DESPUS DE LA PATERA continuacin 5PARTE
Publicado en Jun 16, 2015
Lucía descansa un poco. Mira a María, mueve la cabeza señalando los escalones. Ya son muchos para mí. Le dice sonriendo. María también sonríe, y piensa en su madre. Su madre siempre sonreía.
Caminan unos pasos y Lucía abre una puerta y aprieta el interruptor de la luz. La habitación se ilumina y la señora le indica la cama al tiempo que la dice: No me ha dado tiempo. En el armario tienes sábanas y unas mantas, aquí hasta las noches de verano son frescas. El baño es este. Le dice abriendo la puerta de al lado. A la anciana se la nota cansada, María se ofrece para ayudarla a bajar las escaleras, pero Alicia siempre sonriente le dice. No aún no, todavía puedo. Luego le da unas palmaditas en mano y María siente que esa mujer va a ser su amiga, infunde confianza. Después de pasar por el baño la muchacha entra en la habitación y cierra la puerta. Un mundo nuevo se abre ante ella. La habitación es grande y preciosa. Una puerta frente a ella la llama la atención. Es un balcón. La cama no es muy grande pero hay muchos muebles, todos de madera tallada, y huele muy bien. Coge la ropa y se dispone hacer la cama, a los pies hay un pijama grande, muy grande, debe de ser de Alfonso piensa Maria. No se ha bañado, no por falta de ganas sino por que le ha parecido más prudente, no quiere hace ruido. Con el pijama ya puesto se mete en la cama. Las sabanas blancas la abrazan, se siente como en una nube. No puede dormir, está muy nerviosa. Nadie ha subido al piso donde está ella. Dormirán abajo piensa, esta casa debe de ser grandísima, y que bien huele es un olor raro pero muy agradable. Uno de esos olores que recuerdas toda la vida asociándolos a un lugar a donde has sido feliz. Siente que alguien sube las escaleras, hablan bajito pero reconoce la voz de Alfonso. Pasan por delante de su puerta y suena abrirse otra un poco más allá, luego abren una ventana. A ella le apetece abrir también el balcón pero no se atreve, además está tan a gusto que siente hasta un cosquilleo. Nadie ha hablado nada sobre ella. Es como si estuviesen recibiendo a un amigo de toda la vida. Siente algún movimiento en la planta de abajo. Luego nada, se hace un silencio total. El canto de un gallo despierta a Maria. Abre los ojos sobresaltada y se sienta en la cama de golpe. El día se acerca y la claridad del amanecer se filtra por las contraventanas del balcón. Despacio para no hacer ruido se levanta. La cama cruje, luego nota el tacto de la alfombra en sus pies descalzos y sonríe, es agradable. Recuerda la niebla como punto de referencia cuando con mucho cuidado abre el balcón. Tira de las dos hojas y lo abre de par en par. Maria pestañea. Es casi de día y no puede creer lo que van sus ojos. ¡Dios mío! Exclama en voz alta sin darse cuenta. Ante ella un mundo nuevo y maravilloso la da la bienvenida. La niebla que ella esperaba ha desaparecido dando paso a un día precioso. El cielo tiene más de mil colores, desde el rojo por donde apunta el Sol hasta el azul marino de las montañas más lejanas. Todo lo que alcanza su vista está rodeado de altas montañas entrelazadas, que se suceden unas a otras formando un gran círculo que da lugar a un pequeño valle. Toda la gama de verdes cubren la mayoría de las montañas, infinidad de árboles se amontonan por doquier. La casa esta enclavada en la falda de una montaña, por eso Maria tiene la sensación de que desde allí se domina el mundo. Ahora mira hacía abajo. En el valle se dibuja un pueblo no muy grande. También se divisan infinidad de pequeños pueblos colocados por todas partes de las montañas y medio ocultos por los árboles. En ocasiones son solo un par de casas blancas que rompen el verde contínuo de la gran cordillera. María piensa. Es como si Dios las hubiese dejado caer des el cielo como una lluvia de belleza. ¡Dios qué maravilla! Piensa María. No quiere pestañear siquiera, no quiere perderse nada de ese prodigio. Ahora sabe por qué Alfonso dice que es la mejor tierra del mundo. Un gran suspiro llena sus pulmones de ese aire tan fresco que agradece la garganta. Mira más cerca. La casa está rodeada por una pared bastante alta. Los árboles reinan por detrás y por delante del muro de tal manera que este casi desaparece a la vista. Un pequeño