo confesarte que soy un admirador de tu puesta en escena, de la forma como te aislas para mostrarte y expresas ante la nada de los aplausos y la bulla de quienes muchas veces no entienden pito de lo que haces. Luego se me hizo costumbre, te filmaba mientras dormías, cuando comías, te bañabas, llorabas o gritabas. Un vicio diría yo, llegue a subir tantas fotos que alcancé el límite de almacenamiento en photospace y tuve que abrir archivos en otros sitios de hosting, free por supuesto. Traté siempre de que no lo notaras, con la historia que hice de tomar fotos en blanco y negro para armar mi colección de instantes, objetos, sin figuras animadas, peor aún personas. Siempre me gustó tu confianza ciega en lo que decía, aunque mintiera me creías, eso es amor pensaba yo. También lo hice, jamás dudé de tus palabras, de los ensayos hasta las dos de la madrugada, de las presentaciones en Cuenca, toda una semana sin verte, de los amigos cogidos de la mano, del pelo mojado al regresar, del jabon de motel que encontré en la cartera, de la vagina húmeda al visitarte en el departamento y de ese olor repetitivo y super reconocible, elaborado en mi imaginación, que olafateaba cuando nos encontrabamos o en los sitios cerrados donde habías estado. Las fotos continuaron y el nombre de los sitios cambiaba cada vez. Seguías actuando y yo persiguiendote como un admirador obsesionado que arma su propio club de fans, buscando espacios para verte, espantando sueños para crearlos , alejando amigos para no compartirte. Huyendo de la rutina contigo, porque estar junto a ti era explorar mundos nuevos a cada instante. Universos que se perennizaban en la web, una manera de llevarte a la eternidad de una existencia por ahora sin fin. Una tarde cualquiera, nublada, caminando por Capitán Nájera, donde los papeles sucios se elevan hasta la altura de la rodilla cuando el viento sopla y las piedras en plena calle recuerdan el último partido de indor jugado el domingo. Percibiendo el hedor de los cartones, pegados a las paredes de las casas, aguardando los cuerpos sucios y enfermos de los mendigos dipsómanos que descansan allí; atento a los lanzas, tipos delgados, escuálidos que utilizan gorras de beisbolista y copias de gafas ray ban, dedicados a arranchar cualquier objeto de valor que lleves encima, calle de desesperanzados y conformistas, de alcohólicos y empleados de oficinas mediocres, de evangelistas, mormones y feligreses de iglesias católicas donde el cura da la misa después de mansturbarse tres veces en el confesionario. Calle devoradora de ilusiones, de lámparas quemadas y aceras de ciudad en guerra, perros espantosos y casas despintadas. ¿Conoces palabras suficientes para escribir poesía? No tantas como Balseca o Nieto, pero suficientes para llegar al nivel de despertar emociones. Ah, y esa música de evanescense ¿Desde cuándo te gusta? No me agradan todas: my inmortal, bring me to life, going under, sweet sacrifice, call me when you are sober, son las más cheveres... Mientras bajabas las medias largas, multicolores que cubrían tus muslos delgados y blancos, llenos de pecas, después de una actuación. Ya sin mirarte a los ojos, ya sin estar seguro de nada o especialmente seguro de una sola cosa. No se cuando comencé a imaginarte inmóvil, pálida, con labios amoratados y rostro lívido, pero esas imagenes se repetían reproduciendose en mi cabeza como una cinta sin fin. Te veía pero ya no eras ella, ahora otra, una mezcla de maldiciones y pesadillas, todas las tristezas juntas en tu cuerpo, todas las depresiones en el destello de tus ojos y las noches se volvieron tan largas que ocupaban los días y las mañanas que no existían llegaron a ser anheladas tanto como la vida sin imagenes, la carencia de fotografías, la vida sin cámaras. Entonces ya no era necesario tomar instantáneas, eras el instante detenido, la pose permanente, la palabra repetida de un disco de vinyl rayado. Sin embargo, el mundo seguia, mis manos buscaban otros ambitos alrededor de la existencia detenida. Cuando llegue atrasado te sorprendiste, no era mi costumbre, puse mi brazo en tu hombro y entramos al hotel, volvi al lugar que nunca existio, desnude lentamente tu cuerpo transparente, lamí tus palabras nunca pronunciadas, segundo a segundo, con la paciencia increible de la pasion y la lujuria, devore ese cuerpo dedicado en el pasado a otros menesteres y resolví toda duda. Y fueron la tarde y la mañana el día final, la historia del amor mas puro que se recuerde, la crónica de tus muslos blancos, de la sangre corriendo sobre las baldosas, del sentimiento inerte al lado de una cámara abandonada.
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