AGUACERO ( DIARIO DE LA SENSIBILIDAD)
Publicado en Jun 16, 2015
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AGUACERO
 
 
02 de febrero
Quiero cambiar.
Lo he decidido al ver a un tipo esperpéntico en la solapa de un best seller. Me parto de risa con estos libros basados en personajes cotidianos y sonrientes, que quieren decir: “Es fácil, pero no todo el mundo vale”.
Seguramente por este motivo y por su repugnante peinado, he ideado algo parecido a un diario, intentando detallar los pormenores de un personaje que no difiere de alguien cotidiano. Supongo que es más “fácil” reconocernos en vidas mediocres que sorben café en presentaciones, que en epopeyas escandalosas.
Creo en verdad que sería mucho más estimulante y provechosa una entrevista entre borrachos que exudara la gloria y las bajezas del escritor, las nubes y los claros de una oda al ingenio, porque realmente no todo el mundo vale…
En cualquier caso, no creo en mi mediocridad pero sí en el día a día, y también en el día siguiente, espantosamente parecido al anterior.
Ahora, sin embargo, nace de mis entrañas un pájaro con las garras afiladas transportando un bulto viscoso que hará estallar nuestra aflicción de un momento a otro. Se detiene en lo alto y mira de soslayo a las cabezas que caminan sin par, solitarios viandantes del bucle.
 03 de febrero
He soñado algo realmente extraño. Un payaso era proyectado hacia el cielo con su prominente nariz brillando, marcaba una dirección constante, sin perder altura,  hasta perderse en la oscuridad. El público se ha quedado absorto con las palmas de sus manos (izquierdas y derechas) por encima de las cejas, como un tejadillo para la luz de las estrellas. Al poco rato ha descendido y se ha quedado clavado en la tierra mientras padre, madre, hermanos y el resto de la caterva circense tiraba de sus piernas. La situación era ridículamente graciosa, y recalco lo de extraña por las miradas inquisitivas puestas en mi nariz, que paulatinamente se hacía más grande a medida que el cuerpo del payaso era extraído de la tierra.
04 de febrero
Intentaré no cenar demasiado, me desvelo empapado en mitad de la noche, retorcido  por la pantagruélica cita con la comida de táper. Bien sabe mi estómago que no es fácil empresa, ya que la ansiedad de estos últimos días me lleva a comerme a mí mismo con tal de no pensar y regocijarme en el dolor. He dejado a mi novia y después de unos días de aparente sosiego y espíritu limpio, me cago en mi decisión precipitada y tardía.
Tengo cierta afición en prolongar una situación tediosa, y acto seguido romper la relación por la vía rápida, de cuajo, como corta el cuchillo la mantequilla dura y apelmazada, como si el tiempo transcurrido hubiera sido un segundo respecto a la estepa de nuestra existencia.
Ahora le echo de menos más que antes y tengo una fijación enfermiza por tener sexo sin alma, raciones de carne dispuestas a la penetración sin resquemor, gemidos distinguidos entre la maraña de remedios silenciosos sobre hogares muertos.
Ella me hace jurarle que habrá más cosas, sesiones de cine insoportable y alguna que otra cena tensa por no saber de qué despachar. Me engaño a mi mismo, y con ello le hago un daño invisible, que cercena los escasos hilos que nos unen.
En el fondo me da lástima la conclusión de este capítulo, ya que Sandra ha sido el contrapunto al resto de noviazgos que he tenido, un contrapunto quizá demasiado polarizado.
07 de febrero
El fin de semana ha sido magnífico, un día de vacaciones dilapidado en la cama y dos días de voluntariado en casa merced al vacío creciente que ha dejado la separación. Ha nevado y sin embargo el manto blanco no hace sino evocar la sensación de cristal opaco que delimita el bienestar de la amargura. Los copos han cesado su aterrizaje masivo tejiendo una enorme telaraña que expande una vista hiriente del horizonte, simulando los montes nevados baluartes de nuestra prisión. Leo un poco del extranjero de Camus, mientras mis párpados se cierran con el desabrido destino de su protagonista en mente, las imparables fuerzas del destino que nos conducen a parajes inhóspitos, paraísos terrenales sin esperanza.
