DESPUS DE LA PATERA continuacin 6 PARTE
Publicado en Jun 17, 2015
Maria también se había levantado y poniéndose un delantal, se planta delante de él y muy seria. Desde hoy esto lo haré yo, y sin más se puso a la faena.
A Fernando le hace mucha gracia y con cara de risa contenida, pregunta. ¿Es una orden? Es una orden contesta Maria en el mismo tono. Pues vale dice Fernando. No me cuesta ningún trabajo obedecer. ¡Hasta luego! Dicho esto desaparece por la puerta muy feliz. Va pensando. Esta criatura tiene carácter ¡Sí señor! Maria deja la cocina como un espejo en pocos minutos. Cuando Alicia entra a por un café, sabe al instante quien ha recogido la cocina. Se nota la mano femenina. Se lo habrá mandado Fernando. Pensó. Mas tarde se lo pregunta y este le cuenta lo sucedido. Me gusta esta muchacha. Creo que la voy a dejar que sea ella la diga lo que tiene que hacer. Los días son largos. Maria pregunta si hay ropa para planchar o coser. Alicia la dice. Claro hija, ese trabajo es de Fernando y no le gusta nada. Alicia la había llevado a un cuarto con una sola ventana, que daba a la parta de atrás de la casa. Hay mucha ropa y Alicia le cuenta a Maria que Fernando la ayuda con la plancha pero se le da muy mal. Lo hace para que yo no me canse el pobre. A media tarde Maria ya tenía un montón de ropa planchada y se disponía a coser. Entra Fernando y con el buen humor que le caracteriza se ríe. ¡Bueno, bueno! me parece que me van ha despedir, me estas dejando sin trabajo. Luego sigue. ¡Gracias Maria! en serio planchar para mí es un martirio, pero mamá padece varices y cuando plancha se le ponen muy mal. Maria sonríe. Se acabo el problema. Dice Maria apuntando hacia el montón de ropa ya planchado. ¿Has visto mis cuadros? Le pregunta Fernando. Maria mira las pareces pero no ve nada. No, no están en las paredes. Por lo menos en las de aquí, por que en las demás ya no cogen claro. Son estos le indica un montón de lienzos colocados unos junto a otros algunos están empezados solamente. Pero otros están terminados y son preciosos. Maria los contempla embelesada. ¿Los pintas tú? Sí los pinto en el poco tiempo que me queda libre, y en las noches que no puedo dormir. Maria sigue mirando los cuadros ¿Cómo podrá hacerlo? Algunos árboles parecen reales. ¿Quién te enseño a pintar? Nadie. Cuando era pequeño tuve que pasar mucho horas sentado y como leer no me gustaba me aburría soberanamente. Un buen día apareció Alfonso con un regalo. Lo desenvolví. Era un maletín con todo lo necesario para pintar. Veras como te diviertes. Me dijo. Aquel día yo estaba de muy mal humor y le dije: No lo quiero, yo no se dibujar. Muy tranquilo me dijo: Bueno déjalo por ahí, a lo mejor lo uso yo. Lo dejó en el mismo rincón a donde esta ahora y allí se quedo dos meses. Un día yo estaba súper aburrido y cansado de pelar varas. (Ese era el último entretenimiento, papá las traía por fardos. Se me cayó la navaja y fue a parar al lado del maletín. Me quede un rato mirando la navaja y el maletín, y sin saber como me encontré queriendo dibujar la navaja en uno de los lienzos. Como cada vez me salía peor, me dio tanta rabia que cogí la navaja t la clave en el centro del cuadro. Cuando se me paso el cabreo me remordía la conciencia, el pobre de mí hermano me lo había regalado con mucha ilusión y yo lo había roto. Quise arreglarlo y le pegué un trozo de tela de saco, para que Alfonso no lo viera, Lo gracioso es que quedó muy bien. Entonces se me ocurrió que podía pintar algo encima, así no se notaría. Cogí los pinceles y las pinturas y empecé pintando directamente encima sin dibujar. Lo sorprendente es que al final había quedado una navaja pintada. Ahora el cuadro lo tiene mamá en el salón y nadie sabe que esta roto. Total que cuando me repuse de mi enfermedad, había pintado cientos de cuadros. En lienzos, en tablas de madera y en cualquier otro material que fuese duro. Después de aquello no he dejado de pintar. Si miras detrás de esas puertas lo comprobarás. Maria había permanecido callada y atenta, no se había perdido nada. ¿Por qué no los vendes? Por que nadie