Se conocieron una fría noche de invierno, ambos estaban sin nada interesante que hacer y entraron a una sala de “chat” algo muy común en estos tiempos porque a veces es más fácil socializar tras un monitor de computadora como mascara que cara a cara, la casualidad quiso que coincidieran, justo el mismo día, la misma hora, la misma sala, las misma conversación, como si se tratara de un libreto previamente establecido que se debe seguir como una norma: hola, ¿Cómo te llamas?¿cuantos años tienes?¿a qué te dedicas?¿de dónde eres?, después de una plática trivial intercambiaron correos y así fue como comenzó todo.
 Vivian en ciudades diferentes a miles de kilómetros de distancia pero en el mismo país (¡qué suerte!) él era seis años más grande que ella y había estudiado la universidad en la ciudad donde ella vivía pero al terminar regresó a su ciudad, nunca se habían visto antes, el destino no lo había querido así, platicaban casi todas las noches, al salir de trabajar ella prácticamente volaba para llegar a casa y encontrarlo y en el fondo de su alma ella deseaba que el hiciera lo mismo, a decir verdad no lo sabía con certeza, pasaban largas horas “conversando”, conociéndose, tenían muchas cosas en común y a pesar de la distancia el estar cada noche juntos los hacía sentirse cerca el uno del otro.
 Después de unos meses así habían intercambiado algunas fotografías y la atracción física se había dado, él pensaba que ella era realmente hermosa aunque la inseguridad de ella no le permitía aceptar ese tipo de cumplidos y ella por su parte no lograba entender cómo es que él estaba soltero con esa cara y ese porte, por otro lado también habían tenido algunas platicas “candentes” y a ambos les había gustado, pero también habían tenido algunas discusiones y peleas, ella tenía un carácter sumamente difícil y era hasta cierto punto muy voluble, el por su parte era un hombre maduro que nunca hacía caso a los berrinches de ella, lo que ocasionaba que las peleas crecieran aún más, pero nunca lo suficiente como para dejarse, lo habían intentado pero ciertamente no era algo que alguno de los dos deseara.
 Sucedió un día, entre platica y risas a altas horas de la madrugada, a través de un monitor y a cientos de kilómetros de distancia pero sintiendo como si estuviesen en la misma habitación, frente a frente, “Te amo” había dicho ella intentando que pareciera casual, “Es tarde, hay que dormir” fue la respuesta de él, un corazón roto y muchos sentimientos de culpa y lágrimas, de esas que derramas hasta quedarte dormido.
 No volvieron a tocar el tema hasta muchos días después (por insistencia de ella claro está) y él había sido bastante claro, la quería pero ella debía entender que no era posible sentir más, la distancia los separaba y ambos tenían una vida armada, una vida que él no estaba dispuesto a dejar o a cambiar por perseguir algo que ni siquiera sabía si iba a funcionar y ella tendría que resignarse, lo que tenían hasta ese momento era lo que tendrían siempre. Las cosas siguieron con su marcha habitual, platicar un rato cada noche, tal vez alguna platica candente, alguna video llamada, risas, ponerse al tanto el uno de la vida del otro, “la vida tiene que seguir” había pensado ella; y claro que siguió.
 Un día ella conoció a alguien, alguien que vivía en su ciudad, que veía frente a frente, que podía sentir y tocar, alguien a quien podía besar. Citas, salidas, paseos y ella invariablemente se enamoró. Decidió no decírselo a él, pensaba que por el momento no tenía caso y de todos modos a él no le importaba, ni siquiera sentía algo por ella. Poco a poco las conversaciones se fueron haciendo menos y siempre que él le preguntaba ella respondía que había salido tarde de la oficina, que su computadora se había descompuesto, que estaba cansada, muchas excusas y nunca la verdad: estaba enamorada de otro.
