NADIE APARECI
Publicado en Oct 29, 2014
Una capucha negra cruzaba todos los días a la misma hora el recorrido entre la calle Troca y la avenida principal. Sus movimientos eran rápidos, acuciado por un apremio desconocido.
En el café nadie reparaba en él, las conversaciones cotidianas se retorcían en una espiral insoportable mientras unos escupían sus penosas hazañas y otros escuchaban sonrientes. El trabajo, asfixiante en esa época del año previa al verano, ya no me importaba demasiado, me hallaba en un estado de ensimismamiento con ruedas que zigzagueaba entre la universidad y los fines de semana. Los desayunos se servían de 8 a 10, y dentro de la carta a pesar de anuncios con ofertas generosas, la mayor parte de las veces carecían de sentido, ya que el repartidor se aburrió de transigir los atrasos y mi jefe se olvidó de pagarlos, por lo que a día de hoy, las tostadas con mantequilla se consideraban el plato estrella. Sé que tiendo a divagar, pero intentaré no desviarme más del tema. Por aquellos días como ya he dicho, estaba disperso detrás y delante de la barra, y sin embargo al acecho de las andanzas de nuestro paseante misterioso. Todavía me parece increíble que un tio con esa corpulencia y ese aspecto pasara inadvertido para mis compañeros y los clientes. Yo no dije nada, pues ya había tenido algún malentendido( que más adelante explicaré)con Mónica, la encargada, y no quería armar más revuelos. He de confesar que he tenido problemas con el alcohol y eso no ha facilitado la relación ni con mis compañeros ni con cada cliente que entra por la puerta. El primer psiquiatra me detectó brotes paranoides, el segundo una importante incapacidad comunicativa con visos sociopatía, y por último un grupo de ayuda para cuyos integrantes era una especie de semidios. Mucho apellido para indagar en mi cerebro, sacarme 100 euros por consulta y decirme que efectivamente estoy como una cabra. En cualquier caso, ningún médico me impidió participar de todas las cosas extrañas que sucedieron detrás de las cristaleras que miraban a la calle como tampoco vaticinaron la verdad. El día que reaccioné, salí a la calle con el pretexto de tirar la basura, lo que provocó el desasosiego de Mónica, que clavaba obstinadamente sus pupilas en mi culo.( No sé por qué nunca se atrevió a decirme que le gustaba, que quería arrancarme la piel a fin de conseguir todas las sensaciones perdidas hace tiempo y nunca reencontradas. En vez de eso, prefería hostigarme, convirtiéndome en el responsable de su decadencia.) La calle expedía los primeros humos de las calefacciones y el aire viciado de los portales se volvía paulatinamente puro al cruzar la acera, guiándome lejos de la ciudad, más allá del campo embriagador. Cuando regresé, alargué al camino en la dirección en que veía llegar sus pasos, eran las 08 y 10 pero nadie, excepto dos chavales, apareció.
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javier castillo esteban
un abrazo
Mara Vallejo D.-
Logras imprimirle a tus letras, algo que hace interesante tus historias, amigo mío. (Es mi pensar)
Adelante.
Abrazos