DESPUS DE LA PATERA continuacin 7 PARTE
Publicado en Jun 19, 2015
La mañana transcurre normalmente. Maria anda de acá para allá, haciendo las cosas de la casa, pero no pierde de vista a José.
Este no ha querido salir al porche a pesar de que hace un día precioso. Sentado en el sofá mira la televisión. Maria se da cuenta de que no le importa en absoluto lo que están contando. Llega la hora de comer. Maria le ha dicho. Cuando quiera le pongo la comida en la mesa. José le dice. No tengo ni un poco de hambre. Esperaré a que venga Alicia. Maria se pone delante de él y tendiéndole la mano suplica. Por favor. José escucha a la muchacha tiene la voz tan dulce e implorante que no se atreve ha negarse de nuevo. Acepta la mano de Maria y se levanta. Vale, le dice. Esta se lo agradece con una sonrisa, y le dice ¡Gracias! Corre a la cocina, la gustaría ayudarlo a caminar, pero teme que no le guste. Todo esta preparado en la mesa. José se sienta y pide a Maria que lo acompañe. Maria empieza preguntando al anciano cuantos años tiene, y acaba enterándose de medía vida de José. Es una buena conversadora te saca las palabras. Piensa el hombre. Este sin apenas darse cuenta ha terminado de comer y esta vez ha comido hasta el postre, cosa que no hace casi nunca. El postre esta rico, son unos melocotones en almíbar con azúcar requemado. José nunca los había comido y le gustan. Están ricos la dice. Maria un poco avergonzada confiesa que se lo ha inventado sobre la marcha. Pues están muy buenos, comeré otro. Maria sonríe y el anciano también. Esta contenta parece una niña que acaba de recibir un juguete. Se hace un silencio breve que rompe José. Voy al porche hace un día precioso. Se ha levantado con gran esfuerzo. Maria lo deja hacer, este se tambalea un poco. La muchacha hace ademán de ayudarlo, pero él niega con la cabeza. El hombre sufre pero no se queja, ni un mal gesto, ni una mueca de dolor. Ella sabe que no quiere que le ayude. Con calma sale de la casa y llega al porche. El sillón abraza su cansado cuerpo cuando se sienta y él acaricia los cojines como dándoles las gracias. Apoya la cabeza en el respaldo y suspira. Maria lo observa de lejos. Se esta quedando dormido. Coge una pequeña manta y le arropa con cuidado. José se ha dado cuenta pero no se mueve, le ha gustado el detalle. Debería haber tenido una hija, piensa. El sueño le vence y duerme unos minutos, después abre los ojos. Maria es enfrente de él cosiendo, es como si vigilara su sueño. Ella no se da cuenta que la esta mirando. José no distingue sus rasgos pero su figura parece bonita. Le gustaría ver sus ojos, pero su vista no le permite eso ni mucho menos. Maria levanta la cabeza. Los ojos del anciano están clavados en ella pero no la molesta. La mirada de José no tiene nada de sucia. No se parece nada a la del padre de Raquel. Este pensamiento le produce malestar. José es diferente, la mira con ternura y le ve tan triste. ¡Hola! Saluda. José sigue mirándola. Se revuelve en el sillón con idea de levantarse. Luego lo piensa mejor y pide ayuda a Maria. Quería buscar un libro que tengo empezado por ahí. Lo empecé hace a algún tiempo. Pero no tengo ni idea donde puede estar. Hay tantos libros. Luego pregunta ¿Te importa leer para mí? Me encantará. Responde Maria. Si me dice el titulo , lo busco ahora mismo. Sí era "Mar adentro" Me gusta mucho pero me fue imposible seguir leyéndolo. Maria se levanta en busca del libro. José le dice. No tiene por que ser ahora mismo mujer, sigue cosiendo. La muchacha sacudiéndose los hilos del pantalón con garbo dice: Eso puede esperar. No lo encuentra. Hay tantos libros que será un milagro dar con él, pero ella insiste. Al fin lo encuentra. ¡Aquí esta menos mal! No es muy gordo, lo leerá enseguida. ¡Lo encontré! Dice triunfal, entrando en el porche con el libro en la mano. Creo que debería empezar por el principió a lo mejor ya no se acuerda por donde lo había dejado. José es contento. Tienes razón dice. No me acuerdo. Bien así me entero yo también. Se sienta al lado del anciano y dice. ¡Vamos aya! La voz de Maria parece recitar en vez de leer como haría cualquiera, incluso cambia el tono de voz con cada