…El mismo día…
Trabajo, trabajo y más trabajo… Llego  a la oficina y veo esa montaña de papeles acechándome, entonces me imagino a un leñador canadiense que a hurtadillas y por puro hedonismo aniquila árboles sin tregua, mientras ríe  como un descosido. Después se enciende un pitillo, aun cuando su pecho oscila violentamente, me mira y me guiña un ojo, mi cuerpo tiembla en una mezcla de rabia y profunda melancolía. Este sentimiento persiste al abrir el correo y un tono agudo, parecido a un timbre recorre los pabellones de mi oreja límpida y solícita, presta a escuchar las majaderías de decenas de cazurros.
En sí mi puesto no me disgusta, es cómodo y no requiere una comprensión excesiva de las diversas áreas. Al principio por supuesto estaba que echaba humo, me salió un sarpullido por toda la cara y vivía el resto de mi tiempo libre acordándome de tal contrato, y de una gestión a medias. He aprendido a desconectar tanto dentro como fuera de mi labor administrativa, ahora solo me dedico a escribir cosas que mi cerebro distorsiona a menudo, relatos, poesía y excreciones como ésta.
Escribo en una web autodefinida como un espacio de expresión literaria, un lugar para compartir tus escritos y recibir asimismo críticas y elogios. Me siento orgulloso de haber creado una pequeña secta de fans de mi obra, al igual que una serie de amantes en silencio que admito que no me escriben gracias a la pintoresca envidia que pulula por allí.
No os llaméis a engaño, tampoco creo que lo que escriba sea ni mucho menos de calidad, pero desde luego no es peor que la mierda que escupen algunos mequetrefes. No abundo ya en fallos de estilo ni gramaticales, incluso ortográficos, sino de monerías sin sentido, más dignas de facebook que de un aspirante a escritor. Quizá me esté metiendo en un jardín ajeno, como un perro con los ojos inyectados en sangre, pero jamás toleraría cosas así:
“él me ha escrito, y jo, no parece muy inteligente, pero tiene un culo…
Ahora me está mirando y sus ojos brillan como los míos, pero espera, cómo sé que mis ojos brillan?, acaso estoy llorando… ¡oh, creo que lo amo!”
Sería podridamente condescendiente si dijera que tengo que relamer el vómito de las comisuras para no romper en un reguero de los garbanzos de ayer.
Voy a ser razonable y empático lo prometo, haré el esfuerzo por entender a la gilipollas que escribe esto, y únicamente le escribiré “es horrible” en el espacio para las valoraciones.
8 de febrero
Copio una entrada que he leído recientemente en facebook:
“ETA ha matado a casi un millar de personas si contamos las víctimas mortales y las colaterales. Colateral es una palabra violada en este caso y sin música. En muchos recodos no lejos de P. se ha matado en nombre de la libertad y la lucha de un pueblo oprimido, y cuando se ha hecho el “jurado popular” ha fallado en contra de las víctimas. Se ha argumentado:
“algo habrá hecho”.
Detesto la frase, pues no puede ser más gratuita y comodona, tan aposentada en los divanes de la indiferencia y tan al margen de la realidad. Anhelamos ser ciegos con tal de no fragmentar la belleza incólume de la ignorancia, alimentando miserablemente castillos sobre nubes jabonosas.

Algo me hace pensar en Víctor irremediablemente
Víctor es alguien vacío, formado de números y de información, mobiliario inútil y desvencijado que ocupa parte del espacio reservado al pensamiento y a la reflexión.
Las personas que lo conocen  rehuyen de su compañía. Lo creen pueril y homosexual, aunque esta segunda faceta de su personalidad subyace del primer calificativo, ya que prefieren reírse detrás de su conciencia a manifestarle que es un maricón.
Sin embargo, pese a su vacuidad, me parece un tio fenomenal, y creo más bien que la apariencia de pánfilo que transmite se reduce a una ingenuidad vital que lo mantiene erguido.
