HNGAROS
Publicado en Sep 10, 2015
Húngaros
Es evidente que funcionamos a bandazos y por tendencia. Siempre que los medios quieran que lloremos por algo, lo haremos… ¡y de qué manera! Aunque seamos plañideros demasiado caros… Del mismo modo, estamos casi seguros de que no solo de refugiados vive el hombre, y en ocasiones, no muchas, lo intentamos compensar tragándonos desastres cotidianos y desgracias vecinales. Será ésta, en la tierra, la forma en que paliamos el dolor de conciencia cuando aprieta la crítica… Con todo este mejunje en la cabeza, he intentado comprender las razones que nos arrastran a colgar fotos en redes sociales cual resortes o a escribir textos como el presente, en vez de acometer una causa a pelo y sin arranques heroicos. Indudablemente sería imposible, y además poco realista, erigirnos paladines de una causa ajena que anhela ocupar un hueco en nuestras preponderantes vidas. Sin embargo hay algo que sí podemos hacer, o dejar de hacer, y por lo que no deberíamos ser juzgados en ningún caso, ya que nadie tiene ficha profesional para condenar la crueldad, más aún cuando este atributo se troca humano. Tal es el caso de la miserable reportera que, afanosamente y con puntería, ha pateado y zancadilleado a hombres, mujeres y niños sin tierra que intentaban alcanzar, desesperadamente y a palos, muros extranjeros que canjearan repudio por cobijo. Pues bien, a este linaje de demonios impíos habría que barrerlos como se barre la basura, y el derecho de publicar y difamar su imagen es el derecho de cualquier ente con entrañas, dispuesto a no reprimir su condición más primitiva en pos de la convivencia. La ciencia es demostrable y por ende nuestro comportamiento, repetido y estudiado. Con seguridad volveremos a chismorrear sobre los acontecimientos más populares, identificados como Trending Topic y de rasero mundano, pero con un fondo más confuso y alambicado de lo que aparenta. No obstante, más nos valdría adelantarnos y zambullirnos en el germen de consecuencias televisivas y populacheras antes que sentarnos, suficientemente agotados para enervarnos.
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Mara Vallejo D.-
¿El gen de éstos seres maltratadores se habrá quedado anquilosado en las cavernas? Y para rematar . . .
¿En que sitio del Cosmos se hayan los Derechos Humanos ?
No hay derecho!!!
Sacando la tristeza que producen éstos casos, puedo decirte, que ha quedado bien plasmado el artículo, que hoy nos compartes.
María