ESTRELLAS DE OTOÑO  Ayer paseé por la orilla del coma, encarnando las siluetas erguidas y torcidas que en vida se mostraron casi reales. Estaba deshojando vuestras estaciones y los viajes de goletas florales que atracaron delante de mí. Desde mi sueño puedo veros, mientras enviáis señales microscópicas que interpreto a mi manera.   Sois hermosas, y envidiablemente humildes,Después de mucho vacilar y congelarse vuestras raíces, os habéis  desprendido inexorablemente, gracias a lo cual, quizá con viveza, aprovecho para robaros vuestro perfume sin olor, y expulsar la tristeza de la pérdida.En el suelo descansáis desconsoladas, estampadas pasajeramente contra el césped, girando como molinillos estáticos que difuminan las delicadas betitas articuladas sobre un abismo fucsiaYo os canto con mi mirada con la intención de que no aneguéis la tierra ni empañéis mis pupilas, pues yo un día también fui hijo de dos rosas que cuidaron de sus pétalos rosados. Conoceréis que los árboles no marchitan, y que su sombra hará sombra, ya que un árbol vencido jamás desfalleció por no ser humillado ni víctima de voces sin vergüenza.El instante, sin embargo, no se detiene y ahora se presta fugazmente a ser inmortal a los ojos de los ausentes antes de perderse, cuando el aire os meza al alba, pergeñándoos en formas inexactas, simulando ser astros lejanos e inalcanzables. La fotografía duerme en la mesita de noche con el polvo del día que encontró sus sitio entre mis muebles. No se lo he quitado desde entonces, al igual que no nos desprendemos de las sombras de un árbol vivo.