Lluvia
Publicado en Oct 21, 2014
La tormenta te había tomado por sorpresa. Huyendo de ella, llegaste totalmente empapado, a mi casa. Sabías que te ofrecería cobijo, como no hacerlo, nuestra amistad llevaba años.
Te ofrecí una toalla, no pude evitar bajar la vista, tu camisa mojada transparentaban tus pezones, erectos por el efecto del frío. Cuando levanto la vista, me sorprendo al ver que estás mirando, me habías atrapado, que situación tan incómoda, tu sonrisa lo dijo todo. -Tengo frío- dijiste. - Sécate, mientras tanto iré a preparar un café- respondí. La situación era embriagadora y excitante, pero debía sacar esos pensamientos de mi cabeza, no podía echar por tierra una amistad de años por un momento de pasión. Unos minutos después, apareciste con una toalla alrededor de la cintura y secándote el cabello, diciendo. -Preferiría una copa La sorpresa casi me hace derramar el café. Ahí estabas, con tu dorso desnudo. No podía simular mi turbación, tú lo percibías, era una lucha interna entre mi cabeza y mis hormonas. Te acerque la copa y fuimos a sentarnos en el sofá. Conversábamos de las cosas que pasaron desde la última vez que nos vimos. Empezamos a reírnos tontamente, quizás por los efectos del vino que ya empezaban a hacer su efecto. Tu mano se apoyó inocentemente en mi hombro, yo la mire. La retiraste distraídamente aunque sin mucho éxito, el rubor comienza a encender tus mejillas. En ese momento deje la copa sobre la mesa, al darme vuelta veo tus ojos iluminados por un brillo extraño, intente decir algo pero mis palabras se ahogaron. Nos quedamos mirándonos largamente esperando que alguno rompiera el silencio, pero sin éxito. Nuestras miradas nos acercaron como un imán, me tomaste por el cuello atrayéndome así ti, nuestras bocas se unieron. Mis brazos te envolvieron para no dejarte ir, recorría tu espalda, mientras tú desabrochabas mi blusa para posar tus manos sobre mi espalda. Poco a poco te inclinaste, mientras te ibas desasiendo de la toalla, sin dejar de besarme, a fin de que no pronunciara ese temido "NO" que arrojaría por tierra, tan maravilloso momento. Por un instante, te alejaste con cierto miedo pero sólo escuchaste mi respiración agitada. Lo que te alentó a reanudar el acercamiento, fuiste a mi cuello y poco a poco fuiste, descendiendo explorando, descubriendo cada pliegue de mi cuerpo. Mientras tus manos se enredan en mi cabello. Comenzaste a invadirme lentamente, mientras susurrabas “ya eres mía, lo serás por siempre”. No dejaba de mirarte, de besarte, mientras nuestros cuerpos se entrelazaban en una danza electrizante. Tus brazos me acercaron más ti, mientras tu cuerpo se convulsionaba, cerrabas los ojos, tu boca se abría, tu espalda se arquea y te dejas llevar a ese lugar de placer extremo. Nos quedamos tendidos, exhaustos, felices y abrazados. Sin decir palabra, con nuestras propias vergüenzas pero sin arrepentimiento. Nos quedamos dormidos, abrazados uno al otro; al despertar, ya no estabas. Pasaron los días y nos volvimos, a encontrar, estabas ahí, mirándome, en un acto reflejo gire la cabeza, brindándole una sonrisa a mi acompañante. Lunaoscura
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