Ella II
Publicado en Jan 18, 2015
Ella II
Ella, de primera ganándome de mano por los ojos, me atrapó por su figura, con un pestañeo de su mirada me sacó la segunda, con no poca ventaja, y yo cuan al contrario iba, sin armas me quedé, sin tan siquiera una defensa, me alentaron sus ojos y yo levanté vuelo. Me dijo un amigo que no me fiase mucho de la alabanzas de sus ojos, que es costumbre suya muy usada, jugar con la mirada, me dijo que es un sueño incoherente y vago dejarse llevar por su estilo suave y elegante, que era una idea muy más hermosa y era engaño. Yo que me sentía amparado y defendido de sus ojos en las demasías de sus miradas, pensándome favorecido de ella, le dije que; si decir se puede ganaré por sobre la envidia y la murmuración la dote exclusiva de su pasión. Él, me dijo que para empresa tan grande, no es bueno salir a combatir con tan pocas ventajas, que es público y notorio para conocidos y amigos de toda la torta de lo cual yo carezco, yo le dije cuando veas resplandecer su nombre patrocinado por el mío, en esa fiesta digna de guardar, los que ahora ignoran conocerán las armas que yo tengo, los que creen que son muchas mis privanzas quedaran temido por mi ingenio. No te ilusiones que esta prenda de otros mucho es muy estimada, hasta por señores y príncipes, dijo mi amigo. Yo, que soy como el río que nunca va para atrás, pensando que lo religioso sobrepuja los buenos deseos inclinados a toda virtud, puse en oración esta admirable industria. De paso y por la posta, como quien no quiere la cosa a ella le llevé un presente, deslumbrando con ellos sus ojos, le mostré unos versos que a ella le gustaron muy mucho. Hallándome con ventaja sobre los otros, esos versos desbarataron y rompieron toda esperanza de mis contrarios; ganando la mayor victoria vista hasta entonces, tanto así que no se atrevieron a cortejarla más. Yo que en la vida carecí de bienes de fortuna, no le faltaron dotes a mi alma cuando mis labios la consagraron como la dueña, señora y reina de mi casa. Obedecido y amado de ella, tanto que a devoción me daba su mirada, tan era así que más no sabré pedir, ni menos podré entregar, ella que a brazos abiertos era, hasta que un día si decir se puede, me robaron su presencia, fue cortar el agua que con su vida regaba mi jardín. Como no tengo mucha ciencia y es poca mi erudición quizás me cueste entender este castigo del cielo, que con leyes trágicas y divinas me quitaran mis ojos, que si antes saltaron vivos, ahora terminaron ahogados o muertos.
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Elvia Gonzalez
gonza pedro miguel