Alguien bien distinto es Carlos, el cabronazo de mi mejor amigo, obsesionado con cambiar el rumbo de su vida, despabilarse y no vivir de acuerdo a los demás, tener un criterio propio en las tareas más básicas.
Lo miro mientras no calla y su flequillo años 60 ondea al viento.
Cómo le gusta a Carlos graznar de las carencias de casa! Me troncho de la frialdad con la que busca gresca en cualquier ocasión, ya sea con Víctor o conmigo, haciendo de sus peroratas la pluma que nos cosquillea hasta enzarzarnos en la violencia de los silencios, en esa tensión que supura lentamente los estragos de la impotencia. Entonces  pienso en la bonita y frenética imagen de mi puño devastando su cabeza.
Luego han de llegar las disculpas y las muecas santurronas, el tímido reconocimiento de la culpa y el sincero y cálido abrazo.  Así somos, unos bichos orondos y aventajados, del mismo brillo de la lata de garbanzos deglutidos, los hermanos exangües e inseparables que se rajan la cara con el viento aterrador de P.
No me perdonaría añadir una palabra más sobre Víctor puesto que ni mi desarrollo personal ha fructificado en sus raíces ni soy capaz de catapultar conclusiones tan agudas y detenidas como las de Carlos. Yo más bien  lo encuadraría dentro del sinfín de entes pragmáticos que bucean en el fango diario, un funcionario del estado mayor, casado, con dos hijos y una fulana cerca de los cincuenta que le ayude a superar los baches
 9 de febrero
“Algo habrá hecho”, odio reconocer tópicos, pero ahora me doy cuenta de la huida de sandalias partidas de Egipto, del efecto aciago de los individuos sin pasión, y de la repulsa de los hombres hacia los que vulgarizan nuestras vidas
Mis padres me preguntan por Sandra, no sé muy bien qué decirles, ni qué decirme a mí mismo. Estaré engañándome con esta pantomima, pero lo cierto es que el polvo que hemos echado hoy no ha tenido desperdicio. Realmente habíamos quedado para eso, le he recogido a la altura de de la calle C. con T. y le he invitado cortésmente a subir a la oficina para que me enseñara la nueva falda de tubo negra que se había comprado en una tienda asquerosa. En defensa de este concurrido tugurio diré que ofrece unas mujeres igual de cachondas que estrafalarias y eso me excita sobremanera.
Ha bajado a por condones y se ha quedado el cambio, algo que no es de extrañar a estas alturas. Al llamar a la puerta, tenía una erección que incluso me sonrojaba. Desde la sala de reuniones he visto una persiana que descendía como una serpiente hasta la maceta del alféizar, dejándola entornada. De no haber trabajado varios años en el centro y en concreto en ese viejo edificio, habría sido más espontáneo y menos paranoico, pero finalmente he decidido arrastrarla hasta el baño. Su  redondo culo blanco asomaba debajo de la falda al tiempo que apoyaba su mano izquierda sobre el gotelé de la pared, me penetraba ella más que yo, así que toda mi atención se prestaba al movimiento pendular de su cadera.
Sentado en la taza del váter, con el rostro agonizante, observaba la luz mortecina de media tarde a través del cristal translúcido que da al patio. Un dolor punzante en la sien  vaticinaba los segundos mortales en que a duras penas nos subiéramos los pantalones y nos enfrentáramos al pasado.
10 de febrero
Busco algo que turbe esta paz, un asesinato o un demente quemando el bosque, un móvil capaz de despertarme de este letargo que me está consumiendo. Si sigo un segundo más en casa dormiré, pero no de cansancio sino del vertiginoso debilitamiento de los músculos.
No vivo mal en casa, mis padres me quieren y me cuidan, me protegen al punto de convertirme en idiota. No les culpo en cualquier caso, mi carácter es bastante proclive a dejarme rodear por los brazos de la comprensión y el afecto prolongado sin límites, un infinito espacio al gozo.
