Invitaré un vals a la felicidad, esperando ansiosa no se vaya a enojar, pues por mucho tiempo la desaloje de mi hogar.
Decidida y paciente quiso esperar; postrada, quieta e inmóvil yacía, en mi puerta, sin parpadear. Por desgracia para su paciencia, yo ya no sabía jugar aquel dulce juego a ser princesa bailando inocente un eterno vals.
Pasaron días, tal ves meses y no quiero en años pensar, hasta que por fin una mañana, al abrir la puerta, su esencia se había decidido marchar.  Provocó que en mi mente se estableciera renuente lo que el "hubiera" disfrutaba susurrar; la cabeza una duda comenzó a cultivar...¿Dónde estará la felicidad?.
Cómo no se qué camino ha decidido marchar, al pie de mi puerta dejare una invitación formal, envuelta en plástico para que no se fuera a maltratar, escrita con el llanto que su partida ayudo a decantar.
Invitaré un vals a la felicidad, esperando intranquila que a esta cita decida llegar, ahora esperar paciente en la puerta será mi lugar, recordando desesperadamente como jugar.