La historia de las Espadas: El resurgimiento de los guerreros. Captulo V
Publicado en Oct 15, 2014
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Capítulo V. El nuevo mundo. 
 Son las tres de la madrugada en Ciudad Central, considerada la más importante orbe del lado occidental, no sólo porque se encuentra el castillo del Rey Baltaz, sino también porque es la más poblada y rica del mundo entero, según los occidentales.
La noche es fría, las estrellas y la luna cubiertas por las nubes no se pueden ver en el cielo, sólo iluminan las luces de la ciudad. En un callejón oscuro que se encuentra en el centro de la ciudad, entre una tienda de artículos de plomería y un bar llamado Los Extravagantes, se escuchan golpes, como si una llave de tuercas golpeara un bulto. En las afueras del callejón se encuentra un hombre de aproximadamente treinta años, recargado en la pared de la tienda y fumando un cigarrillo, era delgado y con la barba mal rasurada. Los ruidos del golpe cesan, del callejón sale un hombre de baja estatura, rechoncho y calvo, en la mano tiene una llave de tuercas llena de sangre, mientras jadea se dirige al otro hombre:
- Se puso un poco agresiva, la tuve que calmar- dijo el calvo.
- Era una de mis mejores propiedades, muchos hombres querían estar con ella, creo que esto te va a costar un poco más de lo que habíamos acordado- contestó el otro mientras le daba una bocanada a su cigarrillo.
- Está bien vamos a entrar a la tienda, debo de tener dinero, te la pagaré.
 
No muy lejos de ahí, en la comisaría número 25 de Ciudad Central, un grupo de oficiales estaba en las afueras a punto de patrullar el área que les tocaba. Adentro, los teléfonos no dejaban de sonar y el bullicio que hacía la gente no dejaba escuchar lo que cada uno decía. En la recepción había un oficial gordo seboso de mediana edad con el pelo entrecano. Mucha gente le reclamaba. Se encontraba un ebrio con la mitad de la frente rota, un hombre con vestido de cocinero gritando y una señora que se notaba muy preocupada llorando y diciendo incoherencias. El oficial desesperado les empezó a gritar:
- Ya les dije que tienen que esperar su turno, en cuanto se desocupe algún oficial los atenderá.
- Los oficiales de afuera están desocupados y no me quisieron ayudar- dijo el cocinero.
- Esos oficiales ya tienen actividades planeadas, sólo están esperando el momento de actuar, vayan a sentarse y los llamaré cuando me desocupe.
- Cuando se desocupe los tipos que me robaron mi puesto de hot dogs ya ni estarán en las calles- dijo el cocinero.
- Tiene que ayudarme ya por favor, mi hija se fue de la casa desde temprano y no ha regresado, no me contesta el celular y ya no sé dónde buscarla, debe estar perdida- dijo la señora llorando.
- Su hija debe estar en casa de su novio señora, ahora vayan a sentarse y los llamaré enseguida- le contestó el oficial.
 
Las tres personas se fueron a unas bancas cercanas y ahí se quedaron esperando a que alguien las ayudara o mínimo escuchará sus plegarias. De pronto se oyó una alarma en la comisaría y una luz roja empezó a alumbrar el lugar.
“Alerta roja, hay una amenaza de bomba en la Biblioteca del Centro, todas las unidades dirigirse al lugar y esperen ordenes de su capitán”.
Esto fue lo que dijo una voz en el micrófono y la mayoría de los oficiales salieron a buscar sus patrullas y dirigirse al lugar de los hechos.
- Sólo eso me faltaba, menos policías para atender las denuncias ciudadanas- decía el oficial de la recepción al momento que recibía gritos de las personas en la lista de espera.
 
En las afueras de la comisaría varios oficiales se quedaron en espera de un transporte que los pudiera llevar a la Biblioteca del Centro. No había suficientes patrullas o camiones para todos, así que tuvieron que ir corriendo hacia el lugar donde había amenaza de bomba, que estaba a uno 20 kilómetros de la comisaría.
La Biblioteca Central es un edificio de aproximadamente cuarenta metros de largo y ocho de alto, de dos pisos. La puerta principal es grande y tiene doce ventanas en el frente, seis en cada piso. Diez minutos después de que se recibió la llamada en la comisaría, el lugar estaba rodeado de oficiales, algunos con simple uniforme y otros con armaduras para evitar heridas graves con los disparos y golpes.
La persona que hizo la llamada de amenaza de bomba fue un lector que estaba dentro de la biblioteca obligado por su captor, Rastade, un hombre grande y robusto que buscaba la atención de los policías. El cuerpo antibombas se disponía a entrar por la puerta principal cuando ésta estalló de frente y dejó tres oficiales del escuadrón muertos y cinco heridos.
- Alerta, al parecer la bomba ha estallado y herido a oficiales, llamen a una ambulancia rápido- dijo a través del comunicador el Capitán Ringstone.
 
