¿Qué sería de nosotros en un mundo donde no existiera un necio, un ególatra o una envidiosa? Yo me retracto a hechos de mi vida en los cuales tuve el placer de conocer a una persona con las características mencionadas, entre otras tantas que forman parte del rango de la estupidez humana; y no es que no me sienta identificada, muchas veces he sido un poco de todo esto al mismo tiempo o en circunstancias donde fui estulta con mis propios pensamientos o con los pensamientos de los demás. No niego que he intentado demostrarle al mundo leyendo textos científicos que sabía todo, en el caso de que estúpidamente me preguntaran cuándo se extinguieron los dinosaurios o cuándo la iglesia dejó de ser el temple de la estupidez humana, creo que no estoy segura de los dinosaurios pero en cuanto a la segunda pregunta que me formulé durante esas noches de insomnio donde reflexionaba sobre las posibles opciones, me di cuenta que era una estúpida y que había ingresado en el mundo de la estupidez junto con el 90% de las personas y más aquellas que todavía niegan que lo fueron en cierto momento en alguna época, a los 5 o a los 50. Ciertamente, todo ese proceso de tiempo nos lleva a equivocarnos y comportamos de formas tan variadas y extrañas. ¿Por qué extrañas? Porque todavía nos levantamos a la mañana y nos miramos al espejo esperando que algo en nuestra cara cambie y si no ha cambiado y sos una de esas pocas personas en el mundo que suscita amor cuando se mira en esa “enorme pared de mentiras” que usualmente llamamos ESPEJO, quiero felicitarte porque deberíamos seguir ese ejemplo y dejar de esperar que un hechizo mágico nos cambie la cara que tenemos semejante a una roca muda y podamos reírnos un poco más de nosotros mismos así sigamos siendo unos estúpidos. ¿Qué mejor que serlo? Sería aburrida una vida llena de gente inteligente que piensa que lo sabe todo (como yo cuando leía los manuales de cómo dejar de ser una tonta), y son más altivos y necios que todos nosotros juntos. Reconocer que no lo sabemos todo es el primer paso para dejar de ser un ignorante errante que camina pisando sus propias huellas una y otra vez por miedo a que algo salga de su cauce “natural”. Lo ignoto no es la persona en sí, sino todo lo que lleva dentro y que solo trasmite por los ojos, la necedad se encuentra en que queremos ser perfectos y cuanto más lo ansiamos más lo somos, lo difícil, amigo mío, es reconocer que buscamos el opúsculo que nos dé la certeza de cómo vivir y cómo dejar de ser el hazme reír de otro conjunto de la sociedad que, lamentablemente, vilipendia a todo lo que resalte un poco de sus cerebros de termita. Lo que no entiende, esta agrupación, unidad colectiva que aparece en mi diccionario particular con la siguiente palabra: Abestuido; desconocida por muchos, ya que tiene un solo significado inventado por mi mente descollada: estúpido abstraído. Creo, solemnemente, que mi definición no puede herir el ego de estos seres “extraterrestres” que conviven con nosotros hasta debajo de las piedras. Sin ánimos de insultar ni desprestigiar a nadie, me despido con este desdén que he escrito para un conjunto colectivo de estúpidos, como yo, que nos reímos de serlo y no usamos epítetos perfectos para referirnos al resto de los seres que habitan el planeta y que hacen trepidar a los más ingratos e ignorantes de la sociedad; porque creen ser inteligentes y no recuerdan que la inteligencia y la sabiduría son dos cosas completamente diferentes. No podemos hacer una dicotomía de una gran estupidez, piénselo.