 Así sucedieron los meses, seis exactamente, hasta que un día él hizo la pregunta así, sin más “¿Estas saliendo con alguien?” y ella había decidido responder con la verdad (dicen que la verdad libera) “Si, tengo novio” ¿otro corazón roto? No, ella lo dudaba, él había sido muy claro respecto a lo que sentía pero después un bombardeo de preguntas “¿hace cuánto tiempo? ¿Por qué no me lo habías dicho? ¿Es algo formal? ¿Lo amas?” preguntas que ella respondió pacientemente con la verdad “seis meses, porque creí que no te importaba y no pensé que llegaría a este punto, si es formal, si, si lo amo como alguna vez te amé a ti” y sucedió otra discusión sobre la falta de sinceridad de ella, otra amenaza de “dejarse” y al final otra vez ninguno se había atrevido, ¿Por qué no podían dejarse? Cosas que pasan.
 Y siguieron, como siguen los condenados, sabiendo que el final será inevitable y que llegará en algún momento pero intentando no pensar en ello, de no darle importancia, conversaban y reían, de repente él le preguntaba por su relación y ella prefería no dar demasiados detalles aunque él insistiera, se habían convertido en amigos y confidentes aunque muy en el fondo de su corazón ella lo quería, lo quería demasiado y tenía miedo de perderlo, vivía en un mundo de confusión, le habían enseñado que no se puede amar a dos personas a la vez pero entonces ¿cómo era posible que ella lo sintiera? ¿Era eso real? No tenía las respuestas solo lo que sus sentimientos le decían.
 Un 14 de febrero mientras platicaban el preguntó que había recibido de obsequio por el día del “amor”, ella no quiso dar detalles como siempre, los consideraba innecesarios pero este particularmente más, le dijo que habían ido a cenar y ya pero él no se conformaba, siempre queriendo saber más insistió e insistió hasta que ella no pudo evadirlo más “Me pidió matrimonio… ” Silencio… “¿qué le respondiste?” fue la pregunta que lo rompió “que si” la respuesta de ella… no supieron que más decir pero ella estaba totalmente desconcertada, no entendía la reacción de él, era totalmente inesperado para ella así que le preguntó que sucedía y se suscitó un dialogo que fue irreal para ella:
-Me siento mal
-¿Por qué?
-¿Cómo quieres que me sienta?, me van a quitar a mi mejor amiga… a mi amor!
 El silencio esta vez fue de ella, no podía creer lo que acababa de escuchar. ¡Su amor!, había deseado tantas veces escuchar eso de él, y ahora no sabía qué hacer, que decirle o cómo reaccionar, había confusión en su mente pero más en su corazón. Siguió una larga conversación llena de confesiones de amor y de temores de perderse el uno al otro pero aun así no había nada más que hacer, la distancia seguiría siendo un gran impedimento para estar juntos y ella no estaba segura de querer dejar lo que tenía por perseguir algo que tal vez no llegaría a nada y a su vez él no le ofrecía la opción de ser él quien llegara a donde estaba ella. Acordaron de nuevo que la vida tendría que seguir pero esta vez sabiendo que ambos sentían lo mismo, que él se resignaría a la decisión que ella había tomado pero que aun así seguirían en contacto hasta que ella se casara. Serian algo así como amantes a distancia.
 Porque a veces el amor es así, no tiene que seguir las normas establecidas, llega de repente y se instala y no le importan cosas como distancias, edades, ideologías, se siente, se vive, se piensa. Empezó como una fría noche de ocio, ninguno de los dos lo buscó pero al final se encontraron, se conocieron, se amaron y nunca se tocaron, al menos no físicamente porque ambos podían sentirse a distancia. Al final cada uno encontró su camino, él también se enamoró de alguien real, de alguien a quien podía ver cara a cara y no a través de un monitor, ambos fueron felices cada uno en su mundo pero siempre pensando el uno en el otro, agradeciendo la oportunidad de haberse conocido, de haberse amado, de haber tenido libre esa fría noche de invierno.