Mis amigos convienen en que debería independizarme y sacarme las castañas del fuego, y no discrepo en absoluto, quizá de esta manera comenzase a evolucionar, encontrando el ajetreo necesario para respirar sin agujeros.  Ahora estoy ahorrando y posiblemente la astucia del metal y el papel con su inherente sabiduría consigan levitar mi culo del sofá para dedicarme a escribir, el motor de mi existencia y lo mejor que sé hacer. Escribiría sobre Sígor, un loco vecino amigo mío que viajó a las antípodas para encontrar a la mujer de su vida, alguna melenuda que casara con sus ideales, otra desviada sin escrúpulos que destrozara su esternón a fin de arrancarle  los pulmones y comérselos.
Él entiende así el amor, corresponde a las mujeres con su autodestructivo corazón que ama más que reflexiona, vuelca su ser a otro ser que ingiera la delicadeza de sus “cuidados”.
Su casa, enclavada en el frontón del pueblo, dista unos 200 metros de la mía y compartimos casi todos los placeres que pueden demandar dos jóvenes de 26 años.
Juntos vamos a alentar al equipo de casa, asimilamos el fútbol como otra demanda ineludible de la materia, bebemos cual animales y discurrimos con el café postrero acerca de las cazas nocturnas de mujeres con el badajo blindado. Fútbol y sexo, sexo y fútbol, sumas que no alteran el producto, una consecuencia ávida de las causas que lo crían.
A veces pienso que las mujeres lo son todo para él, un constante flujo de movimientos desordenados para un cerebro con TDA. Trabajador y buena gente, residuo de las ensoñaciones de viajar y regresar, el bendito estímulo que justifica la insoportable paz reinante.
12 de febrero
Me he comprado una bici de carretera para dejar de pensar en ella. Cuánto sufro sin su inadvertida presencia…
Ha suplicado entre lágrimas que no quiere más sexo sin lugar para otras cosas, necesita ese grado de afecto ocupado en paliar el goteo incesante sobre sus pómulos. Me duele a mí también no poder ofrecer lo que ella quiere, pero desde ayer siento el deseo de seguir concretando citas, saboreando la práctica del presente. No pido empezar desde 0, sería horrible tener que asistir al derrocamiento de mi fe y mi alegría, solo apurar las horas que restan con ella, estirar el dulce esbozo de su sonrisa, tendiendo un puente hasta la mía. Tumbado en la cama he evocado el color amoratado de sus manos, presas del duro invierno, mis manos envolvían el perentorio efecto de la delicadeza, sutil y despiadada, vocalizando las diferencias de mi piel frente a la suya.
13 de febrero
He rodado más de 60 Km. montado en la trotona, así la he llamado. Creía morirme a los 20 minutos, frustrado por mi nefasta condición física, pero sin duda los constructores de esta preciosidad se acordaron de los catetos con pretensiones de subir puertos, y por alguna extraña razón a los 14 Km. la rueda devoraba el asfalto.
Con todo, algo debió de  escapar al entendimiento de las almas compasivas, pues a los 20 km el plato más grande ya no engranaba, y las piernas pataleaban al aire en los descensos más acusados. He seguido la ruta hacia el pirineo sin detenerme un instante, la blancura anegaba los campos confiriéndoles una asistencia espectral, mientras un cielo límpido hacía florecer las coronas a lo lejos, cuesta arriba, cuesta abajo mi cabeza se ladeaba acompasando la postura encorvada de mi espalda.
 En el promontorio de U.V he parado a descansar y a echar un trago en vano, pues la fuente estaba congelada y no tenía ni un euro en el bolsillo, eran las doce y el sol se acercaba sin ruido reverberando sobre la nieve incólume. Una tablilla descansaba sobre el cartel que despide el pueblo, escoltada por un exuberante ramo de claveles blancos y amarillos, el grabado rezaba:
Nuestro patrón de personalidad, por lo menos el mío, nada lo derrumba, solo Dios.
Este renglón y el frescor de la mañana me han llevado a terrenos hollados por las creencias, de la mano de seres que deambulan por el mundo con la estrella, tan brillante y liviana, que quiebra su existir en el lugar más tranquilo y anhelado. Qué grato sería ahogarse en las profundidades de la literatura, del mismo modo que el ciclista pereció en aquella curva que tantas veces lo había engatusando con la gracilidad y el embrujo de su serpenteo. Confundimos dicha y destino, y aunque creo en el valor intrínseco de cada término, no se me ocurriría desligarlos. Dicha tiene una connotación positiva, y lo asumimos como tal, pero el destino lo empleamos libremente para hacer consecuencia de nuestros actos, si algo se da de fábula es un destino bueno, si algo cae de bruces, es mi destino el que me conduce a este aciago final.
