"Mejores amigas"
Publicado en Mar 19, 2015
“Mejores amigas”. Eso eran ellas dos para mí. Las chicas más populares de la escuela. Todas querían ser como ellas. Todos querían a alguien así de hermosa. Alguien así de perfecta. Alguien tan diferente a mí. Yo era una simple chica a la que nadie veía ni quería. Era gorda, fea, tonta e invisible. Observaba a las demás chicas: delgadas, bellas, femeninas, coquetas, todas con novio y varios pretendientes. Anhelaba ser como ellas… yo simplemente era un fantasma para la sociedad.
Había quienes a mi espalda hablaban, burlándose de mí, gritándome perjurios, echándome en cara todos mis defectos. Sus insultos me perseguían a donde fuese, acosándome cada noche antes de dormir. De pronto aparecieron ellas dos. Tan perfectas. No había chica en el mundo que no quisiera ser como ellas, y ellas fueron las que me vieron a mí. Compadecidas de mi asqueroso ser, decidieron ayudarme. Me enseñaron a vestirme y arreglarme. Me enseñaron a cuidar mi cuerpo. Me enseñaron a ser envidiada. Me enseñaron a ser una princesa, tal como ellas eran. Poco a poco pasé de ser la más fea a la más hermosa. Los chicos me empezaron a buscar. Las chicas dejaron de hablar… pero al final del día llegaba a mi casa y seguía viendo a la misma gorda de antes. En la oscuridad de mi cuarto solo las tenía a ellas dos que me abrazaban y consolaban en sus brazos, dándome aliento cuando me sentía débil y sin esperanzas. O al menos así fue al principio. Cuando todo inició pensé que sería sencillo, pero estaba muy equivocada. Conforme seguía los consejos de mis amigas me sentía peor, tanto física como mentalmente. Me di cuenta que mis amigas se habían convertido en mis enemigas. En cuanto me metía algo a la boca me hacían vomitarlo. Cuando quería quedarme a descansar me mostraban lo gorda que era. Me obligaban a hacer muchas cosas que no quería pero terminaba sucumbiendo ante su voluntad. –¡No comas, vaca gorda! –me gritaba una, sujetando mi estómago flácido frente al espejo mostrándome mi obesidad. –No llores, –me decía la otra en un susurro –yo te consuelo. –acogiéndome en sus brazos me llevaba hasta el baño donde me ayudaba a remediar el error que había cometido. Varias veces me desvanecí en clases o haciendo ejercicio por tanta presión. Mi fuerza se hacía menor cada día. Fui internada en el hospital y ahí, cuando me sentía más débil, puede ver sus verdaderos rostros. Sonrisas horribles con dientes afilados que tenían proporciones no naturales. Traté de escapar, buscando ayuda en la familia, acudiendo con terapeutas y con un ser supremo. A pesar de eso, ellas dos nunca se fueron de mi lado y me enseñaban nuevos caminos para seguirlas. Notaba como el ángel de la muerte se asomaba en mi piel. Trataba de huir pero no podía. Me agarraban de los pies y me tiraban al suelo. Poco a poco me fueron debilitando hasta que un día me arrancaron el alma y a pesar de todo, hasta el final de mis días yo siempre quise ser como Ana y Mía.
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Gustavo Adolfo Vaca Narvaja
Felicitaciones Diana
Diana Cherry
Lucy reyes
Te felicito, escribes bien.
Diana Cherry
Maritza Talavera
Interesante mensaje.
saludos
Diana Cherry