jardín en la entrada de la casa y alrededor de esta, algunos árboles frutales. Más allá una huerta y más árboles, son preciosos y están llenos de flores blancas. El muro sigue hacia un lado y a otro, María no puede ver el final. El balcón cubre toda la parte izquierda de la casa. Tres puertas dan acceso a sendas habitaciones. Sigue habiendo muro y sigue habiendo árboles. Un suelo de verde hierba es atravesado por un camino hecho de piedras. Esta perfectamente limpio y ordenado, como si estuviese esperando una visita. Con el tiempo Maria vería que siempre estaba así. El gallo canta de nuevo. La muchacha sonríe, la gusta ese sonido. Una puerta de las que dan al corredor se abre pero Maria no oye nada. De pronto una voz a sus espaldas dice: Te sienta bien mí pijama. La muchacha se estremece de pies a cabeza. Se gira y ve a Alfonso, ya está vestido. Perdona dice muy azarada. Enseguida me visto y sale disparada. Oye que la llama. María te espero abajo. María vuelve a la realidad. Se viste, se arregla un poco y baja. En el salón no hay nadie, de la cocina sale una voz. Aquí María.. Sigue esa voz. Alfonso está en la cocina, lleva un delantal y está preparando unos huevos fritos. Le ofrece uno pero Maria le dice que no. Tomaré un vaso de leche si no te importa. Bien dice el hombre llenando un gran vaso. María al cogerlo mira a Alfonso, en sus ojos hay una pregunta. Él lo entiende y contesta como la cosa más natural. No te preocupes, de momento te quedas aquí, Cuando mi madre se levante te dirá lo que debes hacer. ¿Así de fácil? Se pregunta ella. María esperaba un interrogatorio, unas condiciones, estaba desconcertada, es como si nadie le diera importancia a una novedad como esta. Al fin y al cabo si voy a vivir en su casa deberían saber que clase de persona soy y si se pueden fiar de mi. Unos pasos fuertes interrumpen sus pensamientos, al mismo tiempo aparece Fernando. Mira contento el desayuno. ¡Vaya así da gusto! Venir y encontrar el desayuno listo. ¡Quédate a vivir con nosotros por favor! Le dice a su hermano con mucha guasa mientras se sienta ante un par de huevos fritos con jamón. Entonces se da cuenta de que María está allí. Perdona no te había visto. María esta de pie, tiene el vaso de leche en la mano. ¿Solo desayunas eso? Ven siéntate y prueba los huevos, es la especialidad de mi hermano. Oye Alfonso, enséñale a María tu truco. Así yo no freiría más huevos. ¿Qué te parece Maria? Dice como si la conociera de toda la vida. Me parece bien responde María casi sin darse cuenta. Alfonso se dirige ahora a Maria. El truco es freírlos con el aceite poco caliente, pero no hagas caso, que los prepare él que ya es grandecito. ¡Será vago! Le da un pestorejazo, este se ríe y le saca la lengua. Parecen dos chiquillos gastándose bromas. ¿Cuándo te vas? Le pregunta Fernando a su hermano. Espero a que mamá se levante- Ya tengo ganas de llegar a mí casa. Dice con los ojos brillantes, acordándose de su familia. Ven pronto y tráeme a mis sobrinos. Tengo ganas de verlos. Maria los escucha en silencio y los envidia. Si yo tuviese a mis hermanas... Algún día. Se dice con esperanza. Alicia aparece sin ruido alguno, con voz alegre dice. Buenos días a todos. ¡Hola mamá! Contestan sus hijos a coro. Buenos días dice María, que sigue en pie. Alicia la mira y la dice al ver el vaso de leche en la mano. ¡Ay chiquilla hay que desayunar bien y sentada, el desayuno es muy importante! En una bandeja va preparándose el suyo. Zumo, café con leche y unas cuantas tostadas con mantequilla y miel. Mientras desayuna pregunta a su hijo ¿Te quedas hoy a comer? No mamá vendré otro día y traeré a los críos y a Carmen, ya tienen ganas de veros a todos. María sigue de pie. Se da cuenta de que todos hablan para todos incluso para ella. Alfonso pregunta ¿Qué tal está papá? Lo veo un poco bajo. Si está bajo y además tiene muy mal humor, dice que se aburre sin hacer nada y esta harto de la televisión. Hoy no se quiere levantar. Alfonso se levanta. Voy a verlo, su hermano le sigue. ¡Hola papá! ¿No te levantas? Hace un día precioso. Ya tienes la silla en el porche. Te ayudamos dice Alfonso, y sin más aparta la ropa de la cama para que se levante. Sus hijos saben lo que hace aposta. No se quiere levantar para que le ayuden y se molesten por él. Sus hijos lo