Me despierto temprano con o sin el cambio de hora. Inmediatamente mi cerebro brujulea, ya con permiso porque estoy despierta, buscando a que aferrarse para empezar el día. Al pobre le resulta difícil en mi caso... no hay mucho de lo que se ha dado en llamar positivo. Me doy la vuelta y me sigo acurrucando para disimular supongo. Pero el cerebrito, dále que dále. Surgen quizá proyectos: si tuviera energías para hacer esto o aquello;  me haría falta hacerlo y quizá resultase hasta gratificante, pero ...  Al fín me levanto; en pijama busco los utensilios para hacerme un café... y tomarme alguna pastillita recetada. Conecto la tele, el silencio alrededor es demasiado denso y la tele me acompaña. Como toda la noche he dormido con los auriculares, prácticamente lo que dice la tele  lo se de memoria.  Termino el café y remoloneo de nuevo  para no arreglarme. Algunos días hasta me pregunto ¿para qué?  ¡Canastos!, el whatsApp me reclama¡... Es una amiga, sola también pero que lleva dos horas funcionando y dándole al alemán por aficción. Charlamos un ratito y ... ¡milagro! consigue que al finalizar con un bye bye y unos emoticones... me ponga por fín en marcha. Ahora, cuando salga a la calle, la pregunta: ¿para donde tiro?