DESPUS DE LA PATERA continuacin 9 PARTE
Publicado en Jun 20, 2015
El lunes había que organizar la casa.
María se levanta muy temprano. El aire es fresco y limpio y el cielo está despejado. María admira aquella filigrana de contrastes y paisajes, que a la muchacha le parecen cada día diferente, según la luz y el clima. Esa mañana el Sol no ha salido todavía, pero se refleja desde el fondo y hace brillar un par de nubes blanquísimas que hacen de techo a unas grandes montañas. Un poco más cerca, a media falda de otras montañas. Una franja de niebla las rodea como si fuese un gran lazo. Más abajo ya en el valle, el verde de las laderas se divisa claramente. Lo mismo que el pueblo en el que destaca airosa la torre de una iglesia. La algarabía de cientos de pájaros hacen coro al canto del gallo. El jardín despide su propio aroma y ella apoyada en la barandilla del corredor, se emborracha con aquel ambiente que a pesar del frío del amanecer resulta cálido. Recuerda a Carmen y Alfonso paseando por el jardín. ¡Cómo se quieren se les nota que están muy enamorados! ¿Me enamoraré yo así algún día? Debe de ser muy bonito. El Sol ya se divisa a lo lejos en el horizonte. María respira hondo. Sus pulmones se llenan de aquel aire tan puro. Se arregla y baja al jardín. Hoy esta especialmente, no sabría decir exactamente por qué pero siente algo extraño en su ser. En la puerta de la casa aparece Fernando. ¡Buenos días María! ¡Buenos! Contesta María muy contenta. ¡Hace un día precioso! ¿Verdad? Comenta Maria mirando al cielo despejado. Fernando ya está cerca de ella y la mira a los ojos al tiempo que dice: ¡Sí hoy todo es precioso! La mirada de Fernando sigue clavada en sus ojos. María siente que el cruce de sus miradas la produce un dulce escalofrío y un no sé qué en el estómago. Vuelve la cabeza. Parece como si quisiera escapar de esa mirada. La gusta pero le produce un poco de miedo. Mientras se aleja Fernando le dice: No me prepares el desayuno me voy al pueblo ahora mismo, desayunaré allí. ¡Vale! Dice. Luego se da cuenta de que ella tampoco ha desayunado. A lo mejor por eso tengo está sensación tan rara en el estómago. A media mañana, ayuda a José a dar una vuelta por el jardín. Alicia los contempla desde la galería. José ha mandado a María que corte un ramo de rosas blancas, que como siempre lucirán en la mesa del comedor para Alicia. José ha visto a su esposa y la saluda con la mano. Alicia sale por la puerta de la galería que da al jardín y camina hacia ellos. Recoge el ramo y lo acerca para acaparar todo su perfume. Luego dirige la mirada a su marido. Los dos sonríen. María mirando la sonrisa de Alicia y sin saber por que, se acuerda de Fernando y la sensación de vacío vuelve a su estómago. Alicia la pregunta si ha visto a Fernando. Sí ha bajado al pueblo. Dice la muchacha interviene ahora. Sí ha ido a encargar el pienso para el ganado, lo traerán por la tarde. Luego mira a la muchacha. Me parece María que vas a tener que pasarte la tarde en casa. Bueno no importa. Arreglaré el cuarto de la plancha. ¿Sabe José? Fernando me va a hacer un marco para que ponga una fotografía. ¡Ah muy bien! Dice el anciano A cambio le ordenaré el rincón donde pinta. Tiene un lío... José sabe que la muchacha está contenta y él se alegra. Pobre criatura, solo nos tiene a nosotros y se la ve tan feliz. Marií deja acomodado en el porche a José y entra en la casa. Alicia ya ha dejado el ramo de flores en la mesa y está colocando los libros de una estantería. Coge uno y se lo enseña a María. Mira le dice. Este le gustará se titula "El último samurai" Yo lo he leído es muy bueno. Es muy grueso. Se lo enseña a José. Hoy no podrás leérmelo. ¡Bueno, pues se lo leo mañana! ¡Mañana! Piensa. A la muchacha le gusta pensar que mañana podrá leerle el libro y acompañar a José a pasear, charlar con él, comer con todos, arreglar la casa, Y un montón de cosas más. Le encanta el sol, la niebla, las flores. Incluso el montón de ropa que la