PUNTO DE PARTIDA IX
Publicado en Jul 02, 2015
No sé cómo logré sobrevivir a ese viernes de terror. Me siento como cuando estás jugando esos juegos de mesa pedorros. Vas ganando, a un toque de llegar a la meta, y de pronto caes en la casilla de “pierde todo, vuelva al punto de partida”.
Todo este tiempo tuve la estúpida idea de que los tipos huían de las “locas”. Que garpaba mucho ser “cool”, relajada, no hacer planteos, no armar quilombos. Y éste fin de semana comprendí que eso no es nada cierto, NADA. Es una total y absoluta mentira. Es la mentira más grande que hay hoy sobre la faz de la tierra. Las locas mandan. El mundo es de las locas. Ahí lo tienen al turco, comiendo de la mano que lo faja día por medio. Ojalá me pudiera sentir mal porque me gustó el tipo, y “qué cagada que pasó esto”. “No volveré a salir con él, está loco por el gnomo que lo caga a piñas”. Pero no, éste salame me va y me viene. De hecho, ni siquiera me dieron ganas de responder a los cientos de mensajes y llamadas (CIENTOS), que asumo hizo para disculparse o explicarse por tan bochornoso acontecimiento. Lo deseché de mi vida sin ningún aspaviento. Lo que es inexplicable es la forma en cómo me retumba al oído la voz de esa petiza gritando “gorda marihuanera”. No podía borrarlo de mi cabeza. De la cita con el turco ya ni me acordaba, pero de todos los insultos de T no podía salir. Me miré al espejo por horas tratando de entender, pero solo conseguía darle la razón a la enana. No podía evitarlo, hiciese lo que hiciese, nunca podría deshacer esas palabras. Es que al fin y al cabo ella tenía razón, la sociedad en la que vivimos hace ya mucho tiempo pretende que seamos “perfectas”, no sé si ser perfecta o ser linda significa ser como T, nunca lo analicé. Pero la realidad es que el estándar de belleza hoy por hoy está un poco, violento. Irreal y doloroso. Tener unos 10 kilos de más ahora es peor visto que ser puta. Le mandé un mensaje a Veronika, le pedí que venga a verme y mi incondicional amiga en menos de media hora estuvo allí, con una bolsa de papas, alfajores y coca zero. Le conté lo que pasó y como era de esperarse me dijo que me olvide, que no le de pelota a la loquita, que yo no me veía así. En fin, como lo buena amiga que es, me dijo todo lo que necesitaba escuchar. Mientras me rascaba la cabeza, me acordé de cuando teníamos cinco, y mi hermano nos llevó a una feria. Él, por estar chapando con la novia, nos descuidó y cuando acordamos las dos estábamos perdidas en medio de tres mil personas. Tenía tanto miedo y tantas ganas de llorar que me costaba respirar, pero no podía hacerlo porque suficiente teníamos con el llanto de Veronika. La vida, hasta ese entonces no me había pasado por encima. Era la pelotuda más ridícula, ñoña y absurdamente optimista que pisa la tierra. Un cruce entre un algodón de azúcar y Lala, el teletubbie amarillo. Agarré de los hombros a mi amiga y le dije: -Ya nos van a encontrar negrita, no llores. Y si no nos encuentran, no importa porque vos me tenés a mí, y yo te tengo a vos. Con su cara llena de mocos, sollozando me dice «vamos a ser amigas toda la vida». Y así fue, incluso cuando se vinieron “esos momentos”, la distancia puesta entre ambas, las diferencias que nos separaban, los años. Entre nosotras nunca notamos ese deterioro, esa destrucción, y ese holocausto de lo que alguna vez fuimos. Faltando menos de cuatro meses para que mi única amiga se largue con el marido, me pregunto ¿qué hacés con ese sombrío desasosiego; con esa mano grande y negra que te aprieta la garganta, ante la sola perspectiva de perder lo único absolutamente inmaculado que existe en tu puta vida? La abracé fuerte, tan fuerte como aquel día cuando estábamos perdidas. Así la abracé. Continuará...
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Gustavo Adolfo Vaca Narvaja
Felicitaciones Viuda Negra