El viaje cap1
Publicado en Aug 13, 2015
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                                                                    EL VIAJE
 
               Un movimiento casi imperceptible fue suficiente para que  lentamente  mi conciencia emerja de su eterno letargo. La vibración provenía de todos los ángulos posibles, un ruido pardo y continuo, como el de una bocina sorda, cobraba vida en el interior de mis oídos.  A mi lado, un hombre pernoctaba indagando a los presuntos sonidos del silencio; del otro, una amplia ventanilla sudaba  vapor congelado. Supe, al mirar hacia adelante, que estaba dentro de un autobús o algo por el estilo.
               Aparentaba ser grande,  mi vista se perdía entre las butacas, deduje que estaba más o menos al medio, ya que al mirar hacia atrás, mi vista se topaba con el final del vehículo casi a la misma distancia que lo hacía para adelante. Había asientos vacíos, pero eran más los que estaban ocupados  por gente  que  soñaba; sería muy tarde en la noche, el sigilo era aterrador, sin embargo, lo más espeluznante era que yo no sabía cómo había llegado ni  por qué estaba en ese lugar.
                    Miré hacia afuera  buscando una respuesta en la ruta, algún indicio del que al menos  me alertara sobre nuestro derrotero. La oscuridad era total, solamente se veía la línea media de la ruta, despintada y quebrantada por el tiempo; de vez en cuando, algún árbol  ofuscado se alternaba con un cartel indescifrable que advertía sobre un paradero fantástico. Pensé que lo mejor era tranquilizarme de algún modo y tratar de averiguar qué era lo que estaba pasando, o mejor dicho,  qué era lo que me estaba sucediendo. El hombre que estaba sentado a mi lado seguía durmiendo plácidamente como si nada aconteciera.  Me volví hacia atrás, vi rostros cansados, reposados, o simplemente con los ojos abiertos,  perdidos, contemplando la entelequia.
                       La ventana seguía como entumecida; de a ratos algunas gotas se deslizaban hacia  el metal frío, dibujando formas rizadas, ocultándose sobre el  monótono paisaje. Unas luces lejanas, como de casas, se acercaban para luego desaparecer entre los árboles silenciosos, devorados por la cerrazón; el ruido del motor era casi continuo, dando a entender que el chofer no pensaba parar en ningún momento. Pero, ¿Quién era el chofer y dónde se hallaba? Me paré sobre mi asiento y eché un vistazo hacia adelante. Estaba oscuro, más allá de la última butaca, no parecía haber nada más.
                  Traté de despertar a mi compañero de ruta. Era un hombre como de unos sesenta años, vestido con un traje de hilo gris, arrugado y roto, una larga y desprolija barba al tono, flaco, ubicado como en posición fetal, ajeno totalmente a mi presencia. Fue inútil, lo sacudí levemente pero estaba como  inerme. Me levanté y recorrí el autobús, convencido de que encontraría entre la gente la respuesta que esperaba, pero me encontré con la  indiferencia de unos pasajeros,  que  como  yo, no sabían a  dónde iban ni dónde se encontraban.  Sus respuestas eran vagas  o simplemente vacías, como si no supieran de qué les estaba hablando o no les importase en absoluto.
                      Volví a mis aposentos, más desorientado que antes, con el hombre fraguado a mi lado; ahora las luces de las casas eran más difusas, ya no llovía, una densa niebla  socavaba los cimientos de un futuro incierto. El vidrio me devolvió  un rostro que ni siquiera pude reconocer; el trazo media de la ruta prácticamente había sido sepultado con la bruma; no obstante, sentía que la frecuencia del motor disminuía lentamente, ¿estaríamos al fin, por llegar a destino?
                     Cuando definitivamente el ómnibus paró, se encendieron unas luces violetas que venían del piso como si fuera un aeropuerto en miniatura. De pronto, un leve murmullo inundó el recinto. La gente se acomodó o se levantó para vagar por los pasillos, nada inusual en un viaje de larga distancia.  Mi compañero de ruta al fin despertó.
-¿Durmió bien?,-  me preguntó, acomodándose su saco arrugado y viejo,  sobre la butaca.-  Ayer anunciaron lluvia, pero fue leve, ni siquiera la llegué a sentir.
-He…. si... le dije…, fue solamente una llovizna de verano.
-Ya falta poco… ¿Ud. pudo descansar?
-Eh si... si... Claro- le dije,  sin saber de qué me estaba hablando. ¿Ud. hacia dónde va?
-Hacia el mismo lugar que Ud., ¿no  lo recuerda?
                   Asentí con la cabeza  para no contradecirlo, era evidente que yo había perdido la memoria momentáneamente. ¿Me habría dado un golpe en la cabeza mientras dormitaba?
-Estos minutos son necesarios, decía el hombre, con una voz algo ronca, acomodándose sobre la butaca. Comer y hacer las necesidades pertinentes, yo siempre estoy deseando parar. El viaje es largo...pero la recompensa también. Yo elegí el mar, es el que más se adapta a mis sueños, debe ser porque mi infancia la pasé cerca del rio.  Aunque le confieso que había otros planes muy interesantes, ¿no le parece?
-Es cierto, dije, (mi confusión iba en aumento) -Discúlpeme  ¿cuál era su nombre?
-Luis…
 - Dígame Luis, ¿cuántas paradas como ésta, faltan hasta nuestro destino?
-Depende de  las  que Ud. necesite. Si siente hambre  ellos se dan cuenta  y lo asisten de inmediato, ¿no se acuerda?
-¿Quiénes  son ellos, vociferé inútilmente?
                 Se levantó y se fue para atrás, esquivando a la gente por el corredor como un murciélago saliendo de una cueva. Unos pasos hacia el frente, una pareja de ancianos comentaban, silentes, las bondades de la comida; algunos metros delante de mí, una familia entera  amoldaba sus pertrechos y estiraba sus piernas,  mientras sus hijos cenaban parte de su inocencia; otros, meramente susurraban, emancipados por la singularidad  de sus voces.
               Las luces  comenzaron a declinar levemente, fundiendo las siluetas en la oscuridad apenas recortadas por la difusa luz del pasillo; la gente retornaba  de a poco a sus lugares, las butacas comenzaban a reclinarse lentamente, como si fueran pequeños puentes colgantes.
            El ómnibus prendió nuevamente los motores  y mi compañero de ruta  se sentó rápidamente en su butaca y se echó a pernoctar convirtiendo su asiento en una cama. El ómnibus partió cuando ya nadie caminaba por los pasillos.
 
                                                                            
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Foto del autor gabriel falconi
Textos Publicados: 82
Miembro desde: Aug 10, 2009
3 Comentarios 813 Lecturas Favorito 0 veces
Descripción

un pasajero se encuentra perdido en la nada

Palabras Clave: viaje omnibus carretera

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



Comentarios (3)add comment
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Enrique Gonzlez Matas

YA VEREMOS, AMIGO GABRIEL, A DÓNDE NOS LLEVARÁ TU VIAJE. DE MOMENTO TODO ES MISTERIO Y EL VIAJERO ANDA CONFUNDIDO Y SIN SENTIDO DE LA REALIDAD.
MUY BIEN DESARROLLADO EL RELATO. TE FELICITO CON MI ABRAZO.
Responder
August 13, 2015
 

gabriel falconi

gracias por leerme amigo Enrique llegue hasta el cap 10 no eme es facil continuarla pero gracias por tu aliento te mando un abrazo
Responder
August 14, 2015

gabriel falconi

Es el primer capitulo de la novela que estoy escribiendo
Responder
August 13, 2015
 

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