 Así, el ciclista prefirió los ríos de sangre que la cama de diamantes, y el destino fue la dicha que se tornó en su destino. ¿Fue un destino bueno, fue un destino malo? Lo desconozco y no soy quién para juzgar a un cadáver, pero lo que sí está claro es que fue su destino, y una piedra sepulta ahora sus vivencias, echando un cerrojo a la verdad que lo condujo a rodar en libertad.
En todo caso, ¡qué  difusa es la línea que manejamos para justificar el peso de la  balanza o la dirección de la pelota que, o bien cruza la red, o anida timorata en nuestro campo…!
Se terminaba la carretera hasta donde podía distinguir, pues las señales azules indicaban el paso por la autovía. Es curioso porque recibía pitadas de algún que otro coche y me ha parecido realmente increíble el afán que tiene la gente en N. con las bicicletas, se conoce que Induráin perdura en el recuerdo de muchos, entre los que me incluyo. Llegando a P. las piernas me empezaban a flaquear y mi garganta árida comenzaba a suplicar agua, cuando un aldeano con su camisa de manga corta desabrochada, pantalón de pana y zapatillas de felpa, se ha presentado haciendo ostensibles aspavientos con su manita y exhibiendo su voz fina y aterciopelada. En pocas palabras me ha informado que la autovía era para los coches, o eso he deducido porque al hombre le restaban tres dientes amarillos y hablaba más con el pulmón que con la boca. Rápidamente he levantado la bici y la he tirado al otro lado de la valla, el hombre estirando sus dos manzanas me ofrecía su calor desde el suelo, me he santiguado antes, y  así, me he lanzado encima del bárbaro fundiéndonos en un tétrico abrazo.  Me miraba con unos ojos henchidos de vicio aceitoso, rezumaban los poros del pecho amor a cero grados, y antes de que me invitase a visitar su choza junto a la autovía me he largado despavorido pedaleando a con todas mis fuerzas. Ya en la distancia el grito de “guapo” retumbaba en mis sienes y apretaba con violencia los dientes por no girarme y meterle el manillar por el culo. Me sentía ultrajado y me compadecía de las pobres ovejas que por allí pacen a escondidas del degenerado.
19 de febrero
Sirven las escuelas para desamueblarnos la cabeza, sino fundamenten las dificultades en decidir, en el sufrimiento padecido al salir de la burbuja…
Supuestamente es el impulso para incentivar la postura reflexiva de directrices y el conocimiento. Sin duda nos apremian, pero siempre de la mano, recibiendo un apretón al patinar de medio lado. Así nuestro cerebro asocia rápidamente para qué servimos y para lo que somos unos auténticos zoquetes.  Gracias a esta inestimable ayuda estudiamos carreras soporíferas y tremendamente útiles que confieren el pragmatismo y las ganas de ser un señor anticipado, otro vulgar hombretón que respeta los pasos de cebra y se queja de sus suegros en el trayecto a la casa de éstos, donde el tonto del culo de suegro soltará los rigurosos exabruptos por llegar tarde a comer, o cuestionará la mala educación del hijo trasto.
Será que mis pensamientos sabiamente han escapado del fluido de las relaciones duraderas y comprometidas, será Sandra y sus circunstancias las que me atemorizaban cada noche creyéndome en una balsa existencial, en un transitar sin marejada, abatido por la lucidez del confort y de la podredumbre que resquebraja el dominio del crecimiento.
Será, será… arremolinadas en esta sarta de pensamientos aparecen unas letras de otro siglo, no recuerdo de quien:
Será que mi vida se la traga este momento y que desespero buscándolo para no soñar más, empapado de realidad y de tormento, de caricias extraviadas.
