Algún día los ejes económicos habrán cambiado de lugar, las dos mitades de la esfera habrán girado hasta cambiarse los puestos por completo, una inversa de las antípodas. El centro se habrá marchado y Europa recogerá una cosecha que lleva sembrando demasiados siglos.

     El primer mundo será el último, los despreciados de América del Norte se embarcarán a su hogar, donde la libertad les acogerá con los brazos abiertos, allí donde sus antiguos opresores jamás volverán a ser recibidos. África no será 50 naciones coloniales por más tiempo, el movimiento panafricano habrá llevado a la completa independencia y unión del continente negro, cuyo poder comercial dominará el mercado mundial, un nuevo monopolio en el capitalismo, una nueva superpotencia.  

     No obstante, la ambición de los hombres no desaparecerá, y el oprimido no respeta al antiguo opresor sino que ocupa lugar y es aún más implacable, la guerra se desatará y Europa arderá de nuevo con el fuego del progreso. En ese caos, el nuevo gobierno del antiguo Marruecos reforzará su frontera Norte y miles de pálidos y hambrientos  europeos morirán tragados por el mar, los que alcancen tierra serán víctimas de los abusos y torturas de aquellos que no les quieren en sus prósperos territorios.

     Cuando las antípodas se crucen, el mundo se consumirá en llamas. El eje del Atlántico se disuelve mientras el Pacífico gana terreno, tras esto el próximo paso lo dará África… O no. Esta hipótesis contempla el temido fin de la civilización por mano de los expoliados, los olvidados, la granja del primer mundo en la era del neocolonialismo. Es improbable, el futuro no suele mostrarse moralista.