los compraría. Desde el salón Alicia reclama a Mari. Esta acude rápidamente. ¿Te importa venir conmigo a la capilla? La muchacha no sabe que es la capilla, pero dice. Claro que no me importa. Pues vamos allá. Caminan por un sendero. Detrás de las cuadras y casi oculta por los grandes árboles se encuentra una capilla pequeñita. Maria comprende que es una iglesia y como siempre mira a la señora interrogante. Alicia también como siempre se da cuenta y le explica. Es la iglesia de la casería. Yo siempre vengo ha rezar en las tardes de verano. Cuando llega el mal tiempo rezo en casa. Ahora voy a rezar para que la virgen nos proteja a todos. Con un chirrido la puerta queda abierta. Un altar y cuatro bancos quedan en la memoria de Maria. Es preciosa. Dice con verdadera admiración. Es toda de madera labrada. Es una obra de arte. Rezan en silencio, con verdadera devoción, luego salen de nuevo. De vuelta a la casa pasan por las cuadras. Hay media docena de bacas y unos terneros. Fernando está ordeñando a una baca. ¡Pueden pasar! Dice cuando se fija en la dos mujeres. ¿Hace un baso de leche recién ordeñada? Bueno. Contesta su madre. Maria está observando lo que hace Fernando. Nunca había visto nada de eso de cerca, ni siquiera las bacas que la parecen enormes. Alicia toma un gran baso de leche y se lo ofrece a Maria. Fernando ha llenado los vasos. ¿Por qué son tan grandes? Pregunta Maria. Fernando cree que le pregunta por las bacas y dice dándole una palmada en el trasero a una de ellas, también las hay más pequeñas, las tenemos en el puerto. Maria se ríe con ganas. No lo decía por las bacas. Lo decía por los vasos, nunca los había visto tan grandes. ¡A! Dice Fernando ahora te lo explico. Estos vasos son para beber sidra pero en esta casa los usamos para todo. Alicia ya esta dando buena cuenta de la leche caliente: Maria la imita. Esta riquísima, dice. Fernando la esta ahora mirando y se ríe descaradamente. Maria tiene un gran cerco de espuma alrededor de los labios. Su piel oscura destaca contrasta con la blancura inmaculada de la espuma. Alicia la deja un pañuelo de papel al tiempo que le dice. Es la espuma y apunta con el dedo a su propia boca. Es gracioso. Maria también se ríe. De camino a la casa comentan que van a poner para cenar. La muchacha se ha acordado de Alfonso durante todo el día. Gracias a él estoy aquí y aunque no sé lo que va a durar esto, ahora soy muy feliz. ¡Gracias Alfonso reza para sus adentros! No hay luz en la casa, ni siquiera esta encendida la del porche. Allí esta José viendo como muere el día. Piensa, otro día menos. No le importa demasiado, su vida ya no tiene muchos alicientes. Ni siquiera puede leer. Tiene muchos libros que le han ido regalando. Sobre todo Alfonso, pero él sabe que ya no los leerá, Se da cuenta que cada día pierde más vista a pasos agigantados, ya no distingue las letras para el solo son unas gruesas rallas negras. No quiere preocupar a su familia y finge que ve mejor, pero el sospecha que tiene cataratas. José, deberías entrar en casa aquí ya esta frío. Dice Alicia a su marido ayudándole a levantarse. En ese momento llega Fernando con unos cuantos troncos de leña. .Sin explicar nada enciende la chimenea. La leña esta seca y arde rápidamente. Alicia arrima los sillones al fuego, ayuda a sentarse a José y luego se deja caer en el otro. Estoy rendida, dice. Maria se ofrece para hacer la cena. Si me dice que debo hacer lo preparo yo. Así de simple, como si llevara viviendo varios años con ellos. No Maria gracias, descanso un poco y voy yo, de todas formas las cenas en esta casa dan poco trabajo. Siéntate un poco. Maria no esta cansada pero se sienta. Fernando sigue con la chimenea. Cuando termina sacude las manos con dos palmadas y dice: Ya esta listo, echa un vistazo y se va. Alicia ha descansado como una hora y Maria también. José está mirando el fuego, de vez en cuando cierra los ojos y los tiene así largo rato, como si durmiera. Él anciano esta pensando. Recuerda a su padre en ese mismo sillón mirando la misma chimenea. José había heredado de su padre esa casería. Él