espera para ser planchado. Se siente muy feliz. Solo el recuerdo de sus hermanas la entristece un poco, pero está segura de que un día las encontrará. José pone el libro otra vez sobre la mesa y le dice a la muchacha: María, quiero que sepas que desde que tú estas aquí me siento mucho más animado. Gracias. Dice María muy contenta. A ella le hubiese gustado darle un beso en la frente, pero no se atreve. Sube los escalones del porche y desaparece. A medio día Fernando regresa del pueblo. La mesa ya está puesta y un cocido de verdura ahuma sobre la mesa. Huele muy bien. ¡Hola a todo el mundo! Dice Fernando. Él también está contento, piensa María. El hombre prosigue: Esto huele que alimenta. Tengo un hambre. Fuera de casa se desayuna muy mal. Todos ríen. Alicia sirve la comida en los platos y Fernando comenta que por la tarde vendrá el camión del pienso. María dice que aprovechará para organizar el cuarto de la pintura. ¡Estupendo! Dice Fernando. María mira el plato de comida. Recuerda el hambre que pasaba en su país. Después de recoger la cocina, Maria se mete en el cuarto de planchar. Allí nadie la verá. Los cuadros se amontonan en el rincón y un sinfín de tubos de pinturas de óleo están repartidos por una pequeña mesa. El lío es impresionante. En otra mesa hay dibujos una caja con pinturas al pastel, lapiceros, reglas y sabe Dios cuantas cosas más. María se rasca la cabeza con gesto de preocupación. No sabe por donde empezar. En ese momento aparece Fernando. ¡Vaya lío! ¿No? Pues sí. No sé por dónde empezar. ¡A mí no me mires! Dice Fernando, soltando su alegre risa. María sigue mirando aquel desastre. Fernando se acerca a la muchacha que está de espaldas a él. María no le ve, pero lo siente cerca y percibe el olor de su cuerpo. Él le pone una mano en el hombro. Está mirando la interminable trenza de Maria. A la muchacha se le corta la respiración. El contacto de esa mano en su hombro, produce en su cuerpo algo que no sabría explicar. Siente un sinfín de sensaciones, todas desconocidas. Su piel parece que se encoge. No se atreve a moverse, y mucho menos a mirarle. Si María viese esos ojos ahora, se asombraría. Son todo un poema y una sola idea recorre su mente. Está asustado y a la vez quisiera no mover aquella mano que siente el cuerpo de María. Sacude la cabeza como llamándose al orden. Sabe que se está enamorando pero no quiere admitirlo. Retira su mano del cuerpo de Maria. Le parece que pesa más de lo normal. Una risa nerviosa disimula su turbación, a la vez que dice. Recuerda que me lo prometiste. María no contesta, está mirando un lienzo. Una hermosa mujer, rubia y esbelta, mira hacia delante con gesto altivo. Es una mirada dulce pero decidida y fuerte. Intrigada pregunta: ¿Quién es? El hombre sonríe y a su vez pregunta. ¿Es muy guapa, verdad? No ¡Es preciosa! Entonces Fernando dice con orgullo: ¡Es mí madre a los veinte años! ¿La has pintado tú? No puede ser tú no habías nacido. Ya pero lo copie de una fotografía. No sabe por qué, pero María respira tranquila. Luego sin darse cuenta le espeta. ¡Creí que era tú novia! Fernando ríe fuerte, luego sin decir nada, se aleja. María se pregunta. ¿Tendrá novia? Edad ya tiene para ello. Debe de tener por lo menos diez años más que yo. Se pasa la tarde organizando aquel verdadero laberinto. Ha descubierto lienzos preciosos, algunos sin terminar. Los coloca con ternura y cuidado, comprende que son delicados. La tela se puede romper. Siente el camión que trae el pienso para los animales. No la importa estar escondida. Lo está pasando muy bien. Me gustaría saber pintar. Está pensando. Al final todo está en perfecto orden. El camión ya se ha ido y Alicia va en busca de Maria. ¡Dios mío! Es increíble, ¿De dónde has sacado tanto espacio? Dice Alicia. María la mira divertida. Menudo desbarajuste tenía. ¡Santo cielo parece imposible! Luego dice. Veremos lo que dura ordenado. Sujeta a la muchacha por los hombros al tiempo que le comenta: José te espera