Testimonio
Publicado en Jan 23, 2015
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 Testimonio
Siempre había pensado en escribir y dejar plasmado en un papel en blanco,  la experiencia más linda, pura y celestialmente divina que viví, cuando era muy niña, pero que recuerdo como si fuera hoy.
Estaba en la casa de mis abuelitos maternos, su casa en el campo, un lugar llamado el Ocotillo, muy pintoresco, rodeado de árboles frutales y ornamentales, con un riachuelo de aguas cristalinas que se deslizaban muy suavemente entre pequeñas colinas boscosas que oscurecían todo su transcurso,  por la extensión de tierra que era de mi abuelo.  Era tan grande, con llanuras para jugar y correr con mi hermanito, primos y primas.
Una tarde, luego de haber jugado mucho, como a eso de las cinco pasado meridiano, estaba cenando en una de las esquinas del comedor de madera blanco, no de pintado, si no  del color de la madera y era blanco de tantas lavadas, por lo que lo veía  impecable,  se encontraba ubicado en el centro de la cocina y sin sentir ni el más leve dolor o angustia, me desmaye, no recuerdo nada de lo que paso, ni porque paso?  En ese momento inicie un viaje maravilloso, en el cual corría, corría y corría, por un camino muy angosto e infinito, era como por sobre las nubes y conocí lugares extremadamente bellos e inexplicables, para todos lados que miraba eran inmensidades de flores, rosas de múltiples colores, tamaños y formas.
Sentía una alegría profunda, una felicidad completa, que lo único que deseaba con mucha ansiedad, era llegar al lugar hacia donde me dirigía, mis pies no tocaban ninguna superficie, no experimente cansancio, ni dolor, todo era alegría y felicidad infinita, eso fue celestialmente bello, que al recordar, deseo con todas las fuerzas de mi alma volver a tener esa oportunidad de experimentar la muerte, pero con la certeza de obtener la vida eterna en el cielo.
Bueno; para ir concluyendo recuerdo que cuando desperté de mi dulce e inexplicable viaje, al instante no pude hablar, ¡y lo digo con toda la certeza, seguridad y alegría!, que me lleve las manos a mi rostro y me sentí dura y congelada, mis dientes ya estaban tan contraídos los de arriba con los de abajo, que por la inocencia de la niñez, en ese momento no supe lo que había pasado. Solamente recordaba con tanta claridad, lo que había vivido en el más allá.  Y paso un buen rato para que me fuera recuperando y regresara a mi cuerpo el calor de la sangre recorriendo mis venas.
Recuerdo observar a mi abuelita y familiares rodeándome y llorando, mis padres no estuvieron conmigo, no vivieron ese momento de dolor por pensar que me hubiesen perdido.
Ahora que decidí, compartir mi experiencia, a través de este testimonio, quiero aprovechar para decirles a aquellas personas que se detenga y se tomen un tiempo para leerlo, que estoy muy segura de que cuando uno muere, se muere el cuerpo, el alma o el espíritu no muere, este momento es el pase de la muerte a la vida eterna, si fuiste una buena persona.  
Me siento feliz de compartir este testimonio y que tengan la plena seguridad de que sus seres queridos que ya partieron, están compartiendo el reino celestial con nuestro Padre, con el Hijo y con el Espíritu Santo.
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Foto del autor Maritza Talavera Lazo
Textos Publicados: 115
Miembro desde: Jan 11, 2015
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Descripción

Es un bello testimonio, una experiencia vivida en mi niñez, los invito a leerlo.

Palabras Clave: Testimonio

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales



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