El elixir y el cntaro donde mora el verbo potico
Publicado en May 21, 2015
El elixir y el cántaro donde mora el verbo poético
Una tensión que no se verbaliza como angustia subraya la monotonía, algo del orden del humor mitiga la desdicha, de esa mirada que impide la autocompasión. El apogeo de un beso de ayer arde aún sobre mis labios y no alcanza… le pierdo el rastro a esa caricia que solita rema el bote de mis afectos. Pero no, quiero escribir y no puedo, esa pasión a la distancia que por el amor no basta y el tiempo me quiebran la espalda y una sombra de vulgaridad baña mis versos. Hay que aceptar la verdad para no caer en el verso fácil que bebe de la noche enferma. ¿De qué me sirve la riqueza de un verso manchada con el sudor de la impotencia, si pone en peligro el alma del poeta? Aunque mis afectos vacilen, aunque parezca un aceptable augurio, aunque de verdad guarde su nombre como un antídoto contra la angustia, ese beso lo quiero y no lo quiero. Su regalo, Lo desecho y lo tiro y al rato lo junto de nuevo. Soy como ese poeta pobre de letras, solo con su hambre, consciente de su miseria, ocultándose del sol, embriagado por la vergüenza, limitado en el lenguaje que lloraba bajo la luna. Heme aquí escondido en escuro rincón en el fondo de este valle buscando comprender el confuso rumor de mis versos. Vago y perdido en el oscuro fondo de las letras atravesando el claustro todo sombrío y medroso. Flotando en el aire el vacio de una idea. En la tragedia oscurecida y embotada en el cansancio, alguna metáfora oscura partió arrastrándose como un verbo de mala voluntad, castrada en sus bríos. ¿Qué me queda a la falta de convocatoria? Me confiscaron el verso, me quitaron la rima, me borraron la línea. El llanto se mescla con la risa y ablandamos con el vino a ese verso tan odioso, que antes era ajeno, ahora se acerca un poco. El vino embriaga al destino y le presta la audacia a mis versos, habrá que agradecer por la vida, por el triunfo y los laureles, que nos absuelven de la mala letra. Miro la luna, miro mis manos y gusto de contemplarlas al ver en custodia el verso frágil.
Página 1 / 1
|
Enrique Gonzlez Matas
UN GRAN ABRAZO.
gonza pedro miguel