era hijo único y cuando se caso con Alicia había ido ha vivir al pueblo. A los pocos años, murió su madre y José hablo con Alicia. ¿Qué te parece, crees que te adaptarás a esa vida? Alicia le contesto, que no sabía pero que lo iba ha intentar. Lo que esta claro es que tu padre no puede vivir solo. Le dijo en esa ocasión. Le propondremos que se venga a vivir con nosotros, pero dudo mucho que quiera. Se lo propusieron pero por supuesto no acepto. José pensaba. Pobre Alicia. Aun recuerda las caras que ponía cada vez que se acercaba a una baca. Alicia de soltera era una de esas chicas guapas a las que da respeto acercarse, Muy seria muy elegante y muy guapa. Era profesora y trabajaba en la escuela del pueblo. Venia de Oviedo de donde vivía. En concreto que era una chica de ciudad. Vestía con mucho gusto. Alta y esbelta como una palmera. Su pelo cobrizo y sus ojos azules remataban aquel conjunto envidiable. Todos los chicos del pueblo suspiraban por ella, pero fue José quien conquisto su corazón. José era muy lanzado y no tardo en tirarle los tejos a la profesora. Simpático y bien parecido, José no creyó nunca conquistar el amor de Alicia, pero por si acaso él insistía. Siempre había un ramo de rosas blancas en la mesa de la profesora. José se las llevaba cada tres días exactamente. Lejos estaba Alicia de pensar que ese ritual se repetiría durante casi toda su vida. Siempre habría cerca de Alicia un ramo de rosas blancas. Siempre había rosales blancos en su jardín. José los había plantado para ella y a pesar de su lento caminar él iba a cortaras para su esposa y esta siempre se lo agradecía con un beso. En contra de todos los pronósticos, Alicia y José se casaron y se instalaron en el pueblo. Más tarde pasarían a la casería que sería su hogar definitivo. Allí nacieron sus dos hijos y allí fueron inmensamente felices. José recuerda lo fácil que le resulto a su mujer adaptarse a esa vida tan diferente. A ella la encantaban las plantas y toda clase flores. El cambio en la casa fue radical. Alicia se levanta y el roce del sillón contra la madera le devuelve a la realidad. Pestañea y lucha por esconder una lágrima que se escapa de sus ya cansados ojos. Las dos mujeres en la cocina preparan la cena. José y su esposa Solo cenarán, una sopa de manteca y un baso de leche Fernando y Maria toman sopa y carne con ensalada. Al finalizar la cena, todos se levantan. Fernando y Maria recogen la cocina y Alicia y su esposo buscan su sitio junto a la chimenea. Fernando después de un rato aparece en el salón. No lleva vaqueros. Está muy guapo. Levanta la mano en forma de saludo y dice. Aprovechando que estáis acompañados ¡Me voy de juerga, hasta la vista! Dice agitando la mano. Ten cuidado con el coche, le dice su madre. Cierra la puerta con llave, luego suena el motor del coche, después nada. Alicia se ha quedado pensativa. En voz baja esta rezando, luego levanta la cabeza y mira a la muchacha que esta embelesada mirando la hoguera. José esta medio dormido. Nosotros nos vamos a la cama Maria. Si quieres leer algo por ahí tienes de todo. Le dice apuntando la estantería, a lo mejor no tienes sueño. Si leeré un poco, responde Maria. José con trabajo y ayudado por lucia se levanta. Hasta mañana Maria. Si no te importa mañana me podrías leer algo a mí yo ya me canso mucho. Por supuesto. Me gustaría mucho, mañana empezaremos un libro. Creo que continuaremos con uno que tengo empezado por ahí. Muy bien dice Maria. Buenas noches. Se ha quedado sola. Fija su mirada en la estantería y coge uno al azar. Es la biografía de Pío CCI. Sentada frente al fuego mira el libro pero ni lo abre esta pensando en José. Esta muy triste, casi no habla. No le disgusta que este aquí, yo creo que está enfermo. Ahora la toca examinar a Alicia. Debe de haber sido muy guapa, y que buena es. Luego es Fernando en el que piensa, la parece muy alegre, él es el que pone la chispa en esta casa. Se ha puesto muy guapo, debe de haber ido a ver a su novia. El calor del fuego la da sueño. Deja el libro sin abrir y se dirige a su habitación. ¡Qué olor tan agradable despide