personaje. José en ese momento es feliz, Maria también. Tan absortos están en la lectura que no se dan cuenta de que el coche ha llegado. Fernando se fija y le dice a su madre: Mira que cuadro. ¿Esperamos un poco a ver que pasa? Alicia asiente con la cabeza. La verdad es que es una imagen entrañable. José tiene la cabeza en el respaldo encima de un cojín y los pies en un taburete. Maria lo ha colocado de esa postura, así estará más cómodo, le había dicho. José piensa. Esta cría es maravillosa y tiene la mentalidad de una mujer de cincuenta años. Alicia baja del coche y se dirige al porche. Ellos siguen en la misma posición. Fernando piensa que le gustaría pintar esa escena. El anciano en completo relax, contrasta con la figura erguida de la muchacha de color, las flores blancas del jarrón son más blancas y el verde de las plantas más verdes. Fernando no se mueve del coche quiere grabar esa imagen en su mente. Quizá algún día pinte un cuadro de ese momento. Buenas tardes dice Alicia con su voz cantarina. Los dos se sobresaltan y miran hacia el lado de donde sale la voz. ¡Qué concentración! Dice mientras da un beso en la frente a su esposo. Sí un poco. Lo dice como si le hubiese pilado en falta. Luego continúa. Maria encontró. Esta pensando que si viese bien él también lo hubiese encontrado. Se entristece un poco pero luego se dice: Bueno mientras esta aquí Maria. Que amable es esta muchacha. Alicia hace una señal a Fernando, este sale del coche, y saca del maletero un montón de bolsas y paquetes. ¡Hola papá! Mamá te acaba de arruinar por poco tengo que llamar a mí hermano para que me deje el camión. Hola Maria, a ti también te ha arruinado. Todos ríen la gracia de buena gana y Fernando vuelve a por más paquetes. La muchacha deja el librasen la mesa. Alicia lo coge. Es muy bonito, dice mirando a Maria. ¿No sabes que está escrito sobre un caso real? ¿De verdad? Dice Maria entusiasmada. Sí José lo siguió por la tele, por eso le gusta tanto. José escucha sin pronunciar palabra. Luego llama la atención de su mujer con un comentario que asombra un poco a su esposa, no por el comentario en sí sino por el tono alegre que suena en su voz. Hoy he comido muy bien. Maria ha hecho un postre especial, tienes que probarlo. ¿A sí? Pues lo probare ahora mismo. José y la muchacha han cruzado una mirada cómplice. Maria está muy contenta se sabe útil y eso para ella es importante. Se acuerda de Alfonso. Que suerte tuve al ocultarme en su camión. Ahora se daba cuenta de lo insensata que había sido. Sabe Dios lo que hubiese sido de mí si me subo en otro camión. Entra Fernando con más paquetes. Se fija en el libro. Por fin dice levantándolo en alto. ¿Qué fue lo que te animó a seguir leyéndolo? Me lo está leyendo Maria y lee muy bien, mucho mejor que tú. Dice José riendo. ¡Bien! Piensa Alicia. Esto marcha. Fernando con su clásico buen humor dice: Cuando yo digo que esta niña me echa al paro... Te voy a enseñar Ha ordeñar las bacas y así no madrugo yo, dice riendo a carcajada limpia. La muchacha pone cara de susto. Las bacas la dan mucho miedo. Fernando se da cuenta y dándole una palmadita en la espalda y la tranquiliza. No te preocupes es broma. Entran todos en la casa. Los paquetes se amontonan en el sofá. ¿Qué puede haber allí? Alicia se desploma en el sillón. Luego dice. Si me trajeras un café. Estoy hecha polvo. Es increíble lo que se cansa uno andando de compras. Sonríe. Pero lo he pasado tan bien... Es muy divertido, es una pena que no pudieras venir conmigo. Le dice a la muchacha. Algún día te llevaré de compras, ya veras que divertido. Y que caro sale, dice Fernando, a la vez mira a su padre con cara de estar pasándolo muy bien. José sonríe ¡Mujeres! Alicia ha tomado el café. Se levanta y va hacía el sofá. Ven Maria. Mira que de cosas te he comprado. José mira con cariño a su mujer. Se la ve ilusionada, hacía mucho tiempo que Alicia no iba de compras... Alicia comienza a desenvolver los paquetes, allí hay de todo. Maria está nerviosa. Lo primero en que se fija, es en una caja que contiene ropa íntima. Mira intrigada tres sujetadores. Ella nunca lo ha usado aunque sabe lo que es. Me lo probare a lo mejor me