saben pero se hacen los desentendidos. Se levanta y se viste solo, luego espera ya sabe lo que va a pasar. Como si fuera un juguete. Entre los dos lo sacan al porche. Fernando entra a por el desayuno de su padre a la cocina. María y su madre están sentadas hablando, una frente a la otra. Fernando pregunta con guasa ¿Estorbo? Su madre le responde en el mismo tono. ¡Anda gamberro, lleva el desayuno a tu padre y déjanos en paz! Él guiña un ojo a Maria y se va con la bandeja en la mano. La anciana le esta diciendo a Maria: Veremos si con la ayuda de Dios podemos solucionar tu problema. De momento aquí estás segura, nadie sube por aquí, solo un sacerdote una vez al mes. Es bastante mayor y cada vez sube menos. De todas formas es mejor que no te vea. La casa es bastante grande, yo me las arreglo bien pero ya es demasiado para mí. Lo más duro me lo hace Fernando pero él también tiene mucho trabajo, así que me vendrá muy bien que me eches una mano. ¿Sabes cocinar? Algo, no mucho. Contesta María avergonzada. No te preocupes, yo te enseñare. Dice Alfonso que eres muy inteligente. Gracias. Dice María con verdadero agradecimiento. En ese momento entra Fernando y su hermano. Fernando pregunta ¿Sabes planchar? Sí eso sí lo se hacer. ¡Bien! Exclama Fernando subiendo y bajando los puños en señal de victoria. Serás egoísta. Le recrimina su madre. Alfonso ríe descarado. Como te descuides María le vas a temer que hacer hasta la cama. Eso es lo que peor se me da dice Fernando, de todas maneras la mitad de los días me la hace mamá y la otra mitad no la hace nadie. Todos ríen la gracia de Fernando. Luego Alicia dice. No le hagas caso solo se la hago cuando le cambio las sabanas, además él la hace muy bien. Alfonso cambia de tema. Bueno yo me voy. Os llamaré mañana. Da un beso a su madre y una colleja a su hermano. Este lo abraza. Cuídate le dice y poniéndose serio continúa. La carretera me da mucho miedo, y aunque seas un palizas, te quiero mucho. Su madre los mira embelesada y llena de ternura. Se la nota feliz. Alfonso sale al porche u se despide de su padre. Se da cuenta que no se ha despedido de Maria y regresa a la cocina. Perdona, no estoy acostumbrado a más gente y me olvide de ti. La da un beso en la frente y le dice. Cuida a mí madre- Luego levanta la mano en un gesto natural y se despide con un ¡Hasta pronto! Su hermano lo espera fuera para llevarlo al pueblo en el coche, vuelve a saludar a su padre con la mano y desaparece. Su padre los ha mirado orgulloso. No es para menos. Él es una persona de pocas palabras, pero adora a sus hijos y aun que nunca se lo dice, daría la vida por ellos. Ahora piensa. Son unos buenos hijos, he tenido suerte en la vida. ¡Sí señor! También piensa en la muchacha. Pobre criatura, completamente sola en la vida y tiene el valor de salir de su país en esas condiciones. No sé que hubiese sido de ella de no encontrar a mi hijo en su camino. Si por lo menos fuese un chico. José siempre tuvo la ilusión de tener una hija, pero de que naciera Fernando, les dio un poco de miedo. Además ya no eran tan jóvenes. En ese momento llega su mujer con Maria al lado. ¿Cómo vas? Le pregunta Alicia. ¡Bien, bien! Y tú muchacha ¿Qué tal estas, que te parece este lugar? Es maravilloso, contesta Maria sinceramente. Si, si, espera que llegue el invierno y la nieve, ya veras como no te gusta tanto. De inmediato Maria piensa. Si estoy aquí seguro que me gustará. Luego muy enterada siguió. Ya conozco la niebla. Se da cuenta de que esta hablando demasiado y pide perdón por ello. José se levanta con gran trabajo y llama a la muchacha a su lado. Escucha esto le dice. No se pide perdón no siendo que estés segura de haber hecho algo malo. En esta casa tu tienes derecho ha hablar como cualquiera de nosotros. Siempre que no se falte al respeto, todo el mundo tiene derecho ha expresarse. Luego sin saber a ciencia cierta por que le pregunta a la muchacha. ¿Sabes leer? Sí. Muy bien, el padre Anselmo me enseño. Bien entonces eres justo lo que necesito. Leería yo pero aunque llevo gafas me canso y al final me duele la cabeza. Alicia observa en silencio a su marido. Sabe que ve cada vez menos, pero cada vez que ella saca el tema, él dice que ve muy bien y por lo tanto no quiere ir al oculista. Es tan reservado como orgulloso