para empezar el libro, Pero estarás muy cansada. Mejor lo dejáis para mañana. No estoy cansada, además lo he pasado muy bien. Lo empezaremos ahora mismo. José dice que nadie le entiende como tú, de verdad que te esta cogiendo mucho cariño, y no creas eso es muy normal en él. Es que es muy bueno es muy fácil entenderlo. No tan fácil te lo digo yo. Está pasando una temporada mala, debe de ser por las piernas. Pero se ha empeñado en no contar nada a nadie lo que le pasa. María sabe que no son las piernas lo que le preocupa, sino la vista. Pero ha prometido que no dirá nada a nadie. Luego dice. Se le pasará. Seguro que no es nada. María piensa que hoy hablará con él. Ha estado leyendo unas revistas y ella cree que lo que le pasa a José es que tiene cataratas. En el salón José la espera impaciente sentado en su sillón favorito. La recibe con cara sonriente. ¡Por fin! Te estaba echando de menos. María coge el libro y se dispone a leer. Alicia ha dicho que irá a la capilla. Se quedan solos. José espera unos minutos. Está impaciente, tiene que hablar con María. Mira hacía los lados y pregunta ¿Estamos solos? Sí responde la muchacha ¿Por qué? Verás. Estuve pensando lo de la operación, pero es que tengo verdadero terror a los quirófanos. Por otra parte me doy cuenta que cada día veo menos y tengo mielo de quedar ciego del todo. ¿Qué te parece a ti? Estuve leyendo algo sobre eso y por lo visto no es nada difícil, hasta el punto de que los pacientes no necesitan hospitalizarse ni un solo día. Ahora lo hacen con Láser y es indoloro. ¿Tú cómo sabes tantas cosas niña? Porque lo he leído en unas revistas. Pienso que debería decírselo a su familia. Entre todos buscarían la solución. Lo pensaré. Creo que tienes razón. Ahora si puedes léeme un poco del libro. Puedo. Dice Maria y empieza a leer. José no la escucha. Maria se ha dado cuenta pero sigue leyendo. Es bueno que piense, se dice. Ya es de noche cuando Fernando entra con su madre. Alicia le esta comentando en voz bastante alta. No vas a conocer el cuarto de la plancha. Espero que te dure mucho tiempo en orden, María se ha dado una buena paliza. ¿Ah si? Pregunta él como si nunca hubiese estado allí. Aún siente el calor de María en su mano. La oculta en el bolsillo del pantalón como si escondiese el cuerpo del delito. Luego mira hacía María. ¡Gracias niña! Te prometo que no lo volveré a dejar revuelto. Su madre se ríe. ¡ Eso ni tú mismo te lo crees! José está muy distraído. María piensa que Fernando la ha llamado niña. ¡Ya no soy una niña, soy una mujer! Dice. Fernando no contesta, pero él sabe que es una mujer y una mujer muy bella, por fuera y por dentro. Pero también tiene mucho de niña. Vuelve a aparecer en él ese gesto de cabeza que parece querer despejar sus pensamientos. Entra en el pequeño cuarto y sale al instante haciendo espavientos. Todos le miran. Él pregunta con muchísima guasa: ¿Estáis seguros que ese es mi cuarto de pintar? Luego suelta una carcajada fuerte, muy fuerte, María se siente de nuevo feliz. Todos están acostados. Ha sido un día caluroso. María abre el balcón. Hace una noche preciosa. Lleva el pelo suelto y esta en pijama. Recostada contra la pared mira la enorme Luna blanca que lo ilumina todo marcando el sin fin de las cumbres montañosas. En una noche así nadie debería dormir. Está pensando María mientras se dirige al fondo del corredor. Desde allí se ven las cuadras, vuelve a pensar en Fernando. ¿Por qué me habrá llamado niña. Su cabeza se apoya en una columna del corredor. Al otro extremo Fernando la observa con atención. La verdad es que prefiere que no le vea, pero es incapaz de moverse de allí. Le llama la atención la melena de Maria es larga y ondulada y el resplandor de la luna la presta unos reflejos azulados preciosos. Fernando siente un tremendo escalofrío. Vuelve a su habitación, no puede seguir mirando esa imagen. Han pasado varios días con nada especial que contar . Hoy el día esta gris. No hay niebla, pero amenaza