Voy sobre elementos mellados y mansos
sobre piedras rozagantes y gozosas.
Me acompaña el día con sus lumbres.
Voy al bosque arterial y venoso
a raer mis manos en el lago.
Mi corazón requiere de estos escapes
entre lo amoratado de mis vértigos.
No soporto las malas hidalguias
de los hombres pulcros y vanagloriosos.
Veo chopos amados que se erizan
y se dispersan en el cielo eléctrico.
Los conejos se extravían en sus laberintos
y pasan bujías entre las raíces.
Las ramas se frotan a destiempo
en el fastuoso recorrido del aire.
Cada cosa de sí se desamarra
y tienen el sello de lo rutilante.
El viento tuerce el rostro de las flores
y las palmeras ortodoxas lo miran desinteresadas.
El búho me avista y yo lo avisto:
Intercambiamos miradas envolventes.
Aparece el esternón del verde
cargado de respiros desahogados.
Mi cuerpo entra en la vasta alquimia
de lugares inciertos y sin discordia.
Atrás queda la sordidez humana
sus atroces sendas y su asalto.
Me muevo sobre chispas y centelleos.
Mi intelecto es feliz en lo fértil
mientra se mantenga en lagos y meandros.