¿Y qué ocurre cuando das con la horma de tu zapato?
Que corres, que vuelas, que te teletransportas.
¿Qué ocurre con la sinceridad?
Que daña, que hiere, que te hace pensar y dudar.
Aunque he de decir que prefiero mil verdades que maten, a una mentira piadosa.
¿Qué pasa con los sentimientos?
Que vienen y van, afloran y mueren,  se elevan y caen.
¿Qué es el amor?
No he hallado ninguna descripción, es más creo que no existe.
Es aquello que nos confunde, crea mariposas y veneno para ratas, me dan ganas de vomitar…
¿Qué es la soledad?
Aquello que cuando no tienes añoras, y cuando se ancla a tu pecho te mata.
Creemos que debemos enamorarnos porque es lo común, es lo que se lleva, es la moda, pero yo visto como quiero y ahora mismo no creo en ello.
Es efímero. Todo lo que sube, baja. Así son los sentimientos, perecederos, con fecha de caducidad. Sobrevive el cariño, la amistad, la familia, pero no existe el te amaré para siempre. Para siempre es demasiado tiempo.
En ocasiones anhelo amar, sentir que estalló fuera de mi, esa sensación de encontrarte en las nubes pensando en esa persona que te hace suspirar, que congela tus neuronas y te atonta.
No quiero perder mis facultades mentales por una persona, no me apetece que me hieran, estoy harta de tonterías, estoy harta de enamorarme a días, de que se enamoren de mí  a ratos. Todo debería ser menos complicado, pero nunca me han dicho que la vida fuese fácil y mucho menos encontrar a la persona de tu vida de un plumazo o en un aquí te pillo, aquí te mato.