Una corta historia
Publicado en Apr 05, 2015
Se fue aquella mañana por un sendero equivocado, que la llevo a un viaje sin regreso, ¡arrebatada! por el encanto de la vida, que se oculta, detrás de la libertad. Estaba en la primavera de su vida, con la piel tersa, con el fulgor de la adolescencia y aun en su mirada ostentaba su inocencia, que no sabe esconder la pubertad.
Myriam, ¿Qué te paso ese día? ¿Te sedujeron? Te fuiste a ese paseo de prisa, y así de pronto desapareciste como la brisa, que el viento se lleva a la soledad, al vacío del espacio, o para quedar impregnada en la vegetación, como minúsculos cristales dándole vida y brillo a sus hojas, que parecieran que manos algunas las hubieran frotado para abrillantarlas. Era Septiembre, mes que se celebra la independencia de nuestra patria; te correspondía ese día, como deber patriótico, participar en la marcha estudiantil, al ritmo de las liricas, los tambores que componen las bandas, que con gran entusiasmo tocan los estudiantes, que pasan varios meses practicando, para ese día ofrecer un espectáculo, en las calles de nuestras bellas ciudades; donde el resto de estudiantes desfilan al compás de la música patriótica, con sus uniformes impecables, sus camisas blancas sin manchas y con sus quiebres bien definidos, producto de la dedicación, de las laboriosas manos de sus madres, que con orgullo los preparan para esta conmemorable fecha. Mientras tanto; se apagaba la llama de tu vida, en las profundas aguas e insondables de aquel rio, situado detrás de hondonadas colinas, oscuro y solitario producto de la espesa vegetación; porque tú decidiste irte a disfrutar este día, con otras compañías que no te cuidaron, quizás tenían en sus mentes provocarte daño, así, según evidencias obtenidas de tu cuerpo ya sin vida. ¿Porque te fallo el libre albedrio? Sí eras una chica bella e inteligente, excelente alumna, buena hija, aunque con los caprichos de una adolescente normal. Pediste ¡socorro! y nadie te libro de tan triste agonía y te marchaste con el murmullo de las aguas, con el canto de las aves que entonaban, ¡canticos de despedida! De sueños quebrantados; privándote de conocer el verdadero amor, de haber coronado una carrera, de ser mujer, de ser madre e hija. Ahora yace tu anciana madre, sola, sin tu compañía, sin tus cuidados; debió haber sido correspondida, como lo solía hacer ella cuando tú eras una niña. Y después de dos décadas de tu partida, aun me imagino escuchar; tu voz pidiendo ¡Auxilio! Deseando haber participado bajo el sol radiante, en aquel desfile de derroche de energía, de bailes y presentaciones preparadas con mucha anterioridad. Que tus restos descansen en la paz y la soledad del sepulcro.
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