No hay consuelo aparente para una hija al saber que pronto su padre sería ejecutado; un padre es un padre, no importa la vestimenta o su apariencia. La joven Cessair besaba el brazo de su padre, donde antes estaba tapado por la manga de su uniforme, mientras pensaba cómo podría evitar un destino sellado para el día siguiente. 
-Mejor el plomo autoimpuesto que la muerte impuesta por otros.-le dijo Cessair, extrayendo de entre sus ropas una pistola.-Descuida, no es una Parabellum.
-El suicidio es honorable pero no lo acepto...-dijo él, con una sonrisa tranquilizadora.-El hombre condenado a muerte ya no es más capitan de su vida, pequeña, es apenas un viudo de su vida. 
Tales palabras, más que llenar de orgullo a su hija, produjeron en Cessair una tristeza aun más honda...
-Hija mía, única de mis entrañas, te paso el mando de mi barco, navega por aguas de paz y contruye tu futuro y un por venir que te aleje de un destino como el mío. Nunca en mi vida estaré más orgulloso de ti como ahora...
-Padre...-pero no dijo nada. El barco Lil Ballerina era un recordatorio permanente del paso de su madre por la vida del gran Capitán. Una marca que dejó en el mundo con una hija luego de su muerte tan temprana. 
-No temas por mí, la muerte es solo una muerte que pasa.-aquel hombre, robusto y atento, parecía más grande y alto de lo que Cessair alguna vez había visto. Sintió en su mejilla una leve caricia junto a una sonrisa de orgullo y amabilidad de su padre, junto con las palabras:
-Eres tan hermosa como tu madre...Honra mi memoria y la suya con una sonrisa...
Cessair era ya una mujer, aun cuando en esos momentos se sentía como una niña indefensa. Apretó la mano de su padre contra su mejilla y le sonrió, denotando en ella toda la gratitud que podía demostrarle.
El Capitán no negaba su crimen y su castigo era justo, sin embargo, ella sentía que no podría respetar esa decisión. Aun así, Cessair sabía que estaría bien. Se levantó y mirando unos últimos segundos al capitán con una sonrisa, se alejó corriendo de las celdas y del pueblo. Corrió y corrió hasta que sus piernas le recordaron que era humana. Miró de lejos el pueblo y la horca; si la voluntad de Dios pudiese salvarlo, ¿su padre lo aceptaría o diría lo mismo que le dijo a ella? Rezó por su padre y por ella, pidió por su descanso y porque ella no lo evitase.
-La muerte es solo una sombra que pasa...-susurró repitió las palabras del Capitán.-Es lo que más deseo en este momento...