VENATIO (versin final)
Publicado en Sep 09, 2014
Un vibrante rumor me hace emerger de la somnolencia de golpe, jadeando, abro los ojos y me percato de que todo lo inunda la negrura, respiro un asfixiante olor a sangre, acero, polvo y arena que se abre paso a través de mi garganta, comienzo a deambular a tientas hasta que soy cegado por la imponente luz del sol; con los ojos cerrados, voy hacia la luz. Recupero mi vista y veo que me encuentro rodeado de personas observándome, mis oídos se sofocan debajo de una lluvia de efusivas aclamaciones que aquellas gentes de rostro llano y panzas regordetas dejan caer sobre mí; vuelvo la cabeza para darme cuenta de que la entrada por la que provengo ha sido bloqueada. Estoy atrapado.
El suelo vibra por la intensidad de los vítores de la multitud, a lo lejos, diviso a dos hombres delgados que caminan lentamente hacia mí, de cerca logro observar que vienen armados con lanzas, mi corazón sube hasta mi tráquea y retrocedo lentamente, ellos avanzan apuntándome con sus armas, me rodean, no tengo hacia dónde escapar; estoy aterrado. La punta de una lanza se precipita sobre mí, a duras penas la evado, salgo del rincón donde me acorralan; me siguen, estudian con esmero mis movimientos, vuelven a atacarme y me retiro todavía más. Los aplausos del gentío a nuestro alrededor se unifican creando una sola palmada rítmica. Gimo ante un súbito dolor en mi costado, fúrico, arremeto contra el culpable, él cae al suelo, grita, su sangre salpica mi rostro, esquivo la lanza restante y la plebe celebra; entiendo ya, que es sangre lo que buscan, como si tuvieran una ferviente adoración religiosa hacia ella, los gritos de su insana fascinación retumban en mis tímpanos, me aturden. Horrorizado, me alejo de mi adversario, de mi compañero lúdico en este vano ritual, él me acecha con la punta de su lanza apuntándome, patea el suelo, y la arena cae en mis ojos, arde, no puedo ver, lo escucho moverse y doy inútiles golpes al aire. De repente ya no oigo sus movimientos, solo las ovaciones del público. Ciego y ensordecido doy varios pasos al frente, me azota un repugnante olor a lana, cuero y sudor, me abalanzo en dirección a ese hedor, siento que lo tiro al suelo... siento su arma atravesar mi vientre. El aire se me escapa junto con mi sangre, mi verdugo me deja caer a lado suyo y se levanta, la multitud estalla en gritos y aplausos, mi contrincante celebra, se baña en las aclamaciones que los presentes le regurgitan frenéticos mientras a mí se me escapa la vida a ensangrentados borbotones; mi cuerpo se entumece poco a poco, desde la punta de mis garras hasta mi cola. Me desvanezco sobre el vibrante suelo de este averno escuchando las alabanzas de la plebe: "¡Ave, Venator, Ave, Venator!"
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