De pronto, las ventanas del segundo piso del edificio se rompieron y de ahí salieron varios rehenes disparados hacia el suelo. Dos de ellos se fracturaron el cráneo y tres más quedaron heridos. Después se vieron brazos y piernas destrozadas salir de las otras ventanas.
- Cambio en la situación en la biblioteca, puede haber ciudadanos vivos adentro y alguien los tiene como rehenes, manden al escuadrón especial- dijo Ringstone por la radio “pero qué rayos está pasando aquí” pensó.
 
En una de las ventanas se asomó Rastade, un hombre corpulento con pantalón de mezclilla roído y camiseta mugrosa de tirantes, riendo como loco, con un arma de gran calibre en la mano y una granada en la otra.
- Estúpidos oficiales, cayeron en la trampa, ahora su muerte está definida- gritó Rastade para después tirar una carcajada.
 
Arrojó la granada a una patrulla y explotó, los oficiales cerca se tiraron al suelo. Los secuaces de Rastade empezaron a disparar con sus armas mientras los oficiales se cubrían detrás de alguna patrulla o donde podían.
- Estamos bajo fuego enemigo, respondan- gritó Ringstone en el megáfono, ya no le importaba si había rehenes adentro, los criminales los estaban acribillando- no podemos esperar al escuadrón, los oficiales que tengan armadura entren al lugar y pongan a salvo a los rehenes que quedan.
 
Los oficiales entraron a la biblioteca mientras otros disparaban desde afuera. De pronto una explosión sucumbió todo el lugar. Patrullas y oficiales volaron, el ruido y el fuego no permitieron ver a Ringstone qué estaba pasando. Después de unos segundos semiinconsciente se dio cuenta que estaba tirado en el suelo con los oídos y la nariz sangrando. Empezó a llover. El capitán por fin pudo levantarse y lo que vio lo dejó paralizado. La biblioteca en llamas, cuerpos quemados por todos lados, algunos todavía retorciéndose, patrullas volteadas destruidas emitiendo fuego y humo y algunos oficiales haciendo llamadas de auxilio por el comunicador. Esa noche el caos reinó en Ciudad Central, ya que mientras gran parte de las unidades de bomberos, ambulancias y policía acudían al lugar para ayudar debido a la cobertura de los medios de comunicación, otros delincuentes aprovecharon para saquear zonas lejanas del centro de la Ciudad.
En otra parte del mundo, en el Hemisferio Oriental, apenas empezaba a anochecer, y eso significaba que la mayoría de las personas estaba a punto de comenzar la oración y los honores al Rey Shi-Mao Yun. En la ciudad de Hazle las cosas estaban muy tranquilas, los negocios empezaban a cerrar y la gente iba a sus hogares para descansar después de un día pesado. Por estas horas en el templo de la ciudad se congregaban los creyentes que cupieran en él y en las afueras también había gente a punto de rezar. Salió el sacerdote al altar para empezar la ceremonia y en ese momento el Templo explotó y dejó más de cien muertos y otros más heridos. Los gritos de terror no se hicieron esperar y las autoridades comenzaron a realizar operaciones de rescate.
Mientras los bomberos intentaban apagar el fuego, en el aire se lograba ver un mensaje hecho de humo que decía:
 
“Viva la rebelión y la libre expresión de palabra. Abajo el rey tirano”.
 
