Pequeño Tributo a Leo
Publicado en Sep 17, 2009
Leoncio Martínez ocupa por decisión popular sitio privilegiado en la historia de la cultura venezolana, hizo frente a la tiranía gomecista con el arma de sus ideas y su pluma, pétreo critico de la iglesia tanto por el proceder de sus ministros, como por su postura ante la dictadura, cronista, publicista, reportero, dramaturgo, caricaturista, fundador y director del semanario Fantoches, poeta y soñador; fue preso en diferentes ocasiones, lo que doblego su humanidad hasta llevarlo a una temprana muerte.
"... - ¡Yo nunca he pedido nada a Dios, pero confieso que mis deseos eran celebrar mis Bodas de Plata! - dice Leo moribundo, y se dispone a seguir hablando; pero hay un ligero murmullo a la entrada, todo el mundo mira hacia la puerta. La expectativa y la curiosidad aumentan ante la llegada del sacerdote. ¿Qué va hacer el hombre que tanto se burló y pintó curas gordos con botellas en la diestra? •- Mis pecados son públicos padre - manifiesta lentamente Leo, cuando el visitante se sienta a su lado - . yo no he matado a nadie con mis manos no se si con mi pluma... - deja de hablar considera aquello como suficiente confesión y es inútil la insistencia del levita. El enfermo sigue cada vez mas grave, pierde el conocimiento a cada momento, los médicos han dicho que no llega a la noche, amigos y familiares se agitan en torno a la cama, el los mira y sigue sonriendo. •- ¡Brandy! ¡denle brandy, por favor! Exclama con voz ahogada por la emoción, un señor, mientras Leo mueve la cara lívida de un lado a otro y lentamente baja los parpados. •- ¡Pónganle un poquito de agua! - interviene una dama, indicando la conveniencia de mezclar la bebida, para hacerlo reaccionar al desmayo. •- ¡Ya me van a echar a perder mi ultimo palito!, fue la protesta aguda que como un dardo rompió la solemnidad impuesta por la cercana presencia de la muerte, como antes había burlado el dominio de la dictadura ..." (Fragmento de "La vida Intima de Leo" por Oscar Yánes) Dado que este intento no pretende ser una biografía ni nada parecido, sino un pequeño tributo a Leo, comparto con Ud. Su Balada del preso Insomne.. Balada del preso insomne Leoncio Martínez («Leo») Estoy pensando en exilarme, en irme lejos de aquí a tierra extraña donde goce las libertades de vivir: sobre los fueros: hombre-humano los derechos: hombre-civil. Por adorar mis libertades esclavo en cadenas caí: aquí estoy cargado de hierros, sucio, famélico, cerril, enchiquerado como un puerco, hirsuto como un puerco-espín. Harto en el día de tinieblas asomo fuera del cubil bien la cabeza, bien un ojo, bien la punta de la nariz; temeroso de un escarmiento, encorvado, convulso, ruin, -como ladrón que se robase sólo el reflejo de un rubí- por mirar brillando en el patio el claro sol de mi país. II ¡Sol para iluminar ensueños de vastos campos sin confín, del cielo abierto a la esperanza de las alas tendidas. Y aquí alumbra torvas miserias, venganzas crueles, odio vil y un dolor que no acaba nunca ante otro dolor por venir... ¡Oh la bendita tierra extraña donde nadie sepa de mí!, a donde llegue de atorrante sin ambiciones de Rothschild con la mediocre burguesía de que me dejen existir! Hablaré mal en otro idioma, comeré bien otros menús, y alguna tarde arrellanado en mi sillón de marroquín, viendo a través de los cristales un cielo de invierno muy gris, pensaré en los muertos amados, en los amigos que perdí, en aquella a quien quise tanto con la vesania juvenil de cuando iluminó mis sueños ¡ el claro sol de mi país! III Estoy pensando en exilarme, me casaré con una miss de crenchas color de mecate y ojos de acuático zafir; una descendiente romántica de la muy dulce Annabel Lee, evanescente en las caricias y marimacho en el trajín, y que me adore porque soy tropical cual mono tití... que me pregunte ingenuamente -¡y yo no la habré de desmentir!- cómo es cierto que en Venezuela los coches de la gente chic los tiran parejas de tigres, de tigres «tamaños así...» (y la altura de un elefante marcará su mano pueril). ¡Qué fantasías desarrolla el claro sol de mi país! IV Mis hijos han de ser gimnastas con el ímpetu varonil de quien tiene libres los músculos libres el pensar y el sentir, pues nacerán en tierra extraña y no en la tierra en que nací; y mis nietos, gigantes rubios, de cutis de cotoperiz, bíceps y espíritus de atletas con volubilidad infantil, puede que sí se me parezcan, tal vez tengan algo de mí: la realidad de mis ensueños, la mentira de mi sufrir. ¡Pero en vano entre sus cabellos hundiré mi mano febril, echaré hacia atrás sus cabezas y buscaré, sin conseguir, en el fondo de sus miradas el claro sol de mi país. V Y cuando ya, siempre extranjero, descanse más libre por fin, y tenga lo que a mi me niegan: la libertad del buen dormir, en un cementerio evangélico, cubierto por el cielo gris, allá que no hay flores al año sino una vez, mayo o abril, a falta de la cruz de té, del nardo, la rosa o el lys, colocarán sobre mi tumba, grabado a rasgos de buril, un versículo de la Biblia o algunas coronas de zinc. Y ya muchos años más tarde, muy cerca del año 2000, mis nietos releyendo las fechas de mi muerte y cuando nací, repetirán lo que a sus padres cien veces oyeron decir: -¡y le darán cierta importancia!- «el abuelo no era de aquí, »el abuelo era un exilado, »el abuelo era un infeliz, »el abuelo no tuvo patria, »no tuvo patria... ¡Y ellos sí! VI ¡Ay, quién sabe si para entonces, ya cerca del año 2000, esté alumbrando libertades el claro sol de mi país!
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José R. Antúnez C.
José R. Antúnez C.
Pascual Vizcaino Ruiz
Yo PASCUAL VIZCAINO RUIZ