gusta. Piensa. Alicia parece una niña el día de reyes. Pantalones, faldas, blusas, cosas para el aseo personal e infinidad de cosas más. Maria pregunta: ¿Todo esto es para mí? Claro Maria es que no tenias de nada. Abre un paquete y a la muchacha se le ponen los ojos como platos. Unas madreñas preciosas y unas zapatillas. Fernando ríe a carcajada limpia. ¡Ahí te quiero ver yo, pruébatelas! Maria no sabe lo difícil que es andar con ese calzado y muy decidida, se pone las zapatillas. Luego mira interrogante a la señora. Alicia le pone las madreñas en el suelo. Ahora tienes que meter el pie aquí, le dice indicándole el calzado de madera. Continúa. Esto lo usamos aquí por que es muy cómodo. Cuando llegamos al porche las dejamos afuera y así entremos en la casa con los pies limpios. La muchacha muy decidida mete un pie en una de ellas y luego lo intenta con el otro. La zapatilla no entra y dice. Esta es más pequeña. Dale un empujoncito, dice Alicia. Al fin el pie se coloca en su sitio. Maria divertida los mira a todos. Fernando le dice: Ahora ven hasta aquí. La muchacha camina con aquel calzado como si fuese un pato y al final da un tropezón y se sujeta a la silla más cercana. Todos ríen, incluso ella. Luego comenta: - Yo no sé andar en esto. No te preocupes ya aprenderás y llegara el día en que no puedes pasar sin ellas. Otro laberinto para sacar las zapatillas. Maria piensa que de cómodas nada pero aprenderá. Se queda con las zapatillas puestas y saca las madreñas al porche. José Y Alicia se miran, piensan lo mismo. Ya sabe donde tienen que estar, la muchacha se adapta a todo rápido. Maria siente que ya tiene un sitio para todo en esa casa. La felicidad se le nota en los ojos. Fernando la ayuda ha subir las cosas a la habitación y las deja encima de la cama, ya en la puerta dice. Tienes para un par de horas. ¡Hasta la vista! Maria mira ilusionada todo aquello. En una caja grande hay una especie de maleta pequeñita, es un neceser, y contiene todo lo necesario para su aseo personal. La muchacha hasta ahora solo necesitaba para asearse agua y jabón pero allí había muchas cosas más. Empieza a leer las instrucciones de las cajas y los tubos pero al final solo coge el cepillo de dientes y la pasta y se va al baño. Esto si que lo estaba necesitando, se dice muy contenta levantando el cepillo en alto. Vuelve a la habitación, en la boca lleva el sabor a pasta de dientes. Es muy agradable. El armario se va llenando poco apoco de ropa. No se puede creer que todo aquello sea suyo, tenía incluso dos pijamas y una bata. Se la prueba. ¡Si me viese mi madre! Seguro que mis hermanas también tienen todas estas cosas. Una camiseta de flores llama su atención. La prueba, la queda perfecta, no lleva sujetador pero la verdad es que no lo necesita. Luego se pone unos vaqueros, son bonitos y cómodos. El espejo le devuelve su imagen, esta muy guapa. No es presumida pero la gusta como la queda. Ya es tarde, baja al salón. Todos están sentados pero cuando aparece Maria Fernando se levanta y suena un silbido de admiración. Vaya cambio, dice. Los tres la están mirando y ella se siente un poco azarada. Baja la cabeza. Alicia la mira detenidamente. El cuerpo de la muchacha enfundado en los vaqueros de su talla ponen al descubierto su figura. Está en el último escalón y su mano se apoya en la barandilla. El cabello recogido en una larga trenza que desaparece hacia la espalda, sus ojos brillan como dos faros sen la noche y una boca perfecta de dientes blanquísimos sonríe como con miedo o inocencia, no se sabría muy bien. No entiende por que la miran de aquella manera y pregunta: ¿Qué pasa, que me he puesto mal? Nada hija, nada lo tienes todo muy bien puesto. Dice Fernando con segundas. Su madre le mira y mueve la cabeza al tiempo que dice. Fernando... Ya vale la vas a poner nerviosa. No le hagas caso Maria estas preciosa, le dice Alicia. Sí señor preciosa es la palabra exacta dice José. Aun que está pensando: Qué pena que sea negra. José no es racista pero... Después de cenar todos se acomodan en el salón. La televisión está encendida y todos miran en la misma dirección, pero Maria no ve el televisor. En su mente se han