lluvia. Hace frío. Afuera el otoño ya anuncia su llegada. Los árboles han cambiado de color y empiezan a perder sus hojas. Alfonso llegará al día siguiente pero esta vez viene solo, no trae a su familia. María piensa que debería decirle el problema que tiene su padre, pero no se atreve. José la ha pedido que no se lo cuente a nadie. Se lo comenta a José: Debería contárselo a su hijo. No María. Dice éste. Alfonso viene para hablar con nosotros. Su hijo tiene problemas. Eso ahora es lo que tenemos que resolver. Lo de mi vista puede esperar. Luego continúa. Mientras estés tú aquí serás mis ojos. María guarda silenci, el anciano, está muy preocupado. Está bien. Dice la muchacha queriendo quitar importancia al asunto. Entonces yo leeré para el caballero. ¿Qué le pasará al muchacho, estará enfermo? Ha llegado Alfonso y los cuatros se reúnen en el salón. María se ha retirado a la cocina, sabe que tienen que hablar. Alicia la llama desde el salón. María ven por favor. La muchacha mira a la anciana interrogante. Por favor, siéntate María. Javi tienes problemas y todos tenemos que ayudar. Tú también, necesita el apoyo de todos, tú tienes mucha paciencia y eres joven. Puedes hacer mucho por él. Gracias. Dice María emocionada. Luego se sienta en el sofá. Enfrente tiene a Alfonso. Está desfigurado y ya no tiene aquel brillo en los ojos. El hombre carraspea, no sabe por donde empezar. No se como vamos a salir de esto. Tengo esperanzas, pero no va a ser nada fácil. Como mamá ha dicho, voy a necesitar toda la ayuda posible y la imposible. Hace una pausa, para beber un poco de agua. María se fija en Fernando. Está descolorido como un muerto y en sus ojos no hay ni un atisbo de su graciosa picardía. Parece tener más años que su hermano. El ambiente es tan tenso que se podría cortar. En los ojos de Alicia no cabe más pena. Alfonso comienza a hablar de nuevo. Así es como Maria se entera del problema de Javi. No está enamorado ¡Ojalá! Pero lo que le pasa es algo horrible. Alfonso les dice a todos, que su hijo ha caído en las garras de la droga. Lo mal que lo está pasando . Quiere dejarlo. Pero cada vez que está a punto de conseguirlo, algún amigo “caritativo” lo estropea todo de nuevo. El chico ya no tiene fuerza de voluntad. Nos promete que no lo volverá a probar, pero es inútil. Ahora Alfonso se ha puesto aún más serio y continúa. El único modo creo que será apartarle de ese ambiente. Me han hablado de una clínica muy buen. es bastante cara, pero eso sería lo de menos. El caso es que cada vez que se lo comentamos, se pone muy nervioso y llora como un niño. No quiere ni oír hablar del asunto. Alicia se ha levantado y dice. Llora como un niño, porque es un niño. Él no puede resolver nada, de acuerdo. Pero lo resolveremos nosotros. dice, recorriendo con la mirada a cada uno de los allí presentes. Luego se vuelve a sentar, todos la miran con admiración. Es una mujer muy fuerte a pesar de su edad y tiene una energía increíble. José no ha movido ni un solo músculo de su cara. Las manos entrelazadas sobre sus rodillas tienen los nudillos completamente blancos. María lo mira. Siente una gran pena. El anciano está llorando en silencio y sus lágrimas ruedan hasta parar en el cuello impecablemente blanco de su camisa. Él adora a su nieto. Estoy segura que daría la vida por sacarle de ese lío en el que se ha metido el pobre. Fernando parece otro hombre. Serio y muerto de pena. La voz de Fernando rompe aquel largo silencio. Se ha levantado y habla. Yo voy a dar mi opinión, pero si no os parece bien, acepto cualquier sugerencia. Tenemos que sacarle de ese mundo como sea. Luego continúa. Creo que la mejor solución es que se venga aquí a vivir. Mamá es profesora. Le puede dar clases y si pierde el curso que lo pierda. ¿Qué os parece? Hay un corto silencio, que rompe Alicia. Yo también creo que es la mejor solución. ¿Qué te parece José?
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Elvia Gonzalez
Mara Vallejo D.-