En las calles de las más importantes ciudades de Oriente, desde hace varios meses, se pueden ver panfletos donde los rebeldes expresan su repudio a las leyes tan rígidas del Rey Oriental y la manera en la que presiona a las personas de esta región del mundo que se niegan a ofrecerle honores. Es por ley que cada mes los ciudadanos de las ciudades gobernadas por este Rey deben darle algún tributo, desde animales hasta riquezas, lo que ocasiona el enojo de una minoría oriental dispuesta a no ofrecerle esta veneración. Las autoridades y el Rey Shi-Mao Yun nunca hubieran esperado este feroz ataque por parte de los rebeldes. Un día triste para la parte oriental del mundo.
En el castillo de Occidente la noticia de la destrucción de la Biblioteca del Centro se conoció a la mañana siguiente mientras el Rey Baltaz desayunaba con su esposa. El Rey pidió una junta con sus consejeros cuanto antes. En el primer piso del castillo se encuentra la sala principal, donde los ciudadanos o turistas pueden entrar a visitar el palacio y tomarse fotografías. Pero en el Ala Este hay una compuerta que lleva a la sala secreta donde los servidores de mayor confianza se juntan con el Monarca cuando éste proclama una reunión.
Entre los consejeros estaban antiguos generales del ejército, algunos senadores del reino de Occidente y grandes empresarios, los más ricos de la parte de este mundo. El Rey estaba sentado en la parte frontal de la mesa y sus colaboradores en el resto de la misma.
- Es inaudito lo que acaba de pasar en esta ciudad, la más poderosa de este mundo y sólo a unos cuantos kilómetros de mi castillo- dijo el Rey.
- Esta ola de violencia se está incrementando cada vez más en este sector, y si no hacemos algo para detenerla, puede traer consecuencias graves para esta ciudad- opinó un senador del Reino.
- ¿Qué se sabe del maldito criminal que organizó todo esto? ¿Ya lo encontraron?– preguntó uno de los antiguos generales del ejército de Occidente.
- Aún no. Su nombre es Rastade, es un conocido sociópata y nuestras primeras investigaciones dicen que estaba dentro de la Biblioteca cuando explotó, pero yo no lo creo- respondió el Capitán Ringstone.
- Esos tipos como Rastade son ratas, cometen un acto como éste y se esconden, dudo mucho que esté muerto, así que la ciudad no estará segura hasta que gente como él esté en prisión o desaparezcan de la faz de la tierra– dijo Troy Curtis, un empresario, de los más ricos y poderosos del mundo- yo opinó que se organice una cacería para atrapar a este ser vil y eliminarlo.
- Los que se vaya a hacer con los criminales es cuestión del departamento judicial, de nadie más, señor Curtis- respondió Ringstone.
- Pero aun así creo que a este tipo de criminales se les debe dar una pena mayor, y no sólo encerrarlos algún tiempo o de por vida- comentó el General Astwick, del ejército de Occidente.
- Creo que lo más importante que tenemos que hacer en estos momentos es encontrar a Rastade y después preocuparnos que se va hacer con él, voy a poner todos los recursos que tenemos para encontrar a este hombre- contestó Ringstone con tono más irritado y poniendo los puños sobre la mesa.
- Con todo respeto capitán- comentó Troy Curtis- creo que sus recursos están muy limitados y no van a bastar para derrocar esta ola de violencia que está azotándonos, no sólo es Rastade, todas las noches hay asesinatos, robos, violaciones, ya no se puede salir tranquilo por las noches en esta ciudad.
- Pues disculpe que sus noches en la ópera o de alguna fiesta de beneficencia se vean manchadas por estos problemas, pero se está haciendo todo lo que se puede señor Curtis- respondió cortantemente Ringstone. El magnate se disponía a responder cuando el Rey interrumpió.
- Basta de tocar temas que no interesan en esta junta. Troy, al hacer comentarios de este tipo en contra de las autoridades del reino es como si estuvieras atacando al mismo reino, es decir, mi reino, y eso no lo puedo permitir, por otro lado, tienes razón en que la ciudad por las noches se está volviendo un caos y no contamos con los recursos suficientes para impedirla, tenemos que acabar con este problema de una vez por todas.
- No era mi intención ofenderlo Su Alteza- respondió Curtis- pero me preocupa lo que pasa en la ciudad, sobre todo cuando tengo unos negocios que realizar con gente importante del norte de Occidente y el hecho de que la ciudad se mantenga en esta situación puede resultarme difícil concretarlos. Pero estoy consternado cuando comenta que no existen los recursos suficientes para acabar con la violencia, si un grupo de empresarios encabezados por mí ha dado mucho apoyo a las fuerzas policiacas, si eso no es suficiente ¿qué podemos hacer al respecto?
- Debemos reforzar la presencia del ejército- dijo el General Astwick- debemos intervenir y ayudar a erradicar la violencia.
- Yo no creo que esa sea una opción, imagínense la imagen que daría Ciudad Central ante las demás de Occidente, y sobre todo con los orientales- intervino el Alcalde de la ciudad. Los demás integrantes del consejo comenzaron a discutir hasta que el General Astwick pidió silencio.
- ¿Usted lo consideraría, Su Majestad?- preguntó el general a su Monarca.
- No, y no creo que Troy se refiriera a eso.
- ¿Ah no?
- No, claro que no mi general, el hecho de que el ejército esté en la ciudad también afecta mis negocios. Pero creo que debemos actuar rápido antes de que la criminalidad nos sobrepase, debe haber otras formas y recursos para poder lograrlo, hay muchos ciudadanos como yo que estamos comprometidos con esta ciudad y que queremos que salga adelante, desde este momento les digo que yo no huiré como algunos de mis colegas, me quedaré a resistir y hacerle frente al crimen- dijo Troy Curtis con un tono de discurso político.
 
A la mayoría de las personas que estaban en la sala no les gustaba la presencia de Troy Curtis en el consejo. Este hombre era por todos sabido un empresario exitoso, que había ingresado debido a las donaciones que había hecho al ayuntamiento. Se le consideraba sólo un niño rico. El Rey Baltaz, con la mano derecha en la barbilla, recordó viejos tiempos y a un amigo perdido.
 
  
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Foto del autor Luis Mario Garca
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Descripción

Parte de la saga de la historia de las Espadas.

Palabras Clave: Literatura fantstica espadas artes marciales hroes

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Fantasa



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