Vengo de la resaca y de la injuria
de calles colaterales a los bares.
Vengo lleno de cristales y venenos
y mis manos sangran en la errancia.
Fue una pelea por una mujerzuela
a la que quise, quiero y querré:
Sucede que me acerco a sus magnetos
y mi aguja tiene en ella su norte.
Por ella celebro hasta el mareo y la náusea
y gasto mis níqueles contados.
Toda moneda o dádiva se lo llevo a ella
para tocar sus finas entrepiernas y sus pechos.
Soy sensitivo cerca de sus jadeos
y no me importa que finga sus gemidos.
Nos juntamos como cabritos ígneos
y entre ambos nos complementamos
hasta que la Madame toca rudamente la puerta
poseó su vitalidad por una hora o dos.
Ella me regala sonrisas y gerundios
y no me besa para no enamorarse.
Soy prisionero de pasiones muy bajas
que me llenan las entrañas de inhóspitos fuegos.
Trabajo robando carros y asaltando tarantines
y hago de todo por pagarle sus carísimos favores.