HISTORIA DE TESTAMENTOS INDIGENAS
Publicado en Jul 04, 2015
En los antiguos protocolos de los hospitales de Lima, que tenía cada cual su propia personería jurídica independiente, con sus mayordomos y hermandades, con sus procuradores y abogados, quedaron innumerables testamentos de indígenas naturales y principales, que dejaban todo o parte de sus bienes a fundaciones de caridad, especialmente a favor del hospital que fundo Loayza, todo indica que hubo una maravillosa habilidad para obtener que la postrera voluntad de los que morían en las covachas de aquella casa de salud y misericordia, dejaran sus bienes en beneficio del mismo y hay algunos muy curiosos, que muestran la vida jurídica de aquel entonces.
Por ejemplo uno de ellos redactado en 1567, hecho ante don Antonio de Valencia por quien era el cacique de Huancavelica don Pedro Challamay, que revela que la real audiencia tenia intérpretes y era ese año don Pedro de Mora, quien intervino por no poder expresarse en castellano tal cacique. Hay otro también muy interesante que es de una indígena principal descendiente de los caciques de Nazca, que se llamaba Juana de la Nazca y el escribano que autoriza el documento fue don Pedro Muñoz Riquelme, allí aparece nítida la famosa institución de la herencia de alma, donde figuran varios legados entre ellas una cantera, muebles, ceramicas y alhajas que dan una idea de la fastuosidad del siglo XVII hasta en las descendientes de los incas; aparecen en ese testamento varas de carmesí, encajes de plata, gargantillas de perlas, tembladeras de plata, cuentan las antiguas crónicas que doña Juana la testadora era viuda de un tal Nicolás de la Cruz Huamán, que por el apellido era oriundo de la región Chimú, donde era frecuente este apellido entre los naturales principales, este enlace parece tan curioso por ser personas de regiones diferentes y de gran significado en la cultura pre inca, que se caracteriza en la cerámica por aspectos tan diversos y tan valiosos, se menciona que testigo de este acto hecho en 1681 fue el licenciado don Antonio Velarde Bustamante quien era abogado en esta ciudad de los Reyes. Y así fue pasando la vida, así, así, así, en la colonia, la espuma, la eterna gracia, el halito entre ingenioso y pícaro, que aparece en la niebla de la historia como un ballet, que discurre entre tapadas, caballeros emplumados, damas melindrosas, tal cual fraile gordo y lucio, tal cual conquistador con su epopeya.
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