quedado como un desafío las madreñas. Se levanta. Voy afuera dice. La miran un momento pero nadie dice nada. La noche es clara, la luna está en el cielo como una inmensa lámpara que lo ilumina todo. Los árboles son oscuros pero el reflejo de la luna les pone un cerco blanquecino. Las montañas parecen más cercanas, huele a rosas y el silencio es total. Maria mirando aquella maravilla piensa que Alfonso tenía razón ¡No puede haber nada más bonito! Mira las madreñas desafiante, Mete un pie y luego el otro. Esta vez no ha hecho falta el empujoncito, para ella eso ya es una victoria. Agarrándose a todo lo que puede intenta bajar los escalones del porche. Las madreñas se empinan y Maria rueda hasta el jardín. El ruido saca a todos de su atención al televisor y miran unos para otros interrogantes. Fernando dice agarrándose la cabeza ¡Las madreñas! Ha salido tan rápido que a Maria no le ha dado tiempo a levantarse. Esta frotando una rodilla. El farol del porche ilumina su cara es de fastidio, pero a la vez de decisión. ¿Te has hecho daño? Pregunta Alicia un poco asustada desde la puerta. La muchacha levantándose sacude los pantalones. Dice. No, no es nada, es muy difícil. Después mira hacia Fernando con decisión. Aprenderé no lo dudes. Claro que aprenderás eres terca y cabezota. Esta pensando que a él también le gustan los desafíos. Maria se dispone ha caminar de nuevo. Soy como un pato piensa pero sigue caminando y logra dar con mucha dificultad unas vueltas por el jardín. En el porche ya no hay nadie, sube y se sienta para quitarse las madreñas, luego sin saber por que las pone junto a las de Fernando. En el salón la leña sigue ardiendo. José se ha quedado dormido, y Alicia teje una de ganchillo. Fernando no está. Se ira otra vez de juerga, piensa Maria. Alicia la enseña la labor. Es una puntilla para una toalla, le dice. Es muy bonita dice Maria y pregunta: ¿Es muy difícil hacer esto? Nada es difícil Maria solo hay que querer hacerlo. Si quieres un día de estos te enseño. Mira el reloj, luego a José y dice. Mañana ya es demasiado tarde. Se levanta y acaricia la cara a su esposo para despertarlo. Vamos es muy tarde. Lo ayuda a levantarse y luego se dirige a Maria. ¡Hasta mañana Mari! Por hoy ya estuvo bien, estoy rendida. Maria los ve caminar juntos, Alicia siempre pendiente de él ¡Cómo se quieren! Se pregunta si algún día ella querrá a alguien de esa manera. Son las doce y Maria también sube a si habitación, tiene ganas de estrenar el pijama nuevo. Entra en el cuarto de baño y se ducha, cepilla el pelo y lo deja suelto. Ya en la habitación saca el pijama. Es azul con lunas blancas y pequeñas estrellas. Es amplio y cómodo, saca del armario las zapatillas. Las mira, son preciosas pero las devuelve al armario. Está más cómoda descalza. No tiene sueño. Sale al corredor, en él como no, hay muchas plantas y unas pequeñas banquetas, pero ella se sienta en el suelo, recoge las piernas y las abraza. ¡Qué bonitas son las noches aquí! Piensa. Maria siente algo de sueño pero no quiere dormir, quiere vivirlo todo. Siente que una puerta se cierra a lo lejos. Desde las cuadras se acerca Fernando. No sabe por que pero la gusta que hoy no haya salido de juerga. Luego se dice. ¿Y a mí que me importa? Se levanta y se mete en la cama. Siente a Fernando meterse en el cuarto de baño, luego la ducha, después nada. La vida en la casería desde que Maria llegó trascurre normalmente. Este fin de semana viene Alfonso con su familia y todos están muy ilusionados. José está encantado con la muchacha, lee libros para él, le ayuda ha pasear y le cuenta muchas cosas de su país y de su vida. Ya no le da pereza levantarse y está más alegre. Alicia lo nota más hablador. Está muy contenta y se dice. Creo que esto es lo que nos hacía falta a todos. Hoy el calor aprieta y en el porche hace calor. Maria coge sin más preámbulos el sillón de José y lo coloca debajo del hermoso roble del jardín.
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Elvia Gonzalez
antonia
Mara Vallejo D.-
Que siga . . .
María
antonia
Mara Vallejo D.-
RESUMEN, SI. PUEDO COLO CARLES ROSTRO . . .
MARIA.
( disculpa los errores, escribo desde mi teléfono)