Un sacerdote quiso burlarse de un pobre campesino al que había visto labrando la tierra y le lanzó una pregunta sin miramientos.- ¿Qué busca el sabio sin sabiduría, labrador de tierras?El pobre anciano, lleno de tierra y con los pantalones arremangados hasta la rodilla levantó su mirada, humilde, con admiración y le respondió:- Nada más que preguntas sin respuesta y lagos repletos de asombro e incertidumbre.El sacerdote, asombrado e incrédulo quiso saber cómo pudo elaborar tan magna respuesta, siendo tan solo un labrador de tierra.- Me lo susurró ella, la tierra, el árbol y el mismo lago del que le hablé -respondió con tono sencillo el cansado campesino-.El sacerdote se sintió apenado por su propia actitud y entendió que él no era ni de cerca sabio, y mucho menos sacerdote. Se alejó, sin despedirse del humilde campesino, del que había aprendido en un minuto más de lo que aprendió en treinta años de vida sacerdotal.