LA VIUDA NEGRA
Publicado en Nov 04, 2015
LA VIUDA NEGRA
Saboreo el café en su boca Acaricio el vello de la armadura, la que siempre utilizaba para disfrazar la calma Mientras se deshace de mí enredándome en las sábanas para no retrasar la rutina diaria Sigo oliendo la almohada Y hago el amor con el hombre de mis sueños, con el hombre con el que habla una mujer abnegada Él enciende el cigarrillo casi provocando una llama, casi provocando la distancia y la arrogancia, ya que un hombre es duro hasta debajo de una manta Mientras sigo apretando su fuerte brazo, sin dejarle ir, a pesar de su demoniaca mirada Con una dulzura camuflada, me da la caricia de la mañana, la caricia que hace que coja fuerzas al recordar que la soledad fue una historia pasada Llegó la luz y se prepara para hacer parte de su vida donde yo no entraba Y con pasión le doy mi beso de despedida, porque siempre volvía antes de las ocho, cuando la cena adelantaba Cerré los ojos, ya no estaba Tomé mis pastillas, mi elixir de la juventud para el dolor de una bella enferma por los desprecios de quien la acompañaba Empecé a soñar con el reencuentro, con vernos desnudos al pie de la cama, con la mágica noche que disimula las imperfecciones cuando despierta la pasión entre un hombre y la mujer amada Entonces recordé la posible visita a la hora del almuerzo, a sabiendas que se volvería a deshacer de mí, aunque sucumbiera al pedirle mi cuerpo guerra todas las noches de luna llena Lo imaginé desnudo, sentí dolor con esa pequeña ausencia, lo quería cerca, a mis pies, adorándome a pesar de su frecuente desgana Marché hacia su camuflado nido, mi rabia ya dañaba Y mientras me observaba a través de la ventana, yo sujetaba fuerte el paraguas, mi espada, con la mirada perdida provocada por su ignorancia Seguía el dolor y el camino crucé porque quería hacerle el amor por doquier, para que no se olvidara que era yo quien le esperaba en casa, era yo quien dejé todo por él, y quien le acicalaba los pantalones que enseñaba Subí al despacho, y una joven mujer abrió la puerta, mi dolor crecía, no quería que compartiera el tiempo con una princesa Mientras se sorprendía de mi sombra ya instalada, rápidamente me tomó de la mano, y con la elegancia que le caracterizaba, me subió al elevador dándole al botón para facilitar la marcha El dolor aumentó, no soportaba el vacío de mi sexo, quería atarme a él, quería morir si él a otra abrazaba Me encontré con la desesperación, no aguantaba la opresión en el pecho, la que él no sentía cuando después de hacerme mujer cada mañana, se despedía con una adiós sin mirarme a la cara Entendía su egoísmo, era hombre, la comprensión no era lo que le caracterizaba Pero debía aprender quien era su ama, que se acabaron las ninfas, y que mi cuerpo necesitaba fundirse con el suyo en cada sol del amanecer de mi vida atormentada Mientras sufría, él se miraba al espejo, seguro de su fuerza, de su virilidad y de mi idolatrada amenaza Creo que se sentía un apuesto Guerrero, como si supiera que la misma batalla se repetía en cada estación, con la amante que eligiera para su apasionada cama Y cuanto más lo pensaba, más lo amaba, más aparecía el dolor, y más me avisaba que algo malo traería querer poseer un ser que no se compra ni en las más escondidas subastas Seguí frente a la ventana, y una niebla apareció ocultando su silueta. Mi imaginación la dibujaba, me dolía el vientre de deseo, de una pasión que cada vez quería ser más saciada Bajó y volvió a cogerme la mano para llevarme a la parada de taxis. Chirriaron unas vías, tuve una reacción improvisada, lo empujé hacia el tranvía: mi repentina daga Se acabó el dolor, sonreía mientras lo miraba pintado de rojo, del color de la pasión, e intuí entonces como se despedía el amor para pasar a ser nostalgia Él ya descansaba de mis ardientes premoniciones, pero yo me impuse la peor al dejar de sufrir por amor para hacerlo por la temida soledad, por lo que me convertí al ser una insegura amante que cree perder lo que para ella era seguro en su cama, porque eso la muerte trae segura cuando es insegura la que pierde la batalla A pesar de los años, sigo llorando, contándole a las que me visitan en las mazmorras lo orgullosa que estaba de morir sabiendo que no amaría a otra, sin entender que no era amor sino delito, que por eso duermo sola, porque se acabó el sentir, ya había cruzado la línea de lo bonito, donde la dominación no se convertía en el principal arma No comprendí que en el fondo no conocía el amor, que fue solo dolor lo que rodeaba una relación no deseada, que acabó con la vida y la belleza que trae respetar lo que el corazón capta Y mientras el amor terminaba, llevé una vida agonizante al no presentir la realidad que me trajo el pecado mortal, porque dicha soledad ya no se marchaba, porque nadie querría amar a una viuda negra, quien de un recuerdo se alimentaba al oler la almohada, al tocar su propio cuerpo, creyendo que era él quien la amaba… VALENTINA
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