la madera! A ella la parece entrañable. Sale al corredor. La noche es muy clara. Una luna blanca y brillante ilumina todo el paisaje y le da un encanto especial de luces y sombras. El silencio y la paz lo inundan todo. Da pena dormirse, esperaré un poco piensa Maria. Sentada en el suelo abraza sus rodillas. Mira las montañas más lejanas, parecen recortadas con unas enormes tijeras. No puede definir su color pero son preciosas. Tiene un poco de frío que la anima ha acostarse en aquella cama limpia y perfumada. Pensando en sus hermanas se duerme profundamente. Tanto que no siente llegar el coche de Fernando. El cántico del gallo la vuelve ha despertar hoy. Esta amaneciendo. Maria se arregla y baja a la cocina. Allí esta Fernando vestido con ropa de trabajo y se dispone ha preparar el desayuno. Buenos días saluda Maria y continúa. Déjame a mí. Se dispone a coger un delantal que esta en una percha. Intenta freír los huevos como la aconsejo Alfonso. Fernando la deja hacer mientras él pone la mesa. ¿Qué te parece este lugar? Un sueño responde la joven, pero tengo miedo de despertar en cualquier momento. Me tratáis demasiado bien. Te tratamos como lo que eres. Una persona, casi una niña. Tengo diecinueve años. Pues no los aparentas dice él. De todas formas una niña. Voy a ir al pueblo ha comprar comida. ¿Quieres que te traiga algo de ropa o alguna cosa? Maria muy azarada dice. Un cepillo de dientes, pero no tengo dinero. ¡A Claro! No te preocupes, te lo descontaré de tu sueldo. Maria le mira interrogante. De eso hablará mamá contigo. En ese momento entra Alicia. ¿De que tenemos que hablar? Buenos días a todos. Maria necesita un cepillo de dientes, dice Fernando. Necesita más cosas. Iré contigo al pueblo. Pero... Comienza ha decir Maria. Te lo descontare de tu sueldo, no te preocupes. Dice Alicia sonriendo. Maria se ha puesto nerviosa. No quiero que me paguen nada ya hacen suficiente admitiéndome en su casa y tratándome tan bien. Espero no defraudarles. Alicia la toma las manos mientras le dice: Veras Maria, Yo ya soy mayor, si no estuvieras tu con nosotros tendría que buscar otra persona para que me ayudara, y a esa persona se le pagaría por trabajar lo mismo que a todos los que trabajan. Además estaría unas horas y tú estas todo el día y toda noche. ¿Comprendes? Sí, pero a pesar de todo creo que no merezco un sueldo. Pues a pesar de todo lo tendrás. Además Fernando es ebanista y entre el trabajo de la casa y el ganado no le da tiempo a nada y esta perdiendo clientes. Alicia continúa orgullosa. Muchos de los muebles de la casa los ha tallado él. Ya te los enseñaré y también pinta cuadros muy bien. Fernando se pone muy tieso y riendo dice: Como ves Maria soy una joya. Y además tiene muy buen humor. Dice su madre. Ahora Alicia se queda se queda pensativa. Su padre también tenía buen humor, pero desde hace dos o tres años esta siempre triste y habla lo imprescindible. Lo peor es que no me quiere decir que le pasa. Es muy raro por que siempre nos lo hemos contado todo. Ni siquiera quiere que lo vea el medico. Él insiste en que esta bien, pero me tiene muy preocupada. En fin dice la mujer soltando un suspiro. Ven vamos ha preparar una lista con lo que te hace falta. No tienes nada más que lo puesto, así que necesitas de todo. Luego se ríe y dice este mes no cobras. En una libreta y apunta una buena lista de cosas. Maria ve como dicha lista crece y mira asustada a la mujer. Esta vuelve a reír. No te apures te alcanzará. Sabes Maria. Hacia mucho tiempo que no compraba nada femenino. Creo que me voy ha divertir mucho comprando, es una pena que tu no puedas venir. Tendrás que ocuparte de José. Este hombre últimamente no quiere ni comer. En la nevera tiene sopa y pescado para él. Como si ella supiera lo que tenía que hacer no le dice nada más. Maria tampoco pregunta nada. José llega a la cocina y Maria le prepara el desayuno. Él lo toma como ausente. Maria lo observa y se pregunta. ¿Qué le pasará? Da la impresión de que no ve. ¡Tengo que saber que le pasa! Se dice decidida.
Página 1 / 1
|
Elvia Gonzalez
Mara Vallejo D.-