EMILE DURKHEIM
Publicado en Nov 28, 2008
EMILE DURKHEIM
Para comprender la teoría de Emile Durkheim es primordial fijarse en el contexto del autor. Recurrentemente en sus obras nos deja ver su permanente preocupación respecto del estado en que se encuentra la sociedad contemporánea en la que vive. Europa ha iniciado una etapa de la modernidad capitalista caracterizada por una intensidad -sobre base industrial- de los intercambios comerciales y por una extensión vertiginosa de sus límites, en lo que se ha venido a conocer como la fase imperialista del capitalismo. Por consiguiente, las sociedades europeas se hallan perturbadas a raíz de un dinamismo de variadas confluencias y divergencias, que marcan de un modo profundo la reflexión que hace el autor sobre la sociedad. Toda rotura de equilibrio, asevera Durkheim en “El Suicidio”, aun cuando de ella resulte un bienestar más grande y un alza de la vitalidad general, empuja a la muerte voluntaria . Los individuos en esta nueva fase del capitalismo, viven en carne propia las consecuencias de la dinámica desintegradora de un orden social que, a la sazón, se encuentra siendo superado por un constante impulso modernizador. Las personas se tornan vulnerables frente a un estado de desregularización que, por lo demás, se ha presentado como la condición básica para el despliegue incesante de la economía. Es de este modo que Durkheim se plantea como propósito el pensar el orden frente a una sociedad cuyos rasgos esenciales presentan un carácter inorgánico . Y esta disposición adquiere en su pensamiento un sentido restitutivo, que confiere a la ciencia de la sociedad una compromiso de enérgico contenido moral en la medida en que puede llegar a contribuir con su método al esclarecimiento de las causas objetivas que se encuentran a la base de tamaña anomalía, cuyos síntomas se dejan sentir notoriamente. Es el caso particular del suicidio, que lo llevó a realizar una profusa investigación con la intención de establecer las causas sociales del fenómeno que a todas vistas se presenta como un acto enteramente interno, determinado única y exclusivamente por las conciencias de los individuos. He aquí una de sus categóricas conclusiones: Cuantas veces se producen en el cuerpo social graves reorganizaciones, ya sean debidas a un súbito movimiento de crecimiento o a un cataclismo inesperado, el hombre se mata más fácilmente. Y, el llegar a tomar tan radical solución no es que tenga su fuente en las dificultades que pueda encontrar la existencia humana para desenvolverse vitalmente, puesto que lo que más extraña es el hecho paradójico, de que, efectivamente, el mejoramiento general de las condiciones de vida han llevado a muchos a separarse de ella. La sociedad europea experimenta un progresivo aumento de las riquezas, no obstante conseguirlo a merced de una liberalización que encuentra en todas las esferas de la sociedad un nicho desde el cual expandir su dominio. En el ambiente de la época se respira un fuerte aire de liberación respeto a normas caídas en desuso forzosamente, a manos de un mundo moderno que rompe las ataduras que lo mantienen ligado a un pasado lleno de arcaísmos, cuya moral no cumple ya con los requerimientos prácticos de una sociedad en permanente cambio. En consecuencia, es posible vislumbrar en ese mismo ambiente social la preeminencia de una cierta apología utilitarista que halla en el desenfrenado despliegue de la actividad económica (antes recluida y controlada por la autoridad) su justificación. Se le ve a Durkheim rebatir tales posturas y argumentar -por ejemplo con el aumento en los suicidios- acerca del nocivo efecto que provoca para la sociedad el debilitamiento y/o la falta de regulación jurídica y moral en que se encuentra la vida económica en particular, y social en general. Señala: Solamente cuando la sociedad está perturbada, ya sea por crisis dolorosas y felices, por demasiado súbitas transformaciones, es transitoriamente incapaz de ejercer esta acción (la de imponerle un freno a la actividad humana); y he aquí de dónde vienen estas bruscas ascensiones de la curva de los suicidios. Y es que las crisis se han vuelto la tónica de estos nuevos tiempos quedando los individuos expuestos a un trasfondo social carente de un marco de integración sólido que pueda dictaminar los criterios conductuales socialmente aceptables que sirva de guía, de carta de navegación, para el desenvolvimiento en la vida. En definitiva, el hombre moderno se ha venido quedando sólo, sin familia que lo acoja, que lo contenga. De este modo, Durkheim sostiene que no es cierto que la actividad humana pueda estar libre de todo freno. Nada hay en el mundo capaz de gozar de tal privilegio. Porque todo ser, siendo una parte del universo, es relativo al resto del universo; en su naturaleza y la manera de manifestarla no depende, solamente de sí mismos, sino de los otros seres, que, por consiguiente, los contienen y les dan reglas. Y continúa: Lo que el hombre tiene de característico es que el freno a que está sometido es moral, es decir social. (La moral comienza allí donde comienza la vida en grupo, sostendrá al determinar el Hecho Moral). Desde esta perspectiva, la teoría de Durkheim puede ser considerada como una teoría normativa de la sociedad, que busca determinar objetivamente las leyes y reglas que permiten que esta se articule, permanezca. Ella sola (la sociedad como único poder moral superior al individuo) tiene la autoridad necesaria para declarar el derecho y marcar a las pasiones el punto más allá del cual no pueden ir. Y en La División del Trabajo Social, en su prefacio a la segunda edición, insiste con esta misma idea: Por el contrario, la libertad (…)es ella misma el producto de una reglamentación. (…) Ahora es cuando sabemos qué complicada reglamentación es necesaria para asegurar a los individuos la independencia económica, sin la cual su libertad no es más que nominal.
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