Mi rumbo peregrino algún ladrón me lo ha robado , por eso me enredo a menudo en los zurcidos de otro tiempo, asido a la sonrisa eterna que blandía por las calles el señor de barlovento.
20 de febrero
He pasado varios días fuera, Carlos se las ingenió para remolcarme y pasearme como un guiñapo por el pirineo. Insistió en que fuera a esquiar con él, tratando de envolverme con sus capciosos argumentos acerca de los innumerables beneficios de este deporte. Al principio, cabezón y orgulloso como yo sólo sé, me negué puesto que aún me dolían las hostias de cuando era un crío y al jefe de estudios del colegio se le ocurrió la magnífica idea de llevarnos al pirineo a desarrollar la faceta comunicativa entre los alumnos. Yo ya tenía 12 años, mis amigos y mi equipo de balonmano, no necesitaba romperme los dientes para demostrar a mis padres que, además de estúpido, era sociable . Tampoco entendí el hecho de llevar bolsas de basura a casa de la visita al punto limpio con motivo de estimular el reciclaje entre los nuestros en vez de usarlas para recoger las mierdas de mi perro.
¿Alguien se ha parado a pensar en la actitud de los policías multones si nuestros perros nos recogieran las mierdas al cagar con una bolsita de plástico?  No creo que premiasen a los perros por su civismo sino más bien nos sacudirían un porrazo merced al escandalazo. Entonces, ¿qué es civismo? ¿Es que nadie vela por la impudicia de los perros? En fin, supongo que este es otro asunto del que nadie me ha sabido dar respuesta, ni siquiera mi profesor de ciencias que me plantó un 0 atlético, pero ahora no viene al caso…
Llevamos su coche para eludir la simpatía de la provincia limítrofe hacia el equipo de P., ( en la última ocasión me rompieron la luna trasera gracias al tamaño de la pegatina). Verdaderamente es más sensato así y menos excitante, últimamente mido mi integridad con el mismo rasero que mi demencia, y quizá sea el primer punto susceptible de cambio, el paso para distorsionar la pesadumbre del confort.
25 de febrero
Las primeras señales de la primavera dejan huella, el despertar es más claro y el ocaso más postrero, el sol comienza a brillar con fuerza y las nubes aglutinan los rayos retenidos para abrirse paso. La inestabilidad propia de esta época me azota los sentidos, haciéndome más partícipe de lo que escribo y medito.
Confío en estos papeles, de la misma manera que siempre me lo recuerda Carlos, él siempre me provoca intencionadamente para que continúe con el trabajo forzoso de la obra,  para evitar que el sueño flote en agua de borrajas y se plasme definitivamente en su forma final, ausente de remilgos y prefacios. Las opiniones de quienes mejor nos conocen no son siempre, o más bien nunca, plato de gusto, pero no por ello dejan de contener el arraigo más objetivo de un mismo, depuradas sentencias que desligan la mancha del agua radiante. 
Los padres aportan por otro lado el apoyo y la duda inherente, con el aviso constante del éxito efímero, convocándonos a una nueva sesión de nuestros arrebatos pasados y despojándonos de pájaros tan bellos y ufanos como irreales.  También yo aporto al respecto la sumisión inmerecida de la edad temprana, correspondiendo con “tenéis razón”… Pero en esta ocasión será diferente, invertiré, malgastaré y me consumiré, apurando el valor que conciba mi reino estomacal sobre los restos, me nutriré de los deseos profundamente sedimentados y probaré el placer de convertirme en la mirada que devora a mujeres bien alimentadas, a culos despampanantes y a protuberancias desconocidas, esta vez me ahogaré en los recodos de lo incierto a fin de extasiarme, sólo extasiarme.
 
 
 
 
 
RODERO
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Descripción

aguacero

Palabras Clave: aguacero

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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Mara Vallejo D.-

Hola Jávier.
Como lluvia impetuosa, repentina y duración escasa en algunos apartes, vuestra historia viaja con el tiempo, con el diario transcurrir y me ha gustado la forma escalada y real como se percibe, como la percibo. Me ha encantao.
Abrazos
María
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June 30, 2015
 

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busy