y no le gusta reconocer que se esta haciendo mayor. Maria tiene miedo de despertar de aquel sueño. Estaba en una casa maravillosa, con una familia aún más y parecía que incluso les hacía falta. ¿O lo dirían para que se sintiera bien? La verdad es que Alicia es mayor, no sabe como puede con aquella casa tan grande. Alicia la llama. Ven Maria. Mira que rosas tan bonitas. La esta enseñando el jardín. Es pequeño esta muy limpio y las rosas despiden un olor delicioso. Luego la enseña las cuadras, la huerta, el gallinero y los árboles frutales. Son manzanos. La explica, cuando están en flor son preciosos. Pasan toda la mañana juntas mientras Alicia la explica los pormenores de la casa. A medio día aparece Fernando. Lleva ropa de trabajo. Es una funda y unas botas de goma. A Maria le hace gracia por que se lo quita y lo deja en una estaca del jardín. El se da cuenta de que la muchacha se extraña y se lo aclara con buen humor. Si entro en casa con esa ropa mí madre me mata. Debajo lleva unos vaqueros y una camisa de cuadros grandes y alegres. Se pone unas zapatillas y se acerca a ver a su padre. ¿Comemos papá? Pregúntale a tú madre. No se si es la hora. Dice su padre con cara de aburrimiento. Se aburre como una ostra. No me extraña después de haber trabajado toda su vida, estar sentado todo el día tiene que ser aburridísimo. Su esposa lo mira con cariño y siente pena por él. Su hijo le dice para animarlo. Después de comer te echo una partida de cartas. Pero si pierdes me limpias la cuadra. ¿Vale? El padre sonríe. ¡Vale! Dice sabiendo que es una broma. Hace muchos años que no puede hacer nada y eso lo hunde un poco más cada día. Recoge las muletas con resignación. Fernando no intenta ayudarlo sabe que no lo dejará. Camina despacio. Van conversando. Le cuesta subir los tres escalones que lo separan de la puerta. A su lado el hijo vigila cualquier vacilación. Entran en la cocina, Alicia y Maria están acabando de poner la mesa. La mujer le da cuatro platos. Maria la mira interrogante y ella asiente con la cabeza. No hacen falta palabras. A Maria le resulta violento comer con ellos como si fuera uno más de la familia. Hubiese preferido comer sola, pero no hay opción. Durante la comida hablan del tiempo y otras trivialidades sin ninguna importancia. Maria piensa que es demasiado fácil vivir en aquella familia. No lo acaba de asimilar. Alicia es la primera en levantarse de la mesa. Se acerca a su marido. Creo que deberías acostarte un poco le dice, mientras le acaricia las manos con cariño. Sí por lo menos cambiaré de postura. Responde. Te acompaño dice su mujer. La habitación de ellos esta en la planta baja. Es amplia y soleada. Una puerta comunica el dormitorio con una galería. Por la cristalera se filtra el Sol. Hay cortinas de flores, una mesa camilla custodiada por dos sillones de mimbre y como en toda la casa, infinidad de plantas. Alicia ayuda como siempre a su marido y se tiende a su lado. Están vestidos encima de la cama. Una colcha blanquísima de algodón agrega un poco sus cuerpos. ¿Qué te ha parecido? Pregunta Alicia. Un perrito abandonado. Creo que mientras podamos, debería quedarse aquí. Además, continua el anciano, a ti no te vendría mal que te echen una mano, ya no eres una niña y te noto cansada. La acaricia los cabellos y su mujer se lo agradece con una sonrisa. Luego le dice. No soy una niña, pero no se te olvide que me llevas seis años cariño. En serio continúa diciendo Alicia. Yo también creo que nos va ha venir muy bien. Es muy lista y se le da todo. Por regla general, la hora de la siesta es la hora de intercambiar opiniones, luego duermen un ratito y se levantan. Casi siempre José pasa el resto de la tarde en la galería y después pasa al salón. A él le gustaría salir más a la calle y dar unos paseos por aquellas praderas que ha sido toda su vida. Sabía que Fernando tenía que trabajar duro para poder llevar la casería y atender su trabajo de carpintero. Además de todo eso ayudaba a su madre, y el pobre tenía muy poco tiempo libre. Por eso pensaba: No voy a tocarle las narices diciéndole que me acompañe. Pensaba José. En la cocina. Fernando se había levantado y se disponía como siempre ha recoger la cocina.
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Mara Vallejo D.-
María
Elvia Gonzalez