LA BESTIA
Publicado en Nov 25, 2014
Una historia bien documentada habla de un ser que vivía en la calle T., cerca de la esquina del abrevadero. Nadie daba fe de su rostro, mas una luz mortecina que se encendía dos veces al día, y las visitas intempestivas de la señora Roy deshacían la ficción.
Congregados en la plaza, los ancianos elucubraban acerca de su imagen, como si fuera de verdad lo que sus lenguas viperinas inventaban. El 2 de diciembre, y bajo una intensa nevada, la señora Roy acudió como cada mañana a la casa, enferma y acechante, y sacó los retazos de un papel garabateado soltándolos al viento, con la ventura o la suerte de entrar silbando en mi habitación, mezclándose la revelación con los copos gruesos y esponjosos. Recompuse con celo cada parte del escrito, con las carencias del original, descifrando e interpretando lo más acertadamente posible ciertos renglones: En ese momento estaba yo fumando en el alto de K. embelesado por el regocijo de una visión prohibida, alentando a que la vieja diera el paso. Ella sin embargo recelosa, repasaba cada palmo del casco mayor sin margen al descubrimiento fortuito en mitad de la tempestad. Finalmente sacó el manojo de llaves de su bolso y abrió la puerta del destartalado edificio para perderse en la negrura del vestíbulo. Las tejas patinaban aleatoriamente, y las grietas de la fachada acompasaban la mala salud de los cimientos. Creíamos todos que más tarde que pronto se derrumbaría el mamotreto, muriendo el misterio consigo, y provocando la vana estampida de víboras removiendo las piedras y contemplando el cuerpo aplastado de aquello con vida. Esta sería la última oportunidad antes de evaporarme y desaparecer de aquel inhóspito lugar, del que nada bueno perduraba ya. A las dos ,una enorme figura se agachaba para no llamar la atención mientras la vieja posaba las manos sobre un manto gris de paño ocultando la cabeza y el tronco. No puedo describir el terror que sentí cuando un rabo asomó por debajo del escudo improvisado. Los ahogados resoplidos confirmaron la silueta demoníaca que se desplazaba con torpeza, manteniendo el equilibrio con ayuda de su protectora. He pegado la nota de forma anónima en el tablón del ayuntamiento, esperando la reacción de los vecinos. El experimento puede salirme muy caro, los perros ladran con furia hoy, salivando rabiosos a mi paso. Rosa la panadera no me ha dirigido la palabra, incluso Javier me ha mirado con hostilidad Los nervios se han esfumado al llegar a casa, creo ser víctima de la sugestión, nada malo rodea mis pesquisas, nadie recuerda haberme visto colocar el cartel. Voy al baño y me miro de frente, tampoco mi piel ha mutado, noto un cosquilleo en la parte posterior de mis rodillas, y respiro aliviado. Mi rabito sigue meciéndose con dulzura.
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Elvia Gonzalez
javier castillo esteban
Mara Vallejo D.-
Es digna de admirar tu imaginación; además, los componentes que desfilan en tu relato, le imprimen un sello , tu sello, a cada texto que nos compartes. Estoy siempre pendiente de tus publicaciones y también de otras que me encantan. Te felicito, amigo mio.
Abrazos
javier castillo esteban
Beto Brom
Shalom
Beto Brom
javier castillo esteban
Un placer