El encuentro con la Reina de las Nieves...
Publicado en Jan 01, 2015
Me perdí entre las montañas y solo Dios sabe cómo llegué a las nieves eternas. Ahí el frío me penetraba hasta lo más profundo del alma, fue ahí, entre una tormentosa nube llena de nieve que la vi descender desde las alturas, con su caminar de fuego que congelaba con sus pisadas la cascada que nacía de la punta de la montaña, era ella, la dueña de todo lo que se podía ver y escuchar, heredera de los grandes glaciares del mundo, la Reina de las Nieves.
La cola de su vestido cubría toda la cascada hecha hielo, y bordado en su vestido se podían admirar miles y miles de copos de nieve e diferentes formas y tamaños. Su cabello era largo y blanco como nubes en el verano, y una corona de hielo macizo azul le recorría la cabeza. Sus ojos azules como dos grandes zafiros me miraban con dureza, y yo no pude hacer más que arrodillarme, totalmente embelesada en esos grandes ojos que me miraban. Levantó su mano y de aquellos finos y largos dedos comenzó a emerger una tormenta de nieve, que generó un mover de nubes inigualable. Automáticamente cubrí mis ojos con mis brazos y me tiré al suelo congelado tratando de protegerme de la nieve, creí que moriría congelada, o embestida por esas grandes ráfagas de viento. En ese momento, oí una suave pero potente voz que cantaba una canción que había escuchado entonar a los +arboles hace un tiempo atrás. Era un idioma olvidado, uno que creí escuchar de los labios de aquellos seres de emblemática belleza vistos por Tolkien. Supe que era ella. Al abrir los ojos me encontré a los pies del sendero que me había llevado hasta las nieves eternas. Al mirar hacia arriba, una brisa fresca me estremeció y lo entendí; me estaba dando una oportunidad de huir de su reinado azul. Me alejé lo más rápido que pude sin mirar atrás por temor a que alguna maldición o embrujo me convirtiera en estatua de hielo, y al llegar al final del camino, mientras me alejaba, volví mis ojos a las cumbres, y creí verla parada en la punta más alta, rodeada de nubes heladas; esa fue la única vez que visite sus condominios. Pero aún hoy, cada vez que veo nevar, logro escuchar tenuemente aquella potente vos perteneciente